Victor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

No conoces su leyenda

Con el recuerdo aún fresco de la última (y espectacular) edición de Zinemaldia, toca volver a enfrentarse a la vida real; a ese 2020 que tan pocas alegrías parece dispuesto a darnos. Toca volver a encerrarse en casa, y a cruzar los dedos para que esta no sea la última vez que la providencia nos deje salir. Sea cual sea nuestro destino, es bueno saber que el buen cine también estará esperándonos en el hogar.

Lo que pasa (y esto es algo que hemos recordado en Zinemaldia) es que a una película no se le puede colgar la etiqueta de «Buena» o «Mala» así como así. O al menos, siempre hay que contar con la posibilidad de que lo que a mí me parezca irrefutablemente nocivo, al de al lado le parezca maravilloso, y viceversa. Saco el tema a cuento de uno de los títulos que se ganó, desde el momento del estreno (allá por el año 1995), la consideración de ser «una de las peores películas de la Historia del séptimo arte».

Me refiero a “Showgirls”, de Paul Verhoeven, se mire como se mire cumbre del trash fílmico; de ese cine desastroso condenado a convertirse, a la larga, en objeto de culto. Y si no, pregunten a Jeffrey McHale, director de “You Don’t Nomi”, documental dispuesto a diseccionar el fenómeno al que inevitablemente nos condujo esa delirante historia de una bailarina dispuesta a conquistar el competitivo mundo de los escenarios de Las Vegas.

Tanto un título como el otro, por cierto, están disponibles en la plataforma Filmin. Ahí, primero podremos recuperar la magia calenturienta de Verhoeven (ese lúcido animal suelto por los sets de Hollywood), y después descubrir el espíritu diseccionador de un documental con una filia deliciosa para dar vueltas alrededor de un concepto por lo menos magnético: el de la obra maestra calamitosa.

Juntando a voces de expertos y de fans acérrimos; moviéndose con soltura ante esa moviola que rememora los «greatest (s)hits» de “Showgirls”, Jeffrey McHale nos invita a replantearnos nuestros cánones cinéfilos, muy en la línea del diálogo que James Franco propuso entre su “The Disaster Artist” y la originaria “The Room”. Ya se sabe que donde unos ven basura otros, con total legitimidad, pueden detectar oro. En esta fantástica encrucijada se sitúa “You Don’t Nomi”, en la relación íntima y personal que establecemos con las obras de arte.