GARA
WASHINGTON

EEUU contiene la respiración ante el día después de las presidenciales

Un autobús demócrata hostigado en Texas, comercios tapiados con tablones de madera en Washington, vallas en Nueva York, refuerzos policiales en todo el país, limitaciones, pocas, a la venta de armas... EEUU contiene la respiración ante el día después de las presidenciales.

La campaña del candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, ha anunciado la suspensión de varios eventos de cierre de campaña en el estado de Texas después de que un convoy de vehículos todo-terreno con banderas de la campaña del presidente, Donald Trump, rodeara y amedrentara a uno de sus autobuses en la autopista de San Antonio a Austin.

Sería una simple anécdota si no fuera porque los nervios están a flor de piel ante unas elecciones en la que lo reñido del resultado –según los sondeos y la sorpresa de 2016 –, el masivo voto por correo, que ralentizará el recuento, y, sobre todo, los anuncios del magnate en la Casa Blanca de que no reconocerá los resultados si pierde prefiguran un escenario de tormenta perfecta en el que algunos auguran el riesgo de una guerra civil, aunque sea de baja intensidad.

(Nota: Trump ya hizo la misma advertencia hace cuatro años pero la amenaza ahora reviste especial gravedad porque no sería una simple pataleta y ahora tiene todos los resortes que le da detentar el poder).

Downtown D.C., con sus tiendas tapiadas a cal y canto, parece prepararse para un bombardeo. «Esta es la primera vez que pasa esto por las elecciones», narra a Efe Raimundo, un inmigrante que desde hace 23 años reside en este país y quien forma parte de una cuadrilla de trabajadores encargados de instalar láminas sobre puertas y ventanas de restaurantes, hoteles y distintos comercios.

Todas las calles adyacentes a la Casa Blanca estarán cerradas al tráfico en y tras los comicios.

En Nueva York, la Policía ha diseñado planes en caso de que las protestas se tornen violentas. Y hasta la zona de Rodeo Drive, en la glamurosa Beverly Hills, se cerrará al tráfico de automóviles y peatones el día de las elecciones y el siguiente.

La firma estadounidense Walmart, una de las cadenas de grandes almacenes mayor del mundo, ha decidido retirar de muchas de sus tiendas las armas de fuego y las municiones. Aduce para ello las protestas y saqueos ocurridos en Filadelfia esta semana tras la muerte a tiros a manos de la Policía del joven negro con problemas de salud mental Walter Wallace.

Por contra, El director de Seguridad Pública de Denver, Murphy Robinson, confirmó refuerzos policiales para el día D.

La Policía en la capital del estado de Colorado, con más de 600.000 habitantes, ha aprobado casi 300 permisos de armas de fuego en octubre, el doble de la media de septiembre.

«Queremos asegurarnos de que la seguridad pública no se convierta en la noticia; la noticia es la elección», afirmó Robinson, al admitir que la jornada puede verse afectada por un resultado cerrado, a lo que añadió la tensión por la covid-19 y su impacto económico.

Escrutinio y resultados

En caso de resultados ajustados y de retraso en el escrutinio, se temen escenarios catastróficos en los que partidarios de Trump y opositores saldrían a las calles a reclamar la victoria en un país donde llevar armas está protegido por la Constitución..

Y el presidente Trump ya se ha encargado, como parte de su estrategia, de agitar los ánimos al negarse repetidamente a decir claramente si cedería el poder en caso de derrota el próximo martes 3 de noviembre.

La sombra airea incluso sobre un eventual proceso de transición del poder. Pero para eso tiene que ganar Biden. «Yo quiero una transición magnífica», ha señalado el magnate, para matizar que «es necesario que las elecciones sean honestas». El presidente lleva meses repitiendo la hipótesis, que todos los responsables rechazan por falsa, de que el voto por correo estaría plagado de irregularidades.

Y es que, otra singularidad estadounidense junto con el peculiar –por indirecto y nada proporcional– sistema electoral, desde las presidenciales hasta la asunción del cargo (20 de enero) pasan dos meses y medio. Una eternidad en una sociedad no ya polarizada, sino rota.