Raimundo Fitero
DE REOJO

En punto

A la pregunta ¿qué hora es?, la respuesta ecuménica es: en punto. Siempre es la hora en punto. Por eso al mirar las noticias hay que poner un reloj acusador para saber que ese en punto, es un punto y seguido. Porque ya no hay puntos y aparte. La pandemia que no cesa ha arrasado con ideas tan primarias como es la aritmética, la suma, la estadística, lo que vale un peine y cómo afrontar desde las tinieblas de la incongruencia el combate contra un invisible bicho que está y no está, que da señales de existencia y las oculta, que se usa para la contienda política y se juega con la vida, las expectativas, las emociones y la economía de seres humanos, sociedades, países y civilizaciones. Y me quedo corto.

Si es en punto, lo bueno sería saber, aunque fuera de una manera referencial ¿dónde estamos? Y me parece que casi nadie sabe ahora mismo qué está pasando. La sensación más extendida es que el movimiento centralizador más importante sufrido en los últimos años ha sido precisamente descentralizar el control de la pandemia. Cuando el Gobierno central, centralizaba, tenía el mando único, se difundían órdenes que se cumplían, crecían los que acusaban a esa situación de nefasta. Se produce el caso contrario y todos lloran por volver a lo anterior. La responsabilidad es eso que se exige a los demás, pero cuesta mantener en uno.

En el oasis, el mando único lo ejerce Urkullu y la pregunta rutinaria asoma inmediatamente, ¿estamos mejor, peor o no sabemos cómo estamos? Los telediarios dicen que la CAV es un foco de alto peligro. Las medidas tomadas son propaganda barata. El famoso tsunami está tratado como si fuera una ventolera pasajera y pocas medidas contundentes, por lo que la incertidumbre se extiende, el pánico crece y el escepticismo se convierte en una fuerza motriz que se puede cronificar. En punto.