Ari Rabin-Havt
Vicedirector de la campaña de Bernie Sanders

Donald Trump es una persona terrible, pero no será derrotado solo por este motivo

En este artículo publicado originalmente en Jacobin, Rabin-Havt explica que incluso los seguidores de Trump saben que no es un buen tipo, pero defiende que derrotarlo exige algo más que insistir en ello.

Donald Trump no es solo un presidente terrible, es también un ser humano terrible. Es un mentiroso, un mujeriego, un intolerante y un sexista. Ha pasado toda su vida deleitándose en su propia corrupción moral, tanto en su vida comercial como en la personal. La única coherencia permanente de la carrera política de Donald Trump es que el listón siempre puede bajar.

La atrocidad del mes pasado fue la noticia de que, en febrero, le dijo al reportero del “Washington Post” Bob Woodward que el coronavirus era una pandemia grave, mientras en público minimizaba la letalidad de la enfermedad. A principios de ese mes, Jeffrey Goldberg, del “Atlantic”, informó de que Trump se había referido a los soldados muertos como «perdedores» y «tontos».

Pero ninguna de estas historias aporta nueva información sobre Trump. Los votantes, incluso sus seguidores, tienen una clara noción de quién es. Según las encuestas, solo el 52% de sus votantes lo describen como una «buena persona».

El problema que ha molestado a sus oponentes tanto en las primarias republicanas como en las elecciones generales es que cada vez que Trump comete otro acto de depravación que ‘pone fin a su carrera’, los medios de comunicación corren a cubrirlo. La clase tertuliana podría condenar el acto y Donald Trump podría reaccionar, pero una semana después, lo que era noticia de última hora solo unos días antes había caído por el agujero de la memoria y Trump lo volvía a hacer de nuevo. Este mismo ciclo se ha repetido desde que Trump bajó las escaleras mecánicas en 2015*.

Después de la campaña de George H. W. Bush en 1988, su asesor y futuro director de Fox News, Roger Ailes, le dijo a la periodista Judy Woodruff durante un foro en la Universidad de Harvard: «Seamos realistas, hay tres cosas que interesan a los medios: fotografías, errores y ataques. Esa es la única forma segura de obtener cobertura. Intenta evitar tantos errores como puedas. Intenta darles tantas imágenes como puedas. Y si necesitas cobertura, ataca y obtendrás cobertura».

Ailes continuó: «Es mi teoría política del foso de orquesta. Tienes a dos muchachos en el escenario y uno dice: ‘Tengo una solución para el problema de Oriente Medio’, y el otro cae en el foso de la orquesta, ¿quién crees que aparecerá en las noticias de la noche?»

Los noticiarios nocturnos han sido reemplazados por los canales de cable de 24 horas, pero la crítica de Ailes a los medios, concretamente a una práctica que aplicó luego en Fox News, sigue siendo cierta.

Ahora estamos en un año de elecciones presidenciales que tendrá muchas menos fotografías. Esto nos deja con errores y ataques. Trump ha invertido la primera parte de la máxima de Ailes, los errores ya no son una desventaja para él. Son demostraciones de su fuerza o algo que simplemente se hace para provocar reacciones enfadadas por parte de los liberales.

Podemos apostar a que Donald Trump entrará directamente en el foso de la orquesta todas las noches desde ahora hasta el día de las elecciones. Y también podemos apostar a que un medio complaciente se lo comerá. La pregunta es cómo responden a ello la campaña de Biden y los demócratas.

Si la pregunta que los votantes se ven obligados a hacerse en esta carrera es: «¿Es Donald Trump una buena persona?», muchos dirán que no o que simplemente no les importa, entrarán en la cabina de votación y votarán por él.

Los demócratas deben plantear una nueva pregunta a los votantes. Durante los dos últimos ciclos, hemos confiado en que las personas voten en contra de Trump. Es hora de presentar agresivamente una agenda por la que la gente pueda votar.

La verdad es que, al no gobernar en este momento de múltiples crisis, Trump ha dado a sus oponentes la oportunidad de presentar una agenda económica que les dé a los votantes algo por lo que votar. Los republicanos han bloqueado categóricamente ayudas en estos tiempos de pandemia criminal. El gobierno podría proporcionar esa ayuda. Los bancos de alimentos todavía están superados por la cantidad de gente que está pasando hambre. Una nueva administración podría poner los fondos necesarios para asegurarse de que la gente pueda alimentar a sus familias. Millones han perdido la cobertura médica proporcionada por sus empleadores. Una oposición creíble podría presentar este como el momento de hacer de la atención sanitaria un derecho universal. California está en llamas. Podríamos luchar contra el cambio climático con un Green New Deal.

Pero hasta ahora, en la campaña, los demócratas se han centrado en el subrayar que Joe Biden es un «buen tipo»: no enviará tweets desagradables, ni gobernará a través de publicaciones en las redes sociales. Fue amable con los conductores de Amtrak y con el ascensorista del “The New York Times”. Pero la elección no es, en realidad, un concurso de popularidad y míster Simpatía no necesariamente ganará.

Hace unos meses, Biden y su equipo afirmaban que su administración sería un quinto mandato para FDR**. Es hora de que empiecen a cumplir esas promesas.

(*) Donald Trump anunció su candidatura a la presidencia de EEUU el 16 de junio de 2015 en la Trump Tower de su propiedad, en un acto que arrancó descendiendo pomposamente por unas escaleras mecánicas de oro.

(**) FDR, siglas con las que en EEUU se refieren a Frank Delano Roosvelt, presidente entre 1933 a 1945 y único candidato en ganar cuatro elecciones estadounidenses consecutivas. Fue artífice del New Deal, el programa fuertemente intervencionista qué sacó a EEUU de la crisis de 1929.