Maite UBIRIA
BAIONA
CRISIS POLÍTICO-INSTITUCIONAL POR LA APROBACIÓN DE LA REFORMA DE PENSIONES

Borne supera la censura por los pelos y se asoma un poco más al precipicio

Tal como se esperaba, ninguna de las dos mociones de censura presentadas por la oposición parlamentaria salieron adelante aunque el texto traspartidista se acercó a su objetivo de una forma inquietante para un Gobierno que, si no recompone sus alianzas, tendrá difícil sobrevivir.

 

Élisabeth Borne subiendo al estrado para defender una reforma que desde ayer es ley.
Élisabeth Borne subiendo al estrado para defender una reforma que desde ayer es ley. (Bertrand GUAY | AFP)

Hay solo un precedente de moción de censura exitosa en la historia reciente. Se trata de la que salió adelante en 1962. El resto de intentos de derribar a un Gobierno no han salido adelante. Es más, sus impulsores sufrieron derrotas amplias en el Parlamento francés.

Alcanzar los 287 votos precisos para hacer descabalgar al Ejecutivo de Élisabeth Borne era, con esos precedentes, una misión casi imposible.

No bastaba con clamar por la disolución, como hizo la ultraderecha con su moción en solitario. Ni siquiera fue posible con una moción impulsada por el grupo LIOT (Libertades, Independientes, Ultramar y Territorios) que recabó apoyos de parlamentarios de grupos que no acostumbran a compartir iniciativas.

De ahí que, aun perdiendo la votación -recibió 278 votos a favor, quedándose a 9 sufragios de los 287 necesarios- la moción que defendió desde el estrado el diputado Charles de Courson acortó tanto las distancias con la mayoría macronista -y su «flotador» de Les Républicains (LR)- que puede considerarse como ganadora moral del envite real.

Ya que la cuestión de fondo no se limitaba, como resumió el portavoz de la moción traspartidaria, a la crisis derivada de la reforma de las pensiones, sino a la «rebaja de la calificación democrática» del Estado francés a la que se ha prestado Emmanuel Macron.

Charles de Courson habló incluso de «negación de la democracia» y acusó a la primera ministra de «haber optado por imponer al no haber podido convencer».

En el caso de Borne, esa línea entre derrota y victoria se dibujo a la inversa. Salió viva, y en su situación cada hora que pasa en Matignon es un milagro, pero no pudo clamar victoria, por más que zanjada la sesión saludara que «ha culminado el trámite democrático de la reforma de pensiones».

Debió asistir, de hecho, al perturbador espectáculo de ver a algunos de sus presuntos aliados sumar votos con sus adversarios declarados.

Efectivamente, aunque no en número suficiente, una parte del grupo de Les Républicains avaló la moción de censura impulsada por LIOT. Y esa quiebra, por más que fuera presentida, una vez reflejada en el registro de votaciones de la Asamblea Nacional, adquiere otra dimensión. Y también una significación política de cara al futuro.

Esa ruptura, en el seno de LR, pero también en la alianza entre macronismo y derecha republicana, plantea muchos interrogantes.

En el debate, ambos campos que, paradójicamente, no discrepan en las grandes líneas de la reforma de las pensiones, se lanzaron dardos envenenados. La portavoz de Renaissance, Aurore Berger, llegó a declarar: «En honor a la verdad, debemos decir que teníamos un acuerdo con Les Républicains». Una declaración alta y clara sobre la «traición» de la derecha republicana, que votó por la reforma en el Senado y en la Comisión Mixta Asamblea Nacional-Senado, pero que no llegó a «cumplir la palabra dada», a decir del macronismo, en la Asamblea. Desde Les Républicains, su portavoz, Olivier Marleix, no se quedó a la zaga.

Informó el diputado conservador de que «mientras el presidente Emmanuel Macron estaba en Kinshasa nosotros nos reunimos con los sindicatos» y recomendó al inquilino del Elíseo que «si quiere completar el quinquenato debe saber que reformar está bien, pero dividir, no». Con todo, el portavoz de LR dio su palabra de que su grupo votaría en contra de derrocar al Gobierno de Élisabeth Borne, pese a pulsar el botón del 49.3. Otra cosa es que no todos los suyos le hicieran caso.

 

Vuelta a De Gaulle

Haciendo de la necesidad virtud, la primera ministra, que siempre dijo aspirar a hacer votar la reforma de pensiones, defendió ayer el 49.3 aseverando que «no es el instrumento de un dictador ya que fue concebido por el general De Gaulle».

La jefa del Ejecutivo, que subió al estrado para cerrar dos horas de debate, a eso de las 18.00 horas, arremetió con dureza contra «las actitudes graves» que atribuyó a la Nupes, aunque la mayoría de los diputados de la alianza de izquierda no escucharon sus descalificaciones ya que abandonaron el hemicico para no seguir su discurso.

A ese boicot se sumaron socialistas como el diputado de la «circunscripción vasco-bearnesa», Iñaki Echaniz, pero no así el secretario general del PCF, Fabien Roussell, que ejerce cada vez más como verso suelto de la Nupes.

Borne reconoció que la reforma que preconiza el macronismo «es díficil de asumir por la gente», pero perseveró en un texto que rechaza el 70% de los ciudadanos y que, tras ser implementado vía 49.3, y sancionado ayer, tiene por delante un periplo que no es para nada sencillo. De hecho, desde LIOT ya se adelantó que, incluso si no saliera adelante, como ocurrió, la moción de censura traspartidaria, se abrirían otras puertas como el recurso al Tribunal Constitucional o la iniciativa de referéndum.

Sin embargo, a la vista del resultado del voto de la moción, y de esos nueve votos de diferencia, hay otra puerta hacia la que mirar. «Solo han faltado nueve votos para hacercaer al Gobierno y a su reforma», dejó sentado Panot, anunciando para hoy mismo una reunión en el seno de la Nupes para valorar la nueva situación. Marine Le Pen salió de inmediato a los medios para aseverar que «el Gobierno no puede seguir». La patrona de la ultraderecha ni esperó a conocer el voto de su moción. Pidió la cabeza de Borne, que anoche reunió de urgencia a la mayoría presidencial.

Un debate amenizado por actos desobedientes en las calles

El debate de las mociones de censura se celebró bajo la presión de una serie de huelgas en los transportes, en las refinerías o en la educación, y de protestas, como cortes de carreteras, que perturbaron el tráfico en las redes viarias como las de Rennes o Lorient, en Bretaña, y también en Euskal Herria.

En una protesta que contó con una destacada presencia de representantes de los sindicatos CGT y LAB, la autopista A-63 fue cortada en Biriatu. Los manifestantes ocuparon la zona de peaje durante unos 40 minutos, tras lo que se dirigieron al polígono industrial Intzura, de Hendaia, procediendo allí a otro bloqueo, que provocó largas colas de vehículos en el eje que va desde la muga del puente de Santiago y la de Pausu-Behobia.

Ya el viernes pasado, una 300 personas intentaron interrumpir la circulación en la autopista. La Policía les cerró el paso, pero se replegaron después al puente de Pausu-Behobia, interrumpiendo la comunicación durante una buena media hora.

En el marco hexagonal, el bloqueo de la principal refinería, en Normandía, empezó a dejarse sentir ayer en el abastecimiento de algunas gasolineras. Con todo, siguen siendo las imágenes de París anegada de bolsas de basura las que ocupan las pantallas de televisión y las portadas de la prensa fuera y dentro del Estado francés.

Las medidas adoptadas por el Ministerio de Interior para imponer una recogida obligatoria, no han permitido todavía descongestionar de desperdicios las calles de la ciudad, que ejercerá de capital olímpica en 2024.

Todo un símbolo de las consecuencias de cerrar las puertas al diálogo social y de poner una mordaza a los diputados, acciones que han dado lugar a un estallido de ira que, en las últimas jornadas se ha traducido en manifestaciones nocturnas al margen de la dinámica sindical. Esas protestas han dejado varios centenares de detenidos y cargas policiales que recuerdan al periodo convulso del movimiento de los «Chalecos Amarillos» que en 2018 puso en jaque a un entonces nobel presidente francés.

Tras la imposición de la reforma, los sindicatos llaman a movilizarse el jueves. La cita en Baiona es a las 10.30 en el barrio de Saint-Esprit. GARA