Raimundo FITERO
DE REOJO

Los muertos y las víctimas

Cada 17A se recuerda uno de los más turbios atentados sufridos por la población civil indiscriminadamente: el de las Ramblas de Barcelona. Esa furgoneta que arrasó con muchas vidas inocentes y todo lo que se ha sabido que sucedió antes y después, nos colocan en una incertidumbre. Villarejo, en una de sus cintas, deja caer la idea de que algo tuvieron que ver las cloacas españolas. Un susto para calmar el independentismo. Ayer se volvió a recordar esta posibilidad a gritos, justo en el minuto de silencio. Las víctimas de manera serena manifiestan que se sienten maltratadas por las instituciones. Y siempre hay un tono menor para acercarse a este caso en sus días señalados. Un olvido menudo, como si estorbaran. Parece parte del plan. Siento un repelús absoluto porque me cuesta descodificar de manera automática lo que son los muertos y las víctimas. Y las víctimas, ¿hasta qué rango llegan, o dónde acaba su capacidad moral, o técnica, de reclamar o solicitar algo? Veo los problemas reales para desenterrar a los asesinados por el franquismo de las cunetas y entro en un bucle de acoso y derribo del buenismo y la resurrección del odio implacable. Quisiera escribir justicia y no me sale sin forzarla.

Estos días están muriendo personas a causa de los incendios que asolan la península. A menudo se asegura que son incendios provocados, por lo tanto, la intencionalidad de quemar el monte, si se convierte en la muerte de un bombero o de un ciudadano atrapado entre las brasas, ¿se considera un asesinato u homicidio? ¿Deja asimismo un reguero de víctimas vicarias?