La convención del Partido Demócrata de EEUU ha designado oficialmente a Joe Biden candidato presidencial a las elecciones del 3 de noviembre. Es la persona elegida para intentar echar de la Casa Blanca a Donald Trump. En nada más existe acuerdo entre quienes votarán a Biden, pero desde liberales hasta socialistas, desde Collin Powell hasta Angela Davis, todo el mundo entiende que quitar del poder a este racista, misógino, violento e ignorante es una prioridad para el país y más allá.

El que se engaña es porque quiere. Joe Biden y su compañera de cartel, Kamala Harris, son los candidatos del establishment y de las corporaciones. Son neoliberales y conservadores. Tienen un historial político terrorífico. Han sido el freno del sistema frente al impulso socialista que, de la mano del veterano Bernie Sanders y de nuevas líderes como Alexandria Ocasio-Cortez, representa los valores de la igualdad y la justicia y defiende políticas de izquierda. Pero el que se engaña es porque quiere. Ha pasado una legislatura y nadie puede sostener ya que Donald Trump es un outsider que quería cambiar el sistema y establecer un nuevo orden geopolítico. Trump es un peligro para la democracia como idea. Es el representante del autoritarismo, de los privilegios y de la mentira. A estas alturas, al que le engañan es porque él quiere.

Tras perder la batalla de las primarias, la estrategia de los socialistas norteamericanos consiste en ganar votaciones y lograr más representantes. Seguirán presionando a las estructuras del partido y en las instituciones para que se reviertan las políticas públicas en ámbitos como la salud y la educación, los derechos laborales o la política exterior. Intentarán vertebrar el movimiento sociopolítico que sea capaz de presentar una alternativa, otros liderazgos y tomar así el poder. Eso pasa, según ellos y ellas, por echar a Trump en otoño. Junto a la tradición imperial, en EEUU existe una cultura democrática potente, basada en miles de luchas y luchadoras que no cabe menospreciar.