Agustín GOIKOETXEA
BILBO

Bilbo apuesta por el límite de velocidad a 30 km/h

Bilbo se convirtió ayer en la primera ciudad del mundo de más de 300.000 habitantes en establecer el límite de velocidad en 30 km/h en todas sus calles. La controversia rodea a la puesta en práctica de una medida cuestionada desde sectores como el del taxi y saludada por usuarios de la bicicleta. La «apuesta» del Gobierno Aburto no puede ocultar que aún no se ha avanzado en muchas de las líneas estratégicas del Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS).

La estrategia de comunicación del Gobierno Aburto se marcó ayer un tanto al lograr que Bilbo se asociase a la palabra “mundo” por ser la primera urbe del planeta de más de 300.000 habitantes que limita la velocidad en sus calles a 30 km/h. En la celebración del día “¡Bilbao, sin mi coche!’’, el alcalde lo justificó como una apuesta «de presente y de futuro» para reducir el impacto medioambiental y de ruido que generan los vehículos.

Juan Mari Aburto sostuvo que esta nueva limitación de la velocidad, que en julio de 2018 ya se estableció en el 87% de las vías, cuenta con el aval de diversos expertos y se implementa tras estudiar experiencias de otras ciudades. No dudó de que los conductores todavía deberán adaptar sus hábitos, «pero sin olvidar que los conductores somos también peatones, y esta es una medida para todos».

Se mostró convencido de que «va a mejorar la seguridad vial porque se van a reducir, por un lado, el número de siniestros y, por otro lado, la gravedad de los mismos». Además, estima que el «calmado del tráfico» va a propiciar el uso de otros medios de transporte menos contaminantes como la bicicleta y los desplazamientos a pie, «el modo más saludable de recorrer y pasear por nuestra ciudad».

Aburto aseguró que el objetivo que persiguen «no es recaudatorio, sancionador o para molestar o retardar los servicios», en alusión a las duras críticas planteadas por taxistas y conductores de autobús, sino que buscan «reducir la presión ambiental, tanto la contaminación del aire como la acústica».

«Queremos una ciudad sin humos, sin ruido; no queremos una ciudad sin vehículos, esto no es la guerra contra el vehículo, sino que lo que queremos es que el patrón del comportamiento de los ciudadanos y de quienes vienen a visitarnos sea distinto», defendió el concejal de Movilidad y Sostenibilidad. Alfonso Gil explicó que Bilbo «se adelanta» a cambios normativos que están ahora en trámite en el Congreso español, como la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que contempla que para 2023 las ciudades de más de 50.000 habitantes tendrán que establecer zonas de bajas emisiones, por lo que la villa «se adelanta, y lo hace en todos su contexto urbano».

El calmado del tráfico, opinan los expertos, ayudaría a incrementar el uso de la bicicleta en el Botxo, aunque también se lamenta que no se hayan dado pasos durante la pandemia para establecer «corredores más seguros» para los ciclistas en algunos puntos conflictivos. Dos años después de que, en junio de 2018, la totalidad de los grupos políticos del Consistorio bilbaino suscribiesen el Pacto por la Movilidad Urbana, se acusa al Gobierno municipal PNV-PSE de haber dado «tímidos pasos» mientras hay dudas de que se vaya a lograr que la limitación a 30 km/h se cumpla.

El desarrollo del Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS) sigue siendo una asignatura pendiente para un Gobierno Aburto que busca titulares.