GARA
ISLAMABAD

Crisis política de alta tensión en Pakistán tras la destitución de Khan

Destituido Imran Khan como líder de Pakistán mediante una moción de censura que califica como «complot de EEUU» para orquestar un golpe, hoy se reúne el Parlamento para elegir un nuevo primer ministro que asuma el poder hasta las elecciones de 2023. La crisis política y constitucional está servida, hirviendo, y podría descontrolarse.

El mandato de Imran Khan como primer ministro de Pakistán ha terminado. Tras semanas de drama político y caos constitucional, quedó finiquitado con el veredicto del Tribunal Supremo que restableció el Parlamento que Khan había tratado de disolver. Por tanto, ya solo le quedaba una opción: renunciar o ser destituido del cargo.

La desaparición política del ex primer ministro se basa en dos realidades paralelas. En el Parlamento, su partido Tehreek-e-Insaf (PTI) ha perdido el apoyo de los aliados de la coalición, negándole así la mayoría que necesitaba para derrotar la moción de censura. Y fuera del Parlamento, Khan ha perdido el apoyo del Ejército, el verdadero riel de la política paquistaní. De hecho, el apoyo parlamentario del primer ministro comenzó a disolverse cuando los militares señalaron que no se pondrían del lado de Khan contra la oposición. Esa política de aparente «neutralidad» del Ejército se interpretó como la señal de que esta vez no sobreviviría.

Khan es el último de una larga lista de primeros ministros defenestrados que se han «peleado» con el Ejército por nombramientos clave y la política exterior, «excesivamente prorrusa» y que ponía en peligro los lazos con EEUU, el mayor socio comercial de Pakistán y que los militares quieren mantener como tal, en ese rol importante.

Aunque derrotado dentro del Parlamento y sin aliados en el establishment fuera, es poco probable que Khan sea un cadáver político. La naturaleza cíclica de la política paquistaní ha visto recuperarse a ex primeros ministros en el pasado. También tiene la ventaja de abrirse camino de regreso al poder desde una base política fértil. Hace un mes, la gente le acusaba por la inflación; ahora creen que defiende un Pakistán independiente que no se arrodilla.

Complot y conspiración

Imran Khan, él mismo víctima de teorías conspirativas desde que se casó en 1995 con la hija del magnate judío Sir James Goldsmith, ha jugado las cartas de la conspiración. Una jugada peligrosa pero con gran aceptación en un país con un cargado sentimiento anti-EEUU. Ante las masas, Khan habla de un «complot para sacarle del poder».

Sus partidarios acusan a EEUU de ser el principal impulsor de este «golpe», al estar particularmente agraviado por el hecho de que Islamabad no haya condenado la invasión rusa de Ucrania y por la negativa de Khan al reconocimiento de Israel. Khan viajó a Moscú y se reunió con Putin (y el líder checheno Ramzan Kadyrov) el mismo día en que Rusia lanzó la invasión de Ucrania. Quienes se lo critican son, para él, «esclavos de EEUU».

Un teoría, fundada o conspirativa, que mucha gente da por buena y que, aunque Khan «desaparezca» como líder, no desaparecerá en un país que dispone del botón nuclear.