Tras 31 años sin haber realizado un largometraje, Víctor Erice (Karrantza, 1940) acaba de estrenar en el Festival de Cannes (fuera de concurso) “Cerrar los ojos”. En su nueva película, el autor de “El espíritu de la colmena” partía de la necesidad de contar una historia, no de la obligatoriedad y, en la trama de su relato, nos presenta a un célebre actor español, Julio Arenas, que desaparece durante el rodaje de una película. Muchos años después, el misterio vuelve a la actualidad a raíz de un programa de televisión que evoca la figura del actor.

El cine habita dentro del cine en la obra de Erice. Sin embargo, el realizador no estuvo en Cannes, no habitó la sala durante el estreno, no escuchó las ovaciones. Él mismo escribió el porqué de su ausencia en una carta abierta y crítica. Los ecos de las buenas impresiones se extendieron desde la Costa Azul; sin embargo, el sabor amargo de su ausencia y de la carta explicando sus razones dejan en evidencia una cuestión que demasiadas veces sale a colación entre productores y cineastas. El entramado sinuoso que se oculta tras la lucha por el estreno de una película no es una tarea dulce, requiere demasiadas tragaderas. Su carta no es la primera ni la última que escribirá un cineasta, algunas jamás serán publicadas. Merece la pena recordar que, sin los creadores, la industria cinematográfica no existiría, sin labradores no hay cosecha.