Carlos GIL ZAMORA
Analista cultural

Sospechas fundadas

Aprovechando la celebración del Día Mundial del Teatro, el pasado 27 de marzo, la Academia de las Artes Escénicas de España celebró la ceremonia de entrega de los premios Talía recién inventados, que contaron con un soporte comunicativo y económico que escapa a cualquier consideración de ponderación. Antes de conocerse los premiados por una supuesta elección de los académicos y académicas, se repartieron desde la actual dirección otros premios directos que ayudaron a tejer todas las sospechas de su parcialidad y, por su puesto, de su madrileñismo, aunque insisten en denominarlos premios “nacionales”.

La selección de los candidatos la hizo un grupo de supuestos especialistas que nadie conoce, los académicos no tuvieron acceso a los vídeos. Una serie de deficiencias que se añaden a la limitada implantación de esta Academia. No existen casi académicos catalanes, que es el otro polo de la producción teatral en el Estado español. Por las otras comunidades con actividad, la presencia es muy irregular o nula. Por eso estos premios han provocado primero sorpresa por su descarado enfrentamiento con los Max, rechazo y protestas larvadas, pero lo que sí es evidente es que esta primera gala ha sido una farsa, un acto irreverente, mostrando una vida teatral de un glamur inexistente. Un auto premio para la actual presidenta y su equipo directivo con el que tiene negocios inmediatos.