Alfredo OZAETA
GAURKOA

Desgaste como objetivo

Permanentemente desde el poder se ha buscado debilitar o fomentar disensiones en el adversario o enemigo político con la finalidad de erosionar las posibles alternativas que amenacen o cuestionen el control hegemónico imperante. Y cuando hablamos de hegemonía no es en su sentido gramsciano de cercanía con la sociedad civil o la simbiosis entre la teoría y la practica, por poner algún ejemplo, sino simplemente referido a la dominación e imposición de una fuerza política o sistema clientelar y rentista sobre el resto, como es el caso de nuestro pequeño país.

El bucle es sencillo, los gobernantes disponen medios y recursos suficientes para comprar los favores y voluntades que contenten o al menos no incomoden a los resortes que le garantizan la continuidad en el poder. Y cuando se interprete que existen amenazas que cuestionen o disputen esa hegemonía utilizan la perfectamente engrasada maquinaria para que ello no ocurra. Bien a través de los medios, difundiendo noticias que generen confusión o bien fomentando divisiones y disputas que resten fuerza o influencia al «competidor».

En cuanto detectan avances y crecimiento social del adversario al que consideran amenaza para su hegemonía, les falta tiempo para poner en marcha todo su engranaje mediático para desinformar, distorsionar la realidad y generar su cascada de mentiras y falsas verdades que instalen dudas en el crédito o prestigio que con trabajo, coherencia y decencia su oposición se ha ganado. Resulta sintomática la notoriedad que últimamente la izquierda abertzale y EH Bildu tanto en el Congreso español como en los mentideros locales están obteniendo, otorgándoles un protagonismo, por supuesto en negativo, que revierta la positiva opinión que esta calando en una gran parte de los ciudadanos.

Por otra parte, saben que el futuro de cualquier movimiento progresista cimentado sobre la base de la sociedad, sin estructuras profesionalizadas ni tutelado por los grandes lobbies, radica en los jóvenes. Estos son capaces de conjugar su dinamismo con la utopía, aportando su visión, savia y empuje para trabajar en la obtención de los objetivos que la sociedad demanda.

Estamos hablando de la necesaria participación de los jóvenes en los proyectos que destilen igualdad, justicia social, defensa del medioambiente, entorno y vida en el planeta, y la defensa de la democracia y libertades de los pueblos, lejos de los intereses individuales, especulativos y crematísticos que priman en los partidos políticos al uso.

Conscientes de ello los poderes tratarán de sabotear esta línea de vida que es el relevo generacional que, sin perder la perspectiva de la realidad y el momento, conduzca a un mejor futuro en igualdad. Actualmente asistimos en Euskal Herria a una exagerada proliferación y dispersión de siglas y movimientos juveniles que, manteniendo análogas esencias y participando de similares objetivos, no comparten estrategias.

Los episodios y diferencias que últimamente se están viviendo debieran hacer reflexionar sobre si solo se trata de diferencias conceptuales y metodologías o hay algo más. Debe hacer pensar el tratamiento informativo que desde determinadas cabeceras periodísticas controladas e influyentes se da a los conatos de enfrentamiento y cambio de pareceres o discusiones. Magnificándolas y proyectando la interesada imagen de disidencia, desacuerdos o conflictos con la línea oficial y mayoritaria de la izquierda abertzale, y todo ello distorsionando la lupa en función de lo que quieren hacernos creer. También llama la atención que la represión y culpabilidad siempre la focalicen en la parte a la que estos medios pretenden censurar.

Es innegable el derecho a la crítica, es más, diría que además de saludable es totalmente necesario el derecho a discrepar, a explorar o generar otras dinámicas o estrategias cuando se considera que las actuales no cumplen los propósitos para alcanzar las metas deseadas, pero todo ello se debe plantearse sin confundir quien es enemigo o llegar a desubicarse.

Venimos de un periodo referencial para una parte importante de la juventud, algunos como actores directos, los menos, y otros como testigos u oyentes indirectos de las diferentes versiones o relatos en muchos casos contrapuestos y antagónicos. A modo de síntesis se pueden encuadrar entre el que solo busca obtener por todos los medios la derrota y vengativo castigo del enemigo y el que pretende su superación desde el reconocimiento del daño causado y la reconciliación al objeto de evitar nuevas replicas. Para encontrar las posiciones de cada cual solo tenemos que mirar al pasado reciente y recordar quienes fueron los artífices del cese de la violencia y quienes pusieron palos en las ruedas y desplegaron todo tipo violencia y represión, y todavía siguen en ello desde algunos sectores, para que el fin del enfrentamiento armado no llegara a buen puerto.

Dilapidar energías o atomizarse es un lujo que la juventud de este país no puede permitirse. Los importantes retos con los que se han encontrado para tratar de conformar su presente, afrontar y diseñar el futuro tan incierto e injusto que desde los poderes se les propone, le exige estar unidos y no olvidar que los problemas más importantes, y las soluciones, son comunes.

A ellos les toca, sin ningún tipo de tutelaje o influencia interesada de ningún tipo, reencontrarse y reconducir una situación poniendo en valor todo lo que les une, que es mucho. Debatir y trabajar, con las que estén dispuestas a ello, de forma sincera sobre lo que les separa, y prescindir, sin entrar en sus provocaciones con los que albergan otras intenciones e intereses.