Itziar Ziga
Escritora y feminista
JOPUNTUA

Del patriarcado y otras tonterías

Qué tontería la depilación, verdad. Qué facilonas somos las mujeres. Un spot publicitario, y de vuelta al abismo por incumplir el canon de belleza, inalcanzable en si mismo, como todos los ideales. ¡Cómo podemos ser tan bobas!… A tantos misóginos les metía por un instante en nuestro desollado pellejo, a la fuerza y por su bien. Su prepotencia masculina, que es tan aprendida y tan poco original como lo es nuestra inseguridad, les inutiliza para la empatía. La feminidad patriarcal es pura zozobra. Desde niñas se nos induce a querernos en la medida en que recibimos aprobación y esa es una manera terrible de no quererse.

Regreso a Rentería, a los 80. Domingo de agosto playero, siete de la mañana. Mi amatxo puso a calentar aquel cazo granate con cera requeterrecalentada. Desnuda, despatarrada en una silla en medio de la cocina, se aplicó a lo loco y con prisa un plastón en la ingle. Todavía me resuena su mecagoendios. Bastante más agradables sus visitas a la depiladora del barrio, aquella chulaza que avanzaba juguetona en su cuerpo mientras le decía, «pero qué buena estás, Maribel». Y mi amatxo se dejaba, hasta un punto. Cuántas confidencias, cuánto cariño, cuánta conspiración, cuánto deseo entre mujeres se habrá fraguado en las peluquerías de barrio.

Aquella mañana de verano, mi ama se vengó por todas nosotras. Y lanzó su propia cera, abrasiva, tóxica y humeante, por la fregadera. Aquel desagüe, nunca volvió a ser el que era. El patriarcado no debería subestimar la reacción de una mujer a la que ha situado durante toda su vida, en lo más íntimo y desde cualquier frente, contra las cuerdas. Y nos lo hace absolutamente a todas nosotras. Demasiadas enemigas, patriarcado. La mitad de la población mujerizada, casi ná. ¡Cómo no íbamos a defendernos colectivamente! Este no es el primer tsunami feminista, pero está siendo grandioso: solo hay que observar la reacción supremacista que estamos provocando. Y como afirma la gran Gloria Steinem, «el patriarcado es hoy más débil porque ya no es invisible».