Julen Mendizabal y Aitor Garagarza
KOLABORAZIOA

Ahora lo queremos todo

Mikel Otero situaba la distopía en la que nos quieren sumergir las élites políticas-económicas de una parte de nuestra nación sometida: «Me da que la feroz arremetida de Confebask y sus tentáculos, no es más que el preludio de la tremenda disputa sobre la distribución de la renta [menguante] que se dará en los próximos años. Yo les agradezco la franqueza. A ver si nos ayuda a espabilar para entender de qué va esto».

En este contexto cambiante la patronal ha entendido perfectamente donde situarse y sus lacayos proliferan sus discursos por todos los medios. Están asustados y temen que ya nada volverá a ser como antes, se preparan para una nueva gran arremetida contra los sectores populares, sumergiéndonos en una escalada de fascismo social difuso pero contundente mediante el cual pretenden salvaguardar su capital contra todas nuestras vidas.

Ellos han entendido muy bien de que va todo esto, el sentido común de la izquierda independentista de este país para crear una gran mesa, «nuestro pacto propio de la Moncloa», se ha visto dilapidado. Queda claro que la patronal y sus representante políticos no se sentaran con un sector político, social y sindical de este país más que para firmar nuestra defunción. Hay una frase que se le atribuye a Idigoras, nosotros a un buen amigo, «sin el PNV difícil, con el PNV imposible». Cambien el sujeto de la frase y el resultado es el mismo. Nuevamente volvemos a toparnos con nuestros límites, dependencias y complejos. Liberémonos, ningún poder político para la patronal y todo el poder político para el pueblo.

Mientras tanto, se están dando las condiciones objetivas y subjetivas para volver a levantar aquellas reivindicaciones, demandas y necesidad de conquistas que la izquierda revolucionaria, en un retroceso histórico en Europa que dura décadas, escondió en la arena bajo los adoquines.

Superemos la diplomacia liberal y pongamos radicalmente en el centro las vidas. Transitar del sentido común al sentido comunitario. No se trata ya de que la crisis la paguen ellos, es el momento de proclamar que las clases populares vamos hacérselo pagar acabando con sus privilegios cuasi-medievales de sometimiento y explotación. Ahora lo queremos todo, queremos todo aquello que nos han robado. Porque para ellos las vidas de nuestras madres y abuelos no valen nada y para nosotros las vidas de nuestros padres y abuelas lo valen todo.

Decía el Comité Central de la Comuna de París en 18 de marzo de 1871: «En medio de los fracasos y las traiciones de las clases dominantes, nos hemos dado cuenta que ha llegado la hora de salvar la situación tomando en nuestras manos la dirección de los asuntos públicos». Nosotros que estamos encerrados decimos que permitir que las clases dominantes continúen al mando reproduciendo las mismas políticas socioeconómicas de ayer nos volverán a traer a los mismos problemas de hoy. Esta es la lección que la Tierra nos ha enseñado y que no olvidaremos jamas.

Cooperativas, medianas y pequeñas empresas, trabajadoras esenciales e intelectuales de Euskal Herria, conformemos un bloque para desbancar a la clase dominante. Construíamos la República Vasca para ser y decidir, garante de un sistema de cuidados público comunitario, otorguemos la nacionalidad vasca a todas las personas migrantes, que las que trabajan en el sector de los cuidados pasen a ser parte del sistema público, nacionalicemos las grandes empresas y los sectores estratégicos, que la sanidad sea totalmente pública y desaparezca la privada, soberanía por y para múltiples soberanías: sanitaria, alimentaria, energética… Es la vida la bandera que clavaremos encima de los escombros del capital.

Queremos tomar el control sobre la economía, queremos una renta mínima, queremos viviendas, que se reparta el trabajo y las ganancias, queremos tierras, trabajar menos días, tener más tiempo libre para cuidar y ser cuidados, tiempo libre de calidad para relacionarnos cuerpo a cuerpo, tiempo para poder dedicarlo también al tejido asociativo y deportivo que aflora en todos los pueblos, que prevalezca el valor de uso frente al valor de cambio, un plan de transición para la industria armamentística y automovilística, queremos un parlamento de mujeres, queremos a los y las presas en la calle, que las obras del TAV se paralicen definitivamente, queremos una universidad pública, gratuita y de calidad, queremos un ejercito de batas blancas al estilo cubano, queremos salud y buenos alimentos, menos policía y más diversión. Esto y mucho más queremos. Ahora lo queremos todo.

Terminamos con Marx haciendo referencia nuevamente a la Comuna de París: «La clase obrera no esperaba de la Comuna ningún milagro. Los obreros no tienen ninguna utopía lista para implantar por decreto del pueblo. Saben que para conseguir su propia emancipación, y con ella esa forma superior de vida hacia la que tiende irresistiblemente la sociedad actual por su propio desarrollo económico, tendrán que pasar por largas luchas, por toda una serie de procesos históricos, que transformarán las circunstancias y las personas. Ellas no tienen que realizar ningunos ideales, sino simplemente liberar los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno». Soltemos las amarras y liberemos los elementos que ya han pasado 149 años.