Aritz INTXUSTA
ANIVERSARIO DE LA ENTREGA DE COMPANYS

MEMORIA SOBRE EL PUENTE QUE CRUZÓ COMPANYS HACIA UNA MUERTE SEGURA

EN 1940, AGENTES NAZIS ENTREGARON AL PRESIDENT DE LA GENERALITAT EN EL EXILIO, LLUÍS COMPANYS, EN IRUN. CUATRO AñOS ATRÁS, COMPANYS HABÍA ACOGIDO A MILLARES DE PERSONAS QUE HUYERON DEL BIDASOA TRAS EL GOLPE DE ESTADO. AYER, EN EL 80 ANIVERSARIO DE LA ENTREGA, SE REIVINDICÓ LA MEMORIA DEL LÍDER CATALÁN FUSILADO.

El Puente Avenida no es ni demasiado largo ni demasiado ancho. Desde el lado Sur de la frontera se aprecia bien el otro extremo. Ayer se cumplieron 80 años desde que allá, en el lado Norte, aparcó un coche.

Al hombre flaco que se bajó tuvieron que verlo desde la otra orilla. Iba despeinado, luciendo un traje claro que le iba varias tallas grande y zapatones blancos. Los que lo esperaban sabían que Lluís Companys acabaría ante un pelotón de fusilamiento. A nadie se le escapaba que el juicio iba a ser una pantomima.

Pedro Urraca, el agente de la Gestapo que lo llevó a eso, a que lo mataran, tomó la última foto del president de la Generalitat en Hendaia. No se sabe el punto exacto. En la imagen, Companys aparece tranquilamente fumando un pitillo. Sale más entero de lo que cabría esperar, ya que está documentado que los interrogatorios de la Gestapo comenzaron en La Santé desde que lo atraparon. Aquel amplio traje, a buen seguro, escondía infinidad de marcas y cardenales.

Urraca y otros seis agentes habían atrapado al president exiliado un par de semanas atrás. Cuentan que Companys no se escapó, como sí hizo su hija María, porque no quiso abandonar en el Estado francés a su hijo, interno en un sanatorio.

Como bien vio su hija María Companys, París cayó ante Alemania y los nazis quisieron tener un detalle con sus aliados españoles regalándoles la cabeza de uno de los iconos de la República, el exilio y la resistencia.

Un paseo en soledad

Una vez sabido que el Avenida es un puente pequeño y el aspecto que tenía Companys aquel 29 de agosto de 1940, solo basta saber que el president cubrió esos 112 metros por su propio pie, a solas.

Con estos sencillos elementos, se hace fácil evocar ese pasaje histórico. Unos instantes que no pueden caer en el olvido, por lo que fueron y por lo que simbolizan. Pues el Puente Avenida fue tanto ruta hacia la libertad, como el paseo hacia un cadalso seguro.

«Lluís Companys cruzó solo y la recepción no se hizo con funcionarios de cualquier parte. Sabemos que Urraca fue el encargado, pero ¿qué pasa con los funcionarios que tenían el control de este puente, la Guardia Civil y los militares de la Comandancia de ahí atrás. Estos eran irundarras, eran colaboradores de la represión», denunciaron ayer las portavoces de la asociación memorialista Kepa Ordoki.

Justo 80 años después de aquel paseo, en el lado Sur del puente, se reunieron un centenar de personas armadas con claveles, poemas e instrumentos musicales. Llovió un poco al inicio del acto, mientras se relataba una vez más lo ocurrido, pero el sol asomó justo antes de la ofrenda floral, que se realizó a los pies de un cuadro inspirado en esa última foto, y con la que se puso fin al encuentro.

Con este acto, la asociación Kepa Ordoki reivindicó a Companys por lo que fue, por lo que hizo y por lo que le hicieron. Se ensalzó su figura como líder catalán, pero sobre todo, como icono de los represaliados. Junto al nombre de Companys se escucharon los de otros muchos que tuvieron que abandonar sus casas tras el triunfo golpista y la sed de sangre de los soldados del bando filonazi y de los paramilitares que salieron a ajustar cuentas y rapiñar.

«Muchas veces se dice que la historia es cíclica. Barcelona y el Bidasoa fueron un círculo. ¿Quién iba a decir que cuatro años después a Lluís Companys, el protector de los refugiados vascos en Catalunya, lo entregarían en este mismo puente? El Bajo Bidasoa tiene una gran deuda con la Generalitat de 1936», remarcaron los portavoces de la asociación memorialista. Según sus datos, unos 7.000 irundarras tuvieron que huir tras el golpe, la mayoría de ellos, rumbo a Catalunya.