EDITORIALA

Hay que poner en valor el capital humano que activan las elecciones

Se suele destacar que la ciudadanía tiene cierto hartazgo hacia la política, y esa percepción puede ser real, en parte. El escaso entusiasmo que genera la campaña electoral es un ejemplo de esa apatía. Sin embargo, las elecciones municipales muestran como pocos eventos políticos el compromiso de una parte importante de la sociedad: los y las candidatas de las diferentes listas, la militancia de las fuerzas políticas.

Mucha gente recordará sin esfuerzo a alguna persona conocida o cercana que bien ha ejercido de concejal o alcalde, o bien ha completado listas electorales. En bastantes casos, los y las lectoras habrán pasado por esa experiencia institucional. A veces, habrá sucedido en épocas convulsas, de segregación y de violencia. Otras veces, habrá sido en momentos de ilusión, porque de eso también ha habido en estas décadas. En la mayoría de casos, no había una voluntad de poder, sino una idea sobre lo comunitario, una vocación de servicio e incluso alguna deuda moral.

No faltará la persona a la que le dijeron que no se preocupase, que en ningún caso iba a salir elegida, pero que gracias a la voluntad popular y sucesivas dimisiones terminó votando de forma inopinada el Plan General de Ordenación Urbana o ejerciendo de teniente de alcalde en fiestas.

SIN MÁS BENEFICIO QUE LUCHAR Y APORTAR

Siendo la principal fuerza municipalista del país, en el conjunto de candidaturas a ayuntamientos, a juntas y al Parlamento de Nafarroa, EH Bildu lleva en sus listas a 4.197 personas, 2.106 de ellas mujeres. En un ciclo que se repite cada cuatro años, y al que hay que añadir otras instituciones y marcos. Es un capital humano impresionante, se mire como se mire. Desde una perspectiva ética, hay que sospechar de quienes menosprecian este compromiso militante, sea desde el sectarismo o desde la irresponsabilidad.

Aunque no alcancen esas cifras, si se proyectan esos números al resto de familias políticas vascas, vemos que se trata de una multitud comprometida con el proceso electoral, con sus comunidades y con las instituciones más cercanas a la ciudadanía. También es muestra de una pluralidad significativa, una característica de Euskal Herria que podría ser políticamente fructífera si se acertase a gestionarla.

En algunos casos es simplemente figurar, pero también es identificarse. En otros casos supone un esfuerzo muy importante para las y los elegidos y sus familias. Algunas personas darán batallas imposibles y otras darán la campanada. Muy pocas veces serán envidiables para la gran mayoría de la sociedad, aunque resulte fácil criticarles. En esta dimensión, los privilegios son realmente la excepción.

Es cierto que los partidos tienen cada vez más problemas para encontrar candidatos y para cerrar las listas. Hay tendencias generales que no ayudan, desde la exposición pública derivada de las redes sociales hasta la queja particular sistemática que se ha instalado en muchas mentes tras la pandemia.

MILITANTES, VOTANTES Y OTROS ANIMALES POLÍTICOS

Algunos tics de la política vasca tampoco aportan, como el moralismo hipócrita de algunos dirigentes o el clientelismo de sus empresas amigas. Compararse con España ya no funciona cuando las citas para el médico se retrasan o cuando en Euskal Herria las opciones de construir una vida autónoma son cada vez más limitadas, se tengan 20, 40 o 70 años. La falta de responsabilidad y credibilidad también genera desafecto. No se puede estar tanto tiempo en el poder y tener la desfachatez de evadirse de los problemas que sufre la ciudadanía vasca. A estas alturas, algunas teatralizaciones pimpilinescas de desagravios entre aliados son ridículas. Lo que no quita para que estén hartos los unos de los otros. Una gran parte de la sociedad lo está por igual de Urkullu y de Andueza.

Las campañas cada vez sirven de menos, pero cada voto vale cada vez más. Por lo que cuesta y por lo que cuenta. Las formas de politización han cambiado, alterando las motivaciones y lealtades. Quien no lo entienda, le guste o no, no podrá adaptar su oferta. Hay veces que una gente vota con la nariz tapada, otras que no vota y otras que se contagia de las mejores aspiraciones comunes. Y hay más variables.

A pesar de todo, además de ser crucial para el desarrollo de las sociedades y las naciones, la política es una actividad humana apasionante. Lo sabe hasta la última de la lista de un pequeño municipio.