Ayer fue el Día Mundial del Saneamiento, o sea, del retrete, ese artilugio que ocupa una parte peculiar de cada apartamento o casa de manera obligatoria y que tras décadas de un estoicismo funcional empieza a ser pasto del diseño más enrevesado y con evoluciones que lo llevan hasta tener multifunciones, algunas de ellas de limpieza posterior (nunca mejor dicho) a quien lo usa, pero que todavía casi la mitad de la población humana del planeta Tierra desconoce. Y es que, además, un cuarto de la población mundial no tiene agua corriente. Por lo que los objetivos de las organizaciones globales para que en el 2030 haya agua y saneamientos seguros para todos parece algo imposible en estos momentos.

El retrete de la Historia. El retrete de las luchas sociales. El retrete de las contradicciones. La cara de tener problemas de estreñimiento en el retrete del cuñado de Urdangarin cuando tuvo que acompañar a Pedro Sánchez en su nombramiento como presidente del gobierno, elegido de manera mayoritaria por los parlamentarios que a su vez son electos por el voto de la ciudadanía, asunto que probablemente desconozca ya que su acceso a la corona y los entorchados es por ser el heredero de una herencia franquista nunca refrendada de manera expresa. Esa postura displicente es sospechosa.

¿Cómo serán los retretes, si es que existen, en las naves espaciales o en la estación geoestacionaria? El programa SpaceX, con el lanzamiento y explosión de un nuevo cohete espacial de gran tamaño Spaceship propiedad de Elon Musk, ¿es realmente una inversión particular?