Jaime IGLESIAS
MADRID
Elkarrizketa
DEA KULUMBEGASHVILI
DIRECTORA DE CINE

«La resignación o la inacción son también una manera de reaccionar»

Nacida en la ciudad rusa de Oriol en 1986, su infancia transcurrió en un entorno rural en la localidad de Lagodeji (Georgia). Unos ambientes que han inspirado su labor como directora tanto en su cortometraje “Invisible Spaces” (2014), presentado con gran éxito en Cannes, como en “Beginning”, su debut en el largometraje que acaba de estrenarse en salas tras haber arrasado en el último Zinemaldia.

Hecho insólito en la historia del Festival de San Sebastián, la ópera prima de Dea Kulimbegashvili acaparó prácticamente la totalidad del palmarés con la Concha de Oro, el premio a la mejor dirección, a la mejor actriz y al mejor guion. Una decisión que suscitó el aplauso unánime de muchos de los espectadores a los que la película deslumbró desde su primer pase en el festival y la incomprensión de algunos escépticos que no acabaron de conectar con la árida (y apabullante) propuesta de la cineasta georgiana.

Su película es tan rica, tan compleja, que ofrece muchas lecturas, pero hay un gran tema que articula el relato y es la necesidad de emanciparse de la protagonista. ¿Hasta qué punto diría que se trata de una película sobre una mujer que busca los cauces para dar rienda suelta a sus deseos?

Cuando hablamos de emancipación parece como si fuese algo consciente y premeditado, como si se tratase de una decisión racional, pero para la protagonista de mi película ese deseo de liberarse tiene más que ver con una sensación de malestar. Ella percibe que hay algo que no funciona en su vida pero no sabe de qué se trata, aún así siente un impulso de avanzar hacia lo desconocido y al dar ese paso inicia un viaje en el que intenta dar rienda suelta a sus deseos aun cuando se trate de algo que puede llegar a resultar doloroso para ella.

 

¿Por qué decidió que la protagonista fuera miembro de una congregación como los Testigos de Jehová? ¿Hasta que punto la religión es un elemento determinante a la hora de asumir ese malestar del que intenta escapar?

Qué duda cabe que su pertenencia a una congregación religiosa refuerza en ella ese carácter sumiso, pues la idea de sacrificio, de aceptación del dolor y de humillarse poniendo la otra mejilla son las que definen la personalidad de Yana. Pero no creo que la religión sea lo que determine su malestar sino que es al revés, ella entra a formar parte de esa congregación porque ha sido educada en la idea de sometimiento. En la secuencia en la que habla con su madre podemos intuir sus orígenes, su formación.

 

Si bien se puede empatizar fácilmente con la protagonista en la búsqueda de esa libertad emocional, la película resulta muy incómoda para el espectador al asistir a la resignación o la inacción de Yana ante determinadas situaciones. Por ejemplo, ante el hecho de ser violada. ¿No le planteó esto ningún conflicto?

Muchas veces cuestionamos la respuesta de algunas mujeres ante determinadas agresiones que sufren como si realmente tuvieran opciones para responder de otra manera. La resignación o la inacción son también modos de actuar y creo que una mujer como Yana, procedente de un entorno rural, de la Georgia profunda, y con la educación que ha recibido es normal que actúe como actúa. Puede que al espectador occidental, urbano, le cueste asumir su falta de reacción cuando es humillada o cuando es violada pero, en ambos casos, ella responde del único modo que conoce, resignándose ante su destino.

 

Ese tono frío que mantiene la película, esa crudeza, esos planos largos y estáticos supongo que fueron una opción de representación muy pensada de cara a generar desconcierto en el espectador. ¿Cómo fue el trabajo de planificación?

Es un trabajo en paralelo al de la escritura del guion. Según voy escribiendo la película tiendo a visualizarla y, en este sentido, la planificación ya la tenía perfectamente clara cuando comencé el rodaje de la película. Quería que el espacio físico que ocupa la protagonista fuera algo intangible que arrojase, en todo momento, una sombra sobre ella. La cámara no sigue a los personajes sino que son estos los que entran y salen de plano y eso, a su vez, le da un sentido al tiempo del relato. Creo que en estos tiempos de inmediatez, donde el consumo audiovisual viene determinado por los ritmos que imponen los medios de comunicación y las redes sociales, los que hacemos cine tenemos el deber de crear algo distinto, más pausado, más reflexivo.

 

La sociedad que usted refleja en la película es un microcosmos donde todos los personajes necesitan aferrarse a algo en lo que creer, hasta el punto de ser dirigidos. Son como un rebaño que demanda un pastor. ¿Cabe al respecto una lectura en clave política sobre el devenir de su país?

Georgia es un país peculiar. Estuvimos setenta años bajo el dominio soviético y cuando el proyecto político de la URSS colapsó, la sociedad georgiana se vio huérfana de un ideal de futuro. Como tal, comenzamos a buscar desesperadamente algo a lo que aferrarnos, en parte porque nos cuesta tomar la responsabilidad sobre nuestras vidas y preferimos que sean otros los que nos muestren el camino que debemos seguir. Dicho lo cual, no creo que esto defina exclusivamente al pueblo de Georgia sino que esa necesidad de confiar nuestra suerte a una fuerza superior es algo que está en la naturaleza misma del alma humana.

 

En ese contexto, ¿los esfuerzos de la protagonista por emanciparse están condenados a fracasar?

Sí, se da esa paradoja. Por una parte anhelamos ser libres, tener las riendas de nuestro destino en nuestras manos; por otra, demandamos la asistencia de una fuerza superior que nos guíe. Pero, ¿qué pasa si esa fuerza no comparece? Esta idea es la que da sentido al trabajo de planificación de la película y supongo que por eso decidí iniciarla con una escena que invoca el sacrificio de Isaac por parte de Abraham. ¿Qué hubiera ocurrido si Dios no se hubiera manifestado para parar a Abraham? El mantener la cámara estática y dejar el plano abierto juega con esa idea, es un reflejo de las expectativas de los protagonistas que están esperando que algo se manifieste ante ellos y por extensión ante nosotros, los espectadores, para actuar en un sentido u otro.

 

«Beginning» fue la gran triunfadora en el último Zinemaldia cosechando cuatro premios, un hecho insólito. ¿Cómo recibió este reconocimiento?

Pues fue algo totalmente inesperado que nos hizo muy felices, sobre todo, porque gracias a San Sebastián la película tuvo repercusión internacional y eso es algo muy positivo de cara a dar visibilidad a nuestro trabajo posibilitando que se vea en muchos más países de los que habíamos previsto.

 

¿Pero no se trata de una responsabilidad difícil de gestionar? Ese reconocimiento va a poner el foco en todo lo que ruede desde este momento.

No sé, yo no siento esa presión, sobre todo porque no me tengo por alguien tan importante como para generar expectativas.