Raimundo Fitero
DE REOJO

Borbotones

Como me descuide sale borbones y lo que hoy quiero declarar solemnemente es que nada es verdad, ni mentira, todo depende del color del estimulo que te inspira y te proporciona borbotones de excusas, argumentarios o consignas. Hay lunes en los que todo me parece viernes que es el peor día de la semana. Hay todas las supuestas verdades me suenan a auténticas mentiras y viceversa. Sí, yo intenté ver ese partido que se presentó como la epifanía de una nueva anormalidad futbolera y televisiva y no aguante ni un cuarto de hora. Todo parecía fruto de un programa informático, no noté ninguna sensación cercana a lo que se supone debe provocar el negocio del balón y esos fornidos muchachos en pantalón corto dándole patadas.

En este estado de medias verdades, mentiras casi enteras y simulacros, se celebró una versión de Eurovisión que no se puede calificar. O se puede calificar como de un tongo. Un fraude. Una manera de mantener una cuota de pantalla, de cumplir algún extraño reglamento. No hubo votaciones. O sea, no hubo Eurovisión, ya que es en ese ritual de «points», banderitas, sobrecarga de brillantina y pactos geoestratégicos donde alcanza su valor de cambio, porque valor de uso no tiene ninguno. Esas canciones puestas una detrás de otra en las versiones más primarias, no son otra cosa que borbotones de aburrimiento musical.

Por muchos borbotones de pastillas líquidas que ingiera no supero mi fase de perplejidad. Y veo como aparecen sondeos o encuestas que parecen dictadas por quienes las pagan para enredar y llego a un punto de suspensión temporal de mis marcadores basales: un informe de Bruselas asegura que la mitad de las ayudas que aprueba la UE van a empresas alemanas. Lo vamos entendiendo casi todo. Aquí apuntamos otra fecha: El 12 de julio, para entonar el pobre de mí.