Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «El profesor de persa»

Palabras que matan, palabras que salvan vidas

El ucraniano Vadim Perelman dejó atrás su etapa en Hollywood con “Casa de arena y niebla” (2003) y “La vida ante sus ojos” (2007), para regresar al viejo continente con un cine que sigue siendo muy internacional. “El profesor de persa” (2020) maneja además un lenguaje universal, porque habla de la capacidad humana para superar las barreras idiomáticas en circunstancias históricas de conflicto bélico, forzada por el puro instinto de supervivencia. Y, para mejor comprensión, conecta de lleno con el subgénero de las películas desdramatizadoras sobre el holocausto, que son ya toda una corriente. Por decirlo de una forma expresiva, le quita el blanco y negro a “La lista de Schindler” (1993), al tratar con más sentido del humor el tema de los sobrevivientes de los campos de concentración alemanes, inspirándose concretamente en el de Natzweiler-Struthof.

La elección del actor argentino francófono Nahuel Perez Biscayart para el papel del belga que se hace pasar por persa –circuncisión mediante– para no ser tomado por judío y evitar una muerte segura, es tan acertada como la de su antagonista Lars Eidinger, quien a pesar de llevar el uniforme nazi sueña con abandonar Alemania al final de la contienda y viajar a Teherán, donde vive su hermano, para abrir un restaurante. La fusión cultural entre cocina e idiomas cobra así una dimensión tragicómica que sobrepasa el sinsentido de la guerra, y que fomenta una relación de amistad anti-natura entre víctima y verdugo, entre profesor y alumno, más allá de toda lógica.

A veces lo que separa a la vida de la muerte es una simple palabra, ya que el más mínimo malentendido puede resultar fatal. A este antihéroe que se cambia su nombre de Gilles por el de Reza le salva su extraordinaria retentiva, al memorizar tanto los vocablos sueltos en farsi como los que se inventa, junto con los nombres de las víctimas en los archivos destruidos.