Raimundo Fitero
DE REOJO

Las paradojas

Con el racismo, en el mundo del fútbol, pasa algo parecido que con la homosexualidad en los jugadores varones: ahí está, pero no existe oficialmente. En el fútbol femenino está aceptado con total normalidad que las jugadoras sean lesbianas y lo declaren con total libertad. Pero, en el masculino es difícil hallar una salida del armario clara y pública de alguien que esté en activo. Bueno, los hay, pero son excepciones. ¿Y con el racismo qué pasa?

El pasado domingo se armó una gorda porque se paralizó un partido de fútbol de la Liga que se retransmitía en directo pues uno de los jugadores de ascendencia africana, se sintió ofendido por insultos racistas de otro jugador del equipo contrario. El equipo del jugador agredido se retiró del campo, a los minutos, por razones que alguna vez se sabrán, volvieron al campo y lo hicieron sin el jugador agredido, mientras el contrario lo hizo con el supuesto agresor, aunque fue sustituido posteriormente. Estas paradojas son de difícil acomodo en un discurso razonable. Era la primera vez que sucedía una situación de esta gravedad, no por insultos desde la grada, sino de otro jugador, en el propio campo.

Hasta la fecha no ha sucedido otra cosa que declaraciones y contradeclaraciones. Nadie ha movido un dedo, ni un reglamento, ni una disposición, ni una sanción. En la Liga, hasta la fecha, solamente se ha suspendido un partido por llamar el público “nazi” a un jugador que había demostrado fehacientemente sus simpatías nazis. Así es. El racismo es una de esas pandemias consentidas. Y resulta que existen jugadores de ascendencia africana en las mejores ligas del mundo y de manera creciente, incluso las selecciones nacionales europeas están repletas de estos jugadores que van demostrando una gran capacidad para este deporte. Paradojas lacerantes.