Beñat ZALDUA
TRAS LAS ELECCIONES DEL DÍA 12 EN LA CAV

La abstención de las rentas bajas, el gran agujero negro de la democracia

El análisis de los votos en las elecciones del día 12 en la CAV vuelve a poner en evidencia que los pobres votan menos que los ricos, lo que lleva a que los intereses de las clases más altas estén más representados que los de las clases bajas. La alta abstención en la jornada electoral hace que este fenómeno adquiera dimensiones preocupantes.

Los pobres votan menos que los ricos, lo que hace que los intereses de las clases altas estén más ampliamente representados que los de las clases bajas en el mandato que sale de las urnas. El fenómeno no es nuevo ni desconocido, pero con la abstención del 49,2% del domingo pasado, el hecho adquiere dimensiones alarmantes.

En Gasteiz hay una mesa electoral en la que votaron menos de dos de cada diez electores –la abstención se situó en el 81,8%–. En Bilbo hay cinco mesas en las que podían haber votado el domingo 3.308 personas, pero solo lo hicieron 890. Es decir, una participación del 26,9%. Esas cinco mesas están en Otxarkoaga y si las cruzamos con los datos sobre la renta ofrecidos por el INE, observamos sin demasiada sorpresa que se corresponden con las rentas más bajas de toda la CAV. Ninguna mesa supera los 9.000 euros de renta media al año. Sin salir de Bilbo, en Abando encontramos otra mesa con una renta media anual de 26.051 euros donde la participación se situó el pasado domingo en un 64,1%.

En realidad, la participación en Abando –y, en general, en los barrios de rentas altas– fue también bastante baja para lo que acostumbra a registrarse, pero lo que interesa en estas líneas es señalar la abismal brecha que se abre entre la participación de ricos y pobres, que en la principal metrópoli vasca alcanza los 40 puntos en su caso más extremo. Es una barbaridad.

Si en vez de mesas particulares, lo hacemos a la inversa y, gracias a los datos del INE –no disponibles para Araba– seleccionamos las 20 secciones con rentas más altas y las 20 con rentas más bajas, las cifras no son tan extremas, pero la tendencia se confirma y se hace indiscutible. En las 20 secciones más ricas de Bizkaia viven 18.918 personas con derecho a voto, y de ellas votaron 11.004, un 58,2%. En las 20 más pobres, por contra, viven 14.980 personas con derecho a voto, pero de ellas solo 5.053 acudió a las urnas, el 34,2%. La diferencia es de 24 puntos, pero con números gruesos quizá se entienda mejor: de las secciones ricas de Bizkaia salió el doble de votos para el próximo Parlamento de Gasteiz que de las secciones más pobres.

No es ningún disparate afirmar que este hecho condiciona la representatividad del mandato que sale de las urnas. Es algo suficientemente demostrado en la academia. En 2013, Vincent Mahler, David Jesuit y Piotr Paradowki analizaron 14 países y comprobaron que allí donde los pobres participan más, se aplican mayores políticas de redistribución. Donde los ricos votan más, ocurre al revés.

En un trabajo para la Fundación Foessa sobre la segregación electoral, Manuel Trujillo y Braulio Gómez, investigadores del CSIC y de la Universidad de Deusto, lo explican sin demasiados rodeos: «Los representantes pueden dar la espalda a las preferencias de los más pobres porque nunca entran en el sistema, ni tampoco están esperando a la salida del ciclo electoral para castigar o premiar a los que le dieron su voto».

«Desaparecen los incentivos para que los partidos políticos recojan sus intereses en sus programas y sus políticas», añaden, apuntando que esta podría ser una de las razones por las que «la reducción de la pobreza es menos vendible en el mercado electoral que cualquier mantenimiento de un servicio público universal del que se beneficia toda la población independientemente de su clase social». Las preferencias de las rentas más bajas, sencillamente, «dejan de entrar en el sistema» y las consecuencias son demoledoras: «La representación de la sociedad que caracteriza a las elecciones de la democracia representativa se rompe al quedar fuera del sistema la voz de los más desfavorecidos».

La desigualdad en el censo

La desigualdad política, que estos autores califican de «agujero negro de la democracia», no empieza en la participación. Viene de antes, como se observa al comparar el número de habitantes de cada sección con derecho a voto. Son diversos los factores que pueden hacer que una persona quede fuera del censo electoral, pero los más habituales tienen que ver con la situación administrativa. Por ejemplo, las personas empadronadas en Hego Euskal Herria sin nacionalidad española pueden votar en la municipales, pero no así en las autonómicas.

Esta exclusión, como es previsible, no impacta de forma similar en todos los barrios. En las secciones de rentas altas, más del 96% de los vecinos mayores de 18 años consta en el censo electoral como sujeto con derecho a voto, tanto en Bizkaia como en Gipuzkoa. Sin embargo, en el caso de las secciones de rentas bajas, ese porcentaje baja al 86,1% en el caso de Bizkaia y al 88,2% en Gipuzkoa. Puede haber algún baile en los números, porque las edades de la población son de 2017 –último año sobre el que el INE ofrece datos demográficos por secciones–, pero la tendencia es muy clara.

No solo las rentas más bajas

En el trabajo ya referido, Trujillo y Gómez apuntan que la brecha se viene agravando tras la salida de la crisis de 2008 y que no solo ocurre en los núcleos de pobreza extrema, también se da en barrios empobrecidos los últimos años. Haría falta más tiempo y un trabajo más propio del ámbito académico que del periodístico para mirar al detalle si ha ocurrido así también en territorios vascos, pero un experimento rápido sugiere que sí.

Si cogemos, por ejemplo, las tres secciones bilbaínas de rentas medias que más se han empobrecido entre 2015 y 2017 –datos del INE– y las secciones de rentas similares que más han mejorado su posición en estos años, nos encontramos con que la participación ha sido cinco puntos más baja en aquellas secciones electorales de rentas medias empobrecidas.

Sería conveniente un análisis más profundo sobre el tema, pero más interesante todavía sería actuar. El fenómeno existe, estamos a las puertas de una nueva crisis económica y la democracia representativa difícilmente se podrá permitir el lujo de mantener ese nombre si las participaciones del pasado domingo se repiten en próximas citas.