Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Clara sola»

Chile bien picante en los dedos pecaminosos

La doble nacionalidad le ha permitido a Nathalie Álvarez Mesén ser seleccionada para el Óscar Internacional por Costa Rica y ganar cinco premios Guldbagge del cine sueco a Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Guion, Mejor Fotografía y Mejor Sonido. Todos ellos reconocimientos justificados, porque la debutante se aplica en dichos apartados técnicos y artísticos con tal de conseguir una película que, tanto en lo narrativo como en lo puramente sensorial, conjuga realismo mágico y belleza salvaje de una forma extraordinaria. Es la riqueza que desprende la naturaleza primigenia que envuelve a la protagonista, una mujer que se comunica con su entorno animal y vegetal en la selva costarricense antes que con las personas afines, en cuanto pertenecientes a un contexto patriarcal y religioso sexualmente represivo, sobre todo por parte de la madre, la cual le unta chile bien picante en los dedos para que Clara no se toque en sus partes íntimas.

El vestido azul de Clara le otorga un aire de princesa o hada del bosque, ya que tiene complicado encontrar su verdadera identidad cuando desde la misma niñez le ha sido asignado un papel pasivo. Además de una lógica tendencia autista, sufre de movilidad reducida y sus gestos son tan mínimos como sus palabras. Un ser sufriente a lo Frida Kahlo, que ha cumplido los cuarenta años atrapada en un halo de santidad virginal. Parece que no puede ser otra cosa que santera o sanadora hasta que, a través de los amores de su sobrina quinceañera, descubre tardíamente el despertar sexual.

La complicidad entre debutantes hace que la cineasta y su actriz estrenen a la vez sus respectivas capacidades expresivas, teniendo en cuenta que Wendy Chinchilla es bailarina y debe aplicar la disciplina de la danza a un estatismo que halla su dinámica en la vida externa de una fauna que lo mismo se representa en una yegua, que en un escarabajo o que en unas lu