Iñaki IRIONDO
HACIA EL IX CONGRESO DEL PSE

Quien determinó que el PSE pactara con el PNV no fueron ni López ni Mendia, sino Urkullu

Idoia Mendia ha presentado como principal logro de su mandato haber recuperado la relación con el PNV pero la hemeroteca dice que el deshielo comenzó con Patxi López gracias, sobre todo, a Iñigo Urkullu.

En entrevistas concedidas después de que el pasado martes anunciara su decisión de no volver a presentarse a la reelección como secretaria general, Idoia Mendia ha afirmado sentirse «satisfecha» por haber logrado «el reencuentro con el PNV» después de décadas «de política de trincheras». Lo ha presentado, además, como su «mayor logro».

Recuerda el año 2014, en el que dio el paso de tomar el relevo de Patxi López –que se marchó a Madrid– como un tiempo de zozobra para su partido, cuando además del castigo sufrido en las autonómicas de 2012, en las que el PSE perdió un tercio de sus votos después de haber gobernado gracias al PP y a la ilegalización de la izquierda abertzale, se encontró con «formaciones políticas emergentes impugnándolo todo». Y precisamente señala que «había que mantener nuestra esencia porque algunos querían que nos convirtiésemos en Podemos».

Mendia, en su discurso ante el Comité Nacional de su partido, aseguró que «la pregunta era ¿ahora qué? ¿por dónde? Mi propuesta fue recuperar la confianza en nosotros para devolvérsela a la sociedad. Utilizar cada voto y cada escaño en políticas útiles, que la ciudadanía sintiera en su día a día». Y se atribuyó haber liderado la oposición en la legislatura 2012-2016, y practicando el «pragmatismo útil frente a los que militan en el dogmatismo inútil», gracias a lo que llegaron tras las elecciones de 2016 a «hacer por primera vez en la historia un Gobierno entre diferentes para una sociedad plural sin ningún tipo de amenazas ni violencia».

Pero ¿es cierto este relato de Idoia Mendia, en el que se presenta casi como Ulises firme y atada al mástil para no dejarse llevar por los cantos de sirena de «los oportunismos y las ocurrencias»? Como en todo, habrá una parte de verdad, pero la cronología de los hechos presenta una realidad diferente.

No fue Idoia Mendia quien restauró los puentes rotos con el PNV después del Acuerdo de Lizarra y el Gobierno del PSE ganado gracias a la adulteración del juego electoral. En realidad fue Patxi López quien estrechó la mano de Iñigo Urkullu y Andoni Ortuzar para firmar el 16 de setiembre de 2013 el “Acuerdo para conseguir una Euskadi más moderna, solidaria, sostenible y competitiva”. O más bien habría que decir que fue el lehendakari quien salió a los caminos para buscar al PSE.

Las elecciones del 21 de octubre de 2012 dieron la mayoría al PNV con 27 escaños, seguido de EH Bildu, con 21, PSE, con 16, PP, con 10 y un único parlamentario de UPyD. En el ADN político de Iñigo Urkullu está la convicción de que la CAV ha de gobernarse desde lo que él llama «la pluralidad» y eso supone pactar con el PSE y, sobre todo, huir de compromisos de fondo con el independentismo de izquierdas. Con los resultados señalados, tenía asegurada la mayoría con el partido de Patxi López. Pero hacía falta tiempo para restañar las heridas de Sabin Etxea por lo que consideraba un asalto ilegítimo de Ajuria Enea, también las del PSE por lo que entendía una «oposición destructiva» de los jeltzales. Así que Iñigo Urkullu decidió gobernar en solitario con sus 27 escaños.

Hacía falta tiempo pero no demasiado. Bastó que el Gobierno monocolor tuviera que retirar su proyecto de presupuestos de 2013 por falta de apoyos para que reconsiderara su posición. Había llegado a Ajuria Enea en diciembre de 2012 y vista la imposibilidad de gobernar en solitario, el 29 de abril el lehendakari ofreció públicamente a PSE y PP «un pacto de país y estabilidad». Descartó el acuerdo con EH Bildu aduciendo que «su modelo social y económico es radicalmente diferente al del PNV». El mismo día se conoció que había trasmitido al PSE una propuesta de acuerdo global, que en primera instancia fue rechazada.

En mayo convocó una ronda de partidos en Lehendakaritza, y tras el paréntesis veraniego setiembre llegó con un acuerdo debajo del brazo, que Patxi López y Andoni Ortuzar firmaron con Iñigo Urkullu en medio ejerciendo de testigo. El PNV se garantizó desde entonces la tranquilidad presupuestaria, a cambio de algunos planes económicos y de empleo de difícil evaluación de resultados y, sobre todo, de partidas para municipios gobernados por el PSE. Hasta firmaron la reforma de la LTH con fecha límite del 31 de diciembre de 2015. Compromiso que siguió la misma suerte que la consulta prometida por el PNV para el mismo año.

No hacía falta ser un lince para pronosticar que aquello era el inicio de gobiernos de coalición en diputaciones y ayuntamientos a partir, esta vez sí, de 2015, aunque los protagonistas lo negaran repetidamente. Para Iñigo Urkullu firmar acuerdos con el PSE era «volver a la normalidad».

En el discurso de presentación del pacto el lehendakari diseccionó la historia reciente de la CAV en periodos de quince años. Según su visión de la historia, a mediados de los 80 «se tejieron unas complicidades políticas para construir Euskadi desde la democracia y en base a valores compartidos». Fueron los años de las reconversiones, los GAL y el Pacto de Ajuria Enea. Aquello acabó en 1998, con Lizarra e Ibarretxe, y le siguió el pacto PSE-PP. Fueron, según Urkullu, años en los que primaron «más el enfrentamiento y la confrontación, y más la política de bloques y división, que la del diálogo y el debate en la búsqueda de consensos sólidos». Y con la firma del acuerdo con Patxi López se abrió «el tiempo de tejer complicidades desde la pluralidad, el trabajo común y el acuerdo».

Idoia Mendia sostiene que con la alianza rehecha con el PNV, se ha conseguido que las líneas fijadas por el PSE&punctSpace;marquen la impronta del Gobierno de coalición. Además ve a su partido como «el cauce central por el que tienen que pasar todas las políticas y los acuerdos».

Otros, sin embargo, observan que pese al batacazo electoral de 2012, cogió el partido con un 19,14% de apoyo en las autonómicas y lo tiene ahora en el 13,65%. Difícil, por tanto, presumir de que «hemos recuperado apoyo social porque hicimos el diagnóstico correcto».

Por eso hay voces dentro del PSE, minoritarias, que ven, como tantos, que el partido es el socio pequeño en el que se apoya el PNV para gobernar a su gusto. Que la supuesta lealtad a los jeltzales quizá debería ser definida como dependencia.

Ha surgido, camino del IX Congreso, una candidata que no pasará de anecdótica, Soraya Morla, que defiende que el objetivo del PSE no debe ser dar «estabilidad al partido o a Euskadi», sino que es necesario «poder gobernar en solitario o conformar un gobierno de izquierdas». Propone que «hay que salir de esa rutina. El PSE siempre ha hablado con todas las formaciones, pero siempre pactamos con los mismos».

La propia Morla reconoce sus pocas posibilidades de vencer al aparato. Andueza es garantía de continuidad. Pero hay quienes avisan que cuando el PSE quiera dar un volantazo en sus alianzas, se le anticipará Sabin Etxea.