Aritz INTXUSTA
FRENTE A LA AMENAZA DE CIERRE

LOS TRABAJADORES DE GAMESA EN AGOITZ MARCHAN EN IRUÑEA CONTRA EL CIERRE

M ÁS DE 3.000 PERSONAS ARROPARON A LA PLANTILLA DE LA FÁBRICA DE SIEMENS-GAMESA EN AGOITZ. TRAS VARIOS DÍAS DE MOVILIZACIONES, LOS 238 TRABAJADORES MARCHARON POR LAS CALLES DE LA CAPITAL Y DIERON UN DISCURSO JUNTO A LAS SEDE DEL GOBIERNO, EXIGIENDO SU INTERVENCIÓN.

En las manifestaciones se corean lemas muy parecidos, pero hay protestas donde lo que se grita se siente distinto. Es como si las verdades tuvieran intensidad diferente según quien las diga. La de ayer era una manifestación en la que 238 obreros salían a la calle en defensa de sus puestos de trabajo, de esas que emocionan. La multinacional que los empleaba les ha dicho que se va sin remedio. Que les deja tirados con una planta prácticamente nueva, apenas tiene diez años, porque en otros lugares del mundo le sale más barato fabricar palas de molino. La planta de Agoitz de Siemens (la transnacional que compró Gamesa hace tres años) tenía carga de trabajo garantizada hasta septiembre de 2021. Pero alguien, en alguna parte, decidió que quería ganar más dinero y que en su planta en Portugal o en la de Tánger los obreros cobran menos.

En manifestaciones como la de ayer, donde es todo tan intenso, no es raro que no se cumpla del todo el protocolo. En un determinado momento, avanzando por Baja Navarra, un anciano en silla de ruedas a motor sobrepasó la pancarta que empuñaba el comité. Tras él, venía a paso rápido la mujer que le cuidaba para cerciorarse de que tenía bien puesta la sonda.

Suceden anécdotas como esta porque se echan a la calle pueblos enteros y familias enteras. Se ve a gente demasiado mayor, a otros con cojera, y a los que no se manifiestan nunca pero que sienten que esta vez sí. También los niños llevan pancartas para que su madre o su padre no vayan al paro en un momento horrible para quedarse sin trabajo.

Cuando la cabecera torció en la rotonda para enfilar Carlos III, lo que se gritaba era «No es crisis, es capitalismo». Aquello sonaba más atroz que nunca mientras esas 3.000 y pico personas tan distintas –y tan unidas– avanzaban por entre los escaparates de joyerías y tiendas de ropa de multinacionales.

El avance fue lento, pesado y muy ruidoso. Casi les llevó una hora recorrer la distancia que va desde Geltoki hasta la Diputación. El remate final lo dieron dos de los trabajadores en un pequeño atril a las puertas de la sede del Gobierno. Antes de llegar allá, el nombre del consejero de Desarrollo Económico, Manu Ayerdi, sonó de forma insistente. A fin de cuentas, Gamesa llegó a Agoitz a golpe de subvención pública. Que se marche ahora, apenas una década después, parecería una broma de mal gusto si no fuera cierto.

Los que leyeron el comunicado final no estaban acostumbrados a hablar en público. Se nota en cómo les temblaba la mano al agarrar el papel. Simplemente, eran trabajadores en lucha y que saben que están peleando. Así que superaron el miedo y leyeron. Contaron que Gamesa ya cerró las plantas de Imarkoain y de Altsasu para irse a Agoitz y que por eso muchos de los trabajadores llevan más tiempo en la empresa que los que tiene la propia planta. «La decisión de cerrar el centro de trabajo de Siemens-Gamesa en Aoiz es una deslocalización pura y dura. No se trata de una empresa que tenga pérdidas. Hablamos de una empresa que gana mucho dinero y que quiere ganar todavía más sin importarle nuestro futuro ni el de nuestras familias», afirmaron.

Tomaron la palabra Ainara Lizarraga y Andrés Márquez. Además de a los propios compañeros de planta, ambos dieron las gracias a los vecinos de Agoitz que vinieron a darles su apoyo. El golpe que supondría el cierre de la fábrica de palas de molino para la zona sería muy complicado, o imposible, de superar.

«El Gobierno de Navarra tiene que implicarse para evitar el cierre y buscar un proyecto empresarial para no dejar morir una zona entera de Navarra. Nuestra planta de trabajo tiene un impacto enorme para toda la zona prepirenaica. El cierre acentuaría muchísimo el problema de despoblación», avisaron los dos trabajadores.

El único motivo que ha puesto la multinacional sobre la mesa es que la fábrica está demasiado lejos del mar. Esta excusa no puede ser admitida por el Gobierno navarro, que ha invertido millones de euros en que la planta llegara justo allí –UPN lo vendió como premio por el pantano de Itoitz–. Por eso, que ahora Siemens salga con esas, es un sinsentido.

Antes de acabar la protesta, los obreros se conjuraron para hacer frente a una decisión que se tomó en otro país mientras ellos estaban confinados por el covid. El reloj corre demasiado rápido en su contra. La empresa se dio un mes para cerrar. Si no pelean como lo hacen, bajará la persiana el 8 de agosto.