Koldo LANDALUZE

«EL EXORCISTA», LA NOVELA QUE NUNCA PRETENDIÓ PROVOCAR MIEDO

Cincuenta años después de su publicación, «El exorcista» amplió su efecto con la película impulsada por el autor de la novela, William Peter Blatty, y dirigida por William Friedkin. Ni Blatty, ni Friedkin pretendían hacer una obra relacionada con el terror.

Al iniciar la lectura de “El exorcista” topamos Al iniciar la lectura de ‘El exorcista’ topamos entre sus citas una del Nuevo Testamento (Lucas VIII, 27-30) que nos describe un encuentro de Jesús con un hombre poseído, en donde el primero le pregunta al segundo:«¿Cuál es tu nombre? Contestó él: Legión».

De manera inconsciente y acompañando a esta cita, en nuestra mente asoman los primeros compases de “Tubular bells” de Mike Oldfield que sirvieron para acompañar el inicio de la película homónima porque, de manera obligada, libro y película quedaron ligados para siempre en una relación cuya gestación fue muy compleja y que marcaría para siempre tanto al escritor William Peter Blatty como al cineasta William Friedkin.

Hijo de inmigrantes libaneses, el escritor William Peter Blatty nació en el seno de una familia muy humilde de Nueva York y se graduó por la universidad de Georgetown antes de ganarse la vida como vendedor ambulante de aspiradoras.

Durante su singular ruta vital también fue especialista en guerra sicológica en la US Air Force, director de relaciones públicas en la universidad Loyola (Los Ángeles) y periodista, antes de orientarse a la escritura y el cine.

Antes de abordar la escritura de “El Exorcista”, Blatty se especializó en comedias. Escribió “Prométele cualquier cosa” (1965), en la que actuó Warren Beatty, “¿Qué hiciste en la guerra, papi?” (1966) y “The Great Bank Robbery” (1969). Colaboró en varias oportunidades con el director Blake Edwards, coescribiendo la secuencia de “La Pantera Rosa”, “Un disparo en la oscuridad” (1964) y “Darling Lili” (1970), protagonizada por Rock Hudson y Julie Andrews.

Continuó con una revisión al guion de “The Omega Man” (1971), adaptación de la novela de ciencia ficción “I Am Legend”, escrita por Richard Matheson. Más adelante escribió y dirigió el clásico de culto “The Ninth Configuration” (1980), basada en su novela “Twinkle, Twinkle Killer Kane”, y también afrontó la dirección de “El Exorcista III” (1990), basada en su propia novela, “Legion”. En su etapa final publicó novelas como “Elsewhere” (2009), “Dimiter” (2010) y “Crazy” (2010). Pero todo ello quedó a la sombra de su mayor logro literario, “El Exorcista” (1971).

La novela fue triturada por la crítica pero vendió 13 millones de copias, ocupando el primer puesto de la lista de libros más vendidos de “The New York Times” durante 17 semanas, y es retrospectivamente considerada una de las mejores novelas de terror de todos los tiempos.

Una novela espiritual

Curiosamente, y a tenor de lo dicho por el propio Blatty, “El exorcista” nunca pretendió ser una novela de terror, sino, según sus propias palabras, «una parábola del cristianismo, de la eterna lucha entre el bien y el mal; una historia de amor y sacrificio por salvar un alma. Una novela de fe en el ropaje popular de una historia de detectives, lleno de suspense; en otras palabras, un sermón en el que nadie se durmiese».

En su exposición, Blatty reiteró que «es una novela de fe; no quería dar miedo». No obstante, y a pesar de las intenciones espirituales del escritor, sus lectores tomaron la vía “equivocada” y optaron por la evidencia del terror, que se manifestó en una adolescente poseída por el Mal.

La idea inicial de la historia surgió a finales de agosto de 1949, cuando cayó en manos de Blatty un reportaje publicado por “The Washington Post” sobre Robbie Mannheim, un joven de catorce años que, durante seis semanas, había sido sometido a numerosas sesiones de exorcismo para expulsar un demonio que había poseído su cuerpo.

La curiosidad inicial sobre este caso se convirtió progresivamente en una obsesión para Blatty. Sobre todo cuando descubrió que el padre William Bowder, uno de los sacerdotes responsables del citado exorcismo, era un profesor en un campus universitario cercano a su casa.

Fue tal su interés que le escribió repetidas veces solicitándole una entrevista personal a través de la cual quería saber al detalle todo lo que aconteció en aquellas sesiones.

El sacerdote se negó a esta petición pero le informó de la existencia de un diario pormenorizado de dichos episodios. Los documentos estaban custodiados en la sede de la orden de Jesús en Nueva York y Blatty consiguió acceder a ellos. Finalizada su lectura, el escritor quedó tan impresionado por el testimonio de los tres sacerdotes que realizaron el exorcismo, que optó por escribir una novela que describiese aquella intensa batalla entre “el bien” y “el mal”.

Un rodaje demoníaco

“El exorcista” arrancó su rodaje en Washington en octubre de 1972, con el barrio y la Universidad de Georgetown, la católica y jesuita más antigua del país, como escenarios principales.

Tras la negativa de cineastas como Stanley Kubrick, finalmente quien se colocó detrás de la cámara fue William Friedkin quien, curiosamente, también se sumó a la idea de Blatty. Según el cineasta, «no quería hacer una película de terror. Se trata de una historia sobre el misterio de la fe, sobre el bien y el mal, y sobre los sacrificios que conlleva elegir».

A la hora de plasmar en imágenes la película, Friedkin tuvo entre sus referentes la película “Ordet”, de Dreyer y la música de “La consagración de la primavera” de Ígor Stravinski, sobre todo por el ritmo narrativo.

El director también afirmó que rodó abandonándose a la espontaneidad: «No creo en la segunda toma, por ello quise seguir esa teoría de Fritz Lang de que había que grabar la seguridad de un sonámbulo».

“El exorcista” también adquirió relevancia e inspiró multitud de leyendas gracias a su colección de imágenes subliminales, a las que Friedkin recurrió para aumentar su dramatismo. A ello se sumó todo un repertorio de música experimental que incluía gritos de cerdos o el desquiciante aleteo de una mosca.

El sonido fue una obsesión para Friedkin, aficionado desde niño a los dramas radiofónicos. Para la voz del diablo, que habla por boca de la niña, buscó una voz neutra, que no fuera ni de hombre ni de mujer; al final fue la de Mercedes McCambridge, una actriz que pasó varios días comiendo huevo crudo, fumando y bebiendo alcohol.

Friedkin llegó a “El exorcista” tras ganar un Óscar con “French Connection”. De aquel no menos explosivo rodaje se trajo su bien merecido apodo de ‘Bill el loco’, tras optar por rodar la mítica escena de persecución con vehículos sin avisar a las autoridades pertinentes y lograr con ello mayor verismo en la acción.

En “El exorcista” amplificó el efecto de su apodo cuando casi rompe las costillas de la actriz Ellen Burstyn tras tirar de las cuerdas que la ataban con fuerza o descargar un disparo de escopeta a escasa distancia de la oreja del actor Jason Miller para captar su cara de susto.

Durante las pausas de filmación, Friedkin ponía a todo volumen la banda sonora de “Psicosis” y, lo que estaba previsto ser un rodaje de tres meses, se prolongó a más de siete. La relación entre el director y William Peter Blatty se erosionó por completo.

Para el papel de la pequeña Regan se presentaron 600 niñas, entre ellas Melanie Griffith y Laura Dern, pero finalmente, la elegida fue Linda Blair.

Durante la entrevista, el director le dijo si había leído la novela y Blair contestó afirmativamente. Cuando le preguntó de qué trataba, ella contestó: «De una niña poseída por el diablo que hace un montón de cosas feas. Y entre esas cosas feas, lanza a su madre contra la pared, tira a un hombre por la ventana y se masturba con un crucifijo».