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ESTATUS DE PUERTO RICO

La última propuesta para Puerto Rico inicia su andadura legislativa

El planteamiento de un nuevo estatus para Puerto Rico ha comenzado su trámite parlamentario en Washington tras la iniciativa de varios diputados de unir las dos propuestas existentes. La subordinación colonial ha quedado en evidencia en los últimos años en los que a la grave crisis económica, se le ha unido la falta de herramientas soberanas para enfrentar los problemas.

El gobernador de Puerto Rico, Pedro Pierluisi, en rueda de prensa el pasado 4 de junio.
El gobernador de Puerto Rico, Pedro Pierluisi, en rueda de prensa el pasado 4 de junio. (GOBIERNO DE PUERTO RICO EUROPA PRESS)

El 25 de julio es una fecha importante en Puerto Rico, al coincidir dos de las efemérides más importantes para la isla: en este día de 1898 las tropas estadounidenses desembarcaban en Puerto Rico. Tras la pérdida de Cuba días antes, la menor de las Antillas Mayores el único territorio bajo control del colonialismo español; se desvanecía un imperio que cuatro siglos antes había conquistado a sangre y fuego la mayor parte del continente americano.

Ese mismo día pero en 1952 nacía el Estado Libre Asociado (ELA) que en teoría daba autogobierno al país y Washington conseguía que la ONU retirara a Puerto Rico de su lista de territorios a descolonizar.

A 124 años del desembarco estadounidense y 70 años después del nacimiento del ELA, Puerto Rico sigue con un estatus semicolonial que le impide tener las herramientas necesarias para enfrentarse a los retos actuales. «La bancarrota colosal de Puerto Rico no es solo financiera, sino también política, social y moral. Y la mayor responsabilidad de esta bancarrota colonial reside en sus estatus político territorial, que es inmoral, injusto, antidemocrático, discriminatorio e impide que Puerto Rico pueda recuperarse», resalta Efraín Vázquez-Vera, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Puerto Rico.

Todo el mundo parece estar de acuerdo en que el estatus actual de la isla caribeña es la peor de las situaciones; sin la soberanía de un país independiente, ni los recursos de cualquier estado de Estados Unidos, Puerto Rico se ha visto más de una vez impotente para enfrentarse a las graves crisis que han azotado la isla, desde la bancarrota de su administración al desastre humanitario provocado tanto por los huracanes como por el abandono de Washington.

A partir de esta realidad compartida con más o menos matices, las propuestas para superar la situación actual divergen, según las posiciones políticas de cada ciudadano, que van desde una integración total en Estadios Unidos como un estado más, a la independencia total para la isla, pasando por un estadio intermedio con soberanía pero manteniendo la ciudadanía estadounidense.

Primera aprobación

Con el objetivo de romper este bloqueo, la propuesta de ley del estatus de Puerto Rico (Puerto Rico Status Law) es un intento para que los puertorriqueños puedan votar en plebiscito si quieren ser un país independiente, un estado totalmente integrado en Estados Unidos o tener un estatus soberano en libre asociación con EEUU.

En principio, se trata de las tres opciones que siempre se han barajado, aunque los matices de este último cambian, al reconocerse que mantener el estatus actual es inviable. En caso de que el proyecto saliera adelante, sería la primera vez que la Cámara de Representantes en Washington impulsa un plebiscito en el que no se contempla la opción de continuar con el estatus actual de la isla. Además, el resultado sería vinculante para el Congreso estadounidense.

«Es el intento más serio en décadas de descolonizar la posesión más grande y antigua de Estados Unidos», asegura el escritor Alberto Medina, que también advierte de las escasas posibilidades de que la iniciativa legislativa culmine con éxito. Sea como fuere, sus promotores tienen claro que tienen que apresurarse antes de que las elecciones de noviembre cambien la correlación de fuerzas en el Congreso.

Tras meses de negociaciones entre las dos proposiciones existentes (la propuesta de ley de autodeterminación y la propuesta ley de estadidad, es decir, la anexión a EEUU), el 15 de julio pasado se presentó una nueva iniciativa que unía las dos proposiciones anteriores. En ella, se desarrollan las implicaciones de cada opción; así, en un Puerto Rico independiente los puertorriqueños actuales mantendrían su ciudadanía estadounidense, pero no así sus descendientes.

«Dado que los partidarios de la independencia han sido perseguidos y criminalizados por sus convicciones, los puertorriqueños suelen entender la independencia como un ideal noble pero económicamente inviable», sostiene el profesor Vázquez-Vara.

El caso de un Puerto Rico soberano en libre asociación con Estados Unidos sería un estatus similar a las islas Marshall, Micronesia y Palau. Estos países del Pacífico, al acceder a la independencia, firmaron un acuerdo de asociación con Washington con el que sus ciudadanos pueden residir y trabajar en EEUU, mientras el país norteamericano se asegura el control de un amplio y muy estratégico territorio en el Océano Pacífico. Con esta opción, nacer en Puerto Rico no garantizaría la ciudadanía estadounidense, esta solo sería posible en el caso de que los dos progenitores tuvieran la nacionalidad.

Consulta

La propuesta plantea un plebiscito en noviembre de 2023 con tres opciones para la población puertorriqueña. Si ninguna de ellas lograra el 50% de los votos, se excluiría la tercera opción y Puerto Rico volvería a las urnas seis meses después, en mayo de 2024, para decidir entre las dos opciones con más apoyos.

Camino legislativo

El pasado 20 de julio el Comité de Recursos Naturales de la Cámara de Representantes aprobaba la propuesta con 25 votos a favor y 20 en contra, mayormente republicanos, aunque también algunos demócratas progresistas como Jesús «Chuy» García o Rashida Tlaib, que reclaman un proceso más transparente.

El presidente del Comité, el congresista demócrata Raúl Grijalva, subrayó que «este último vestigio de colonialismo hay que arrancarlo y arrancar una curita a veces duele. Los puertorriqueños son gente trabajadora e inteligente. Lo que me han enseñado es que esta decisión es una difícil para ellos y que la han tomado con cinismo porque nunca sintieron que tenían poder para decidir. Un proyecto autoejecutable nos dice que la decisión que tomen es de ellos y que nosotros viviremos con ella».

Votación

Los republicanos votaron en contra, al tiempo que se rechazaron sus enmiendas, que pedían que el plebiscito incluyera la opción «ninguna de las anteriores opciones», o que la estadidad tuviera varios condicionantes, como es el pago de la deuda pública o que las operaciones de la administración puertorriqueña se lleven a cabo en inglés.

Paradójicamente, dentro de la isla las reacciones son las contrarias. Así, Pedro Pierluisi, gobernador de la isla y presidente del Partido Nuevo Progresista, que es la versión republicana en Puerto Rico y aboga por la anexión a Estados Unidos aseguró que se trataba de un «logro histórico»: «El proyecto de estatus es el camino para descolonizar Puerto Rico».

Esta paradoja es la que resume la dificultad de resolver el estatus de Puerto Rico: si bien la estadidad podría en algún momento ganar un referéndum, anexionarse a un país implica que ese país acepte la anexión. Y mientras en Puerto Rico la derecha es favorable a esta opción, su hermano mayor en EEUU, el Partido Republicano, rechaza esta posibilidad, tal y como expuso el congresista republicano por Montanta Matt Rosendale: «Entrarían a Estados Unidos con más representación que todo el estado de Montana y la gente de Montana no va a respaldar esa decisión».

La estadidad tiene muchos apoyos, de hecho, ha ganado las consultas llevadas a cabo en la última década, pero siempre con una exigua mayoría y sabiendo que el Congreso estadounidense rechazaba el carácter vinculante de los plebiscitos. No está claro si estas se mantendrían si la opción fuera real y se explicitasen las implicaciones de entrar en la Unión, como podría ser la asunción del inglés como lengua administrativa y la pérdida de importantes símbolos como la selección olímpica de Puerto Rico.

Próximos pasos

De las trece colonias iniciales de Estados Unidos, el país fue expandiéndose durante el siglo XIX hasta el Pacífico. Nuevo México y Arizona culminaron este mapa de costa a costa y 48 estados en 1912; desde entonces, Alaska y Hawai han sido los únicos estados que han entrado en la unión, algo que ocurrió en 1959.

Desde entonces, la bandera estadounidense se mantiene con 50 estrellas. Esto supone que varios millones de ciudadanos estadounidenses no puedan elegir presidente: por ejemplo, los 800.000 residentes de la capital Washington (ciudad que no pertenece a ningún estado y que también cuenta con un importante movimiento pro-estadidad) o los 3,2 millones habitantes de Puerto Rico. Hay otros cinco millones de puertorriqueños que, al vivir en Estados Unidos, sí pueden participar en las elecciones presidenciales o al Congreso.

En los próximos días, los impulsores de la Ley de Estatus de Puerto Rico intentarán que la Cámara de Representantes vote a favor para que así pueda llegar al Senado en septiembre.

La postura de la congresista de origen puertorriqueño Alexandria Ocasio-Cortez será clave para ello y no está claro que vaya a votar a favor, ya que reclama que haya al menos una audiencia pública sobre el tema en el Congreso. Incluso si saliera adelante, es prácticamente imposible que una vez en el Senado obtenga la mayoría necesaria -además de los 50 senadores demócratas, necesitaría el apoyo de al menos diez representantes republicanos. Pero habrá servido para devolver a la agenda política la realidad de un territorio sin soberanía, y la necesidad de superar un estatus colonial que dura 124 años.