Victor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Gato, ratón, homo ludens

Ahí va una confesión. La que concierne a uno de los momentos más definitorios de mi adolescencia. La que se corresponde con una noche en la que, por fin, tanto yo como uno de mis mejores amigos reunimos el coraje para abordar algunos de los principales fantasmas que tanto nos atormentaban en tan tormentosa etapa vital. Ahí estábamos los dos, con ganas de hablar; de purgar. Y a esto nos ocupamos toda la noche. Empezamos a cenar y a charlar... y no terminamos con la terapia hasta que literalmente amaneció.

Fue apasionante, y muy constructivo. Nos dijimos todas las verdades que en aquel momento creíamos que debían ser dichas. Fue un proceso necesario para fortalecer una amistad que, al terminar, efectivamente parecía tener mucho más sentido. Visto en perspectiva, dicha noche fue divertida, pero también dolorosa. Mucho. Tanto, que para realizarse, necesitó la inestimable colaboración de un tercer factor: una pantalla de televisión conectada a una consola.

Casi diez años después de aquello, creo que podría reproducir íntegramente el diálogo que nos tuvo abducidos, ininterrumpidamente, durante al menos siete horas... pero también sabría enumerar, de carrerilla, la serie kilométrica de resultados que registramos en una liguilla antológica de fútbol virtual. Comento todo esto por el reciente estreno de “¡Tú la llevas!” en Netflix, una comedia hollywoodiense que, a pesar de su espectacular reparto (ahí están Jeremy Renner, Ed Helms, Jon Hamm o Isla Fisher, por ejemplo), no había logrado llegar a nuestras salas de cine. Así pues, bendito VOD, que en tiempos de confinamiento me permite descubrir estas propuestas con las que conecto totalmente.

La historia, al fin y al cabo, parte de un caso real: el de unos chavales que crecieron y se convirtieron en adultos que no dejaron morir a ese niño que llevaban dentro. Resulta que una vez al mes, seguían jugando al juego que da título al film. Por el placer que solo puede proporcionar esa descarga de adrenalina inherente en toda buena relación «gato-ratón»... pero también porque a través de lo lúdico podemos encajar mejor los palos que nos da constantemente la vida.

A lo mejor sea esto lo que más nos distingue del resto de seres vivos de este planeta: nuestra capacidad para jugar, sobre todo en las circunstancias aparentemente menos propicias. A lo mejor por esto entiendo tanto a “¡Tú la llevas!”, de Jeff Tomsic, porque sus evidentes (y efectivos) mecanismos de comedia a vueltas con el síndrome de Peter Pan (pensemos en “Resacón en Las Vegas”, de Todd Phillips, o en “Noche de juegos”, de John Francis Daley y Jonathan Goldstein) son en sí mismos una herramienta para tratar de entender los lazos que establecemos con nuestros seres más queridos. El «pilla-pilla» como divertida y al mismo tiempo amarga manifestación de los –lúdicos– narcóticos con los que nos relacionamos con el mundo. No podría empatizar más con esto.