Txisko FERNÁNDEZ
donostia

Aunque haya llegado para quedarse, ¿el covid-19 se tomará vacaciones?

Si bien desde ámbitos sanitarios se repiten los mensajes de prudencia y los llamamientos a mantener la alerta individual y colectiva para evitar trágicas recaídas, también es cierto que en esta etapa de desescalada que se ha abierto en gran parte del mundo el relajamiento mental da rienda suelta a las ganas de echar las campanas al vuelo.

Y la incertidumbre científica en torno al comportamiento del nuevo coronavirus puede alimentar tanto los vaticinios más pesimistas como los más optimistas.

En las últimas semanas han sido muchos los epidemiólogos que nos han trasladado la idea de que «este virus ha llegado para quedarse». Pero tras haber doblegado la curva –como ya ha ocurrido en Euskal Herria–, también se escuchan cada vez más voces expertas que dan por hecho que el verano será más tranquilo y animan a aprovechar esa probable tregua para prepararnos antes de que, con el próximo otoño, nos encontremos ante una segunda oleada del SARS-CoV-2, que se sumaría a los virus de la gripe estacional o a los rinovirus que provocan el resfriado común o catarro.

En cambio, ayer mismo, un equipo de la Universidad de Málaga y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas del Estado español (CSIC) hacía público un estudio que les ha llevado a la conclusión de que el aumento de temperaturas en verano no debería limitar la capacidad de contagio del coronavirus, por lo que opinan que no tendrían que rebajarse las medidas preventivas.

«El que se observe una relación ‘estadísticamente significativa’ entre temperatura y la incidencia de la Covid-19 no significa que exista una relación directa causa-efecto entre ambas variables. Dicha relación puede estar mediada por otros factores como, por ejemplo, la distribución, densidad y movilidad de la población», advierte el grupo dirigido por el profesor de Geografía Oliver Gutiérrez.

Lo que está constatado es que en invierno aumentan notablemente los casos tanto de gripe como de catarro. Y los rinovirus son familiares más cercanos del coronavirus que los que provocan la gripe, aunque sus efectos sobre las personas suelen ser más benignos. Este es uno de los factores a los que se agarran quienes pronostican que el covid-19 irá desapareciendo de hospitales y ambulatorios durante el verano.

Norte y sur del ecuador

Al efecto del frío y el calor sobre el comportamiento de nuestras defensas corporales se le suma el hecho de que durante el verano pasamos más tiempo al aire libre; dicho al revés, en invierno estamos más tiempo en lugares cerrados. Y este es el factor más importante a la hora de prevenir las epidemias de gripe estacional.

Pero apostar todo a que el coronavirus va a reproducir ese comportamiento es muy arriesgado. A falta de experiencias pasadas con el SARS-CoV-2, vamos a hacer un breve repaso a su corta existencia entre nosotros.

Los primeros casos se detectan en Wuhan, en el interior de China, en diciembre. En la capital de la provincia de Hubei, situada a una latitud de 30° Norte, estaban entonces en pleno invierno. De diciembre a marzo, allí las máximas apenas superan los 13°C como media. No obstante, su clima no se parece mucho al nuestro, ya que su invierno es seco, mientras que su temporada húmeda va de febrero a agosto, con máximas diarias de 30°C y mínimas de 23°C; un largo bochorno estival.

Aunque es posible que el nuevo virus realizase sus primeros viajes hacia Europa a finales de diciembre o principios de enero, sus golpes más fuertes no se hicieron notar hasta marzo o, incluso, en algunas zonas del continente, hasta principios de abril. Fechas que ya no son las más frías del año por estos lares.

También es significativo que en pleno mayo la epidemia siga cobrándose una alta factura humana en Estados Unidos –a punto de alcanzar los 100.000 decesos oficiales y 1.700.000 contagios–, un país-continente con muchos tipos de clima, pero también situado en la zona templada del hemisferio norte.

La latitud de Wuhan es similar a la de Marraquech, en Marruecos, o a la de Tijuana, en la frontera de México con EEUU, y no difiere mucho de otras del hemisferio sur como Porto Alegre, en el sur de Brasil, o Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.

Aunque la ubicación geográfica no condiciona por sí sola el clima de una región del planeta, también conviene incidir en que, mientras nosotros nos vamos acercando al solsticio de verano (20 de junio), en el sur están aproximándose al invierno. Por poner solo dos ejemplos, en Buenos Aires el mes más frío suele ser julio, con una máxima de 16°C de media y una mínima de 7,3°C; y en la capital de Nueva Zelanda, Wellington, se mueven durante ese mes entre los 11°C y los 7°C.

Ambos países australes se encuentran en fase de desescalada. Nueva Zelanda –con apenas 1.504 casos y 21 fallecidos– es uno de los mejores ejemplos de cómo se puede frenar al coronavirus con anticipación, y su población ha permanecido confinada en abril. En Argentina –con 12.000 contagios detectados y 456 muertes– la desescalada también comenzó a principios de abril, pero no en las grandes ciudades: en el área metropolitana de Buenos Aires se han mantenido las medidas restrictivas de movilidad hasta esta semana.

De Rusia a Brasil

Regresando al norte, Rusia ha visto cómo empeoraban sus datos según se alejaba el invierno y esto se ha reflejado especialmente en la región de Moscú. Siendo ya el tercer país en número de casos de contagio –más de 350.000, solo por detrás de Estados Unidos y Brasil–, su letalidad sigue siendo muy baja, ya que hasta la fecha el Gobierno ruso solo ha reportado 3.633 muertes por esta causa.

Lo mismo está ocurriendo en zonas como el estado brasileño de Pernambuco (cuya capital es Recife), una zona tropical próxima al ecuador (latitud, 8° Sur) que ya suma 27.759 contagios y 2.200 fallecidos. Brasil, con más de 365.000 casos y más de 22.000 decesos, es otro ejemplo de que el coronavirus se propaga por todas las latitudes y franjas climáticas.

Mientras, en China no han bajado la guardia ante la posibilidad de nuevas oleadas. Ayer, las autoridades locales de Wuhan informaron de que ha realizado más de 6,5 millones de test en apenas diez días (entre el 14 y el 23 de mayo) después de haber detectado un pequeño rebrote tras haber transcurrido varias semanas sin registrar contagios.