Txaro Marquinez Idiaquez
GAURKOA

31 de octubre, nuestros mayores salen a la calle

Hace mucho tiempo que se empezó a gestar el guion de una película. Un argumento que a todos visos era triste, y que con el paso del tiempo se fue convirtiendo en el guion de una película de terror, con un desarrollo mucho más dramático de lo nunca pensado, y que no tiene fin. Los actores son muchos, pero los protagonistas estelares solo son unos, nuestros mayores.

La pandemia que estamos sufriendo, mucho más dura de lo que nunca hubiéramos pensado, se ha cebado con nuestros mayores. Está siendo letal, tanto por la virulencia del virus, como por la virulencia de la gestión de las diferentes administraciones.

Ellos y ellas lo dieron todo por nosotros. Sobrevivieron a una guerra, a la postguerra, a la dictadura, y lucharon por mejorar la sociedad para que las generaciones venideras viviéramos en mejores condiciones que las suyas. Muchos de ellos y ellas no han sobrevivido al virus, pero no ha sido solo porque tuvieran patologías previas. La privatización de los servicios públicos, la dejación para con los mismos, con la consiguiente precariedad que ello conlleva tanto para usuarios y usuarias, como para las trabajadoras, ha sido un componente importante.

Desde las diferentes administraciones (Gobierno Vasco y Navarro, diputaciones y ayuntamientos) han ido privatizando residencias, centros de día, ayuda a domicilio etc., permitiendo que los cuidados y las necesidades sociosanitarias de nuestros mayores sean un gran negocio para algunos y algunas. Poco ha importado la calidad de los servicios públicos y privados, más bien nada. Hay un dato objetivo que así lo demuestra, la terrorífica situación que han sufrido y están sufriendo nuestros mayores, así como el número de contagios y de fallecidos.

Somos muchas las familias que nos hemos ido organizando. Algunos llevaban tiempo denunciando estos atropellos, y otras, como es mi caso, nos hemos ido uniendo para decir basta a tanta conculcación de derechos fundamentales.

Familiares de usuarios y usuarias de residencias y de centros de día de Araba, empezamos en julio nuestra andadura, con concentraciones pidiendo visitas dignas, salidas a la calle y cobertura a los cierres de los centros de día. Nuestros mayores han sufrido y están sufriendo lo más parecido a un «secuestro», con el alarmante deterioro físico y cognitivo que ello ha supuesto.

Durante este tiempo hemos leído y oído muchas declaraciones sangrantes. El diputado general, el señor Ramiro Gonzalez, ya en mayo dijo que había que cambiar el modelo de residencias, lo cual ha repetido en varias ocasiones. Que eran muchas las familias que estaban de acuerdo con las medidas que estaban tomando «para proteger» a los más vulnerables. Hay que tener valor para decir esto y no cambiar ni el gesto.

El diputado de Política Social, el señor Emilio Sola, tras unos meses desaparecido, siguió el mismo camino, bordándolo con declaraciones como «prefiero mayores tristes a mayores muertos». Gran frase la suya.

En una reunión que mantuvimos con él y con miembros de su equipo, en la que le trasladamos nuestra exigencia de trato digno en cuanto a visitas, salidas y cuidados para nuestros mayores (argumentados y avalados por diferentes organismos y expertos) lo que oímos fue más de lo mismo. En esta reunión, la Directora de Servicios Sociales, en un cálculo rápido, se atrevió a decirnos que éramos un 2% los familiares que pedíamos más visitas y salidas a la calle.

En las diferentes comparecencias, del Diputado General, del de Política Social y de la Consejera de Igualdad, Justicia y Política Social, lo único que hemos oído ha sido palmadas en la espalda por lo bien que lo están haciendo. Están orgullosos de lo bien que están gestionando los servicios sociosanitarios, con un decreto de 1998. No ha cambiado un ápice y han pasado veintidós años.

En ningún momento han reconocido que no se han hecho las PCR a residentes y trabajadoras, que allá por el mes de agosto dijeron que iban a hacer. Que no han aumentado las plantillas ni en las residencias públicas ni en las privadas, lo cual impide desinfecciones continuas y la aplicación de los protocolos de protección y prevención. Los datos de contagios, sin tener salidas, son un dato muy importante a tener en cuenta. Son un claro reflejo de que no lo están haciendo bien.

La semana pasada, en un periódico vimos una puesta en escena de la Diputación de Álava, con posado incluido, al más puro estilo de una revista del corazón. Dos páginas, dando voz a la propia institución y a intereses privados. En ningún caso a los familiares. No fue casualidad. El día 31 de octubre, las diferentes asociaciones de familiares de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa, con el apoyo de los pensionistas, sindicatos, movimientos sociales y feministas, y asociaciones vecinales, teníamos convocadas manifestaciones, exigiendo prioridad para los cuidados de nuestros mayores. Trataron de restar importancia a nuestra movilización, pero de nuevo se equivocaron.

Las calles de Gasteiz, Bilbo, Donostia e Iruñea, han sido un clamor de la defensa de los derechos de nuestros mayores. Han sido muchas las personas que han acudido a las mismas, y muchas las que no hemos podido acudir porque el confinamiento perimetral nos lo ha impedido, y como no puede ser de otra manera, lo hemos respetado.

No vamos a permitir que se sigan vulnerando los derechos de nuestros mayores. No vamos a permitir que algunos y algunas digan que los «protegen», cuando les impiden las salidas con sus familias y les impiden las visitas diarias. Les impiden, en definitiva, una vida digna.

Ellos y ellas lucharon por nosotras, y nosotras lo haremos por ellos y ellas.