Hay una clara intencionalidad política en la ópera prima de la gallega Helena Girón y del canario Samuel M. Delgado, patente en un discurso anticolonialista y antimperialista, que pasa por la contestación a la épica franquista contenida en la monumental película de Juan De Orduña “Alba de América” (1951). La suya es una rebelión en toda regla contra la historia oficial, contra la glorificación de los conquistadores del ultramar, contada a través de quienes se quedaron en el camino, quienes no llegaron a conocer el nuevo mundo y murieron con el viejo, ajenos a los posteriores fastos conmemorativos que vendrían de aquel año de 1492.

“Eles transportan a morte” (2021) ha sido rodada por su pareja de autores en las respectivas tierras de las que son naturales, en Ourense y en Tenerife. El apego al terruño y la identificación localista les sirven para reinterpretar el pasado, recogiendo el eco de las voces disidentes que no tienen cabida dentro del coro de la llamada hispanidad asociada al supuesto hito del descubrimiento del continente americano. Sabido es que Galiza ha sido constante fuente de emigración, y que Canarias simboliza el puente con otras culturas indígenas. Dos fronteras espirituales que dan lugar a un montaje en paralelo, con las mujeres que se quedan en casa mientras los hombres parten a la mar. De dicha división surge toda una forma atávica de supervivencia, plasmada en esas dos historias bifurcadas pero complementarias.

Sus protagonistas son fantasmas que habitan en una dimensión telúrica, tal como describe el visionario cartel del ilustrador Mario Rivière, y que conectan con el universo precolombino sin pasar por una modernidad basada en la esclavitud y el sometimiento al invasor. A la manera de Herzog, la vela de una de los galeones, sirve de simbolismo final de un viaje condenado a la locura.