Maite UBIRIA BEAUMONT
ELECCIONES EN EL ESTADO FRANCÉS

Centro y derecha abonan, incluso en Ipar Euskal Herria, la tesis de «los extremos»

La versión oficial insiste en que Emmanuel Macron adelantó las elecciones legislativas para frenar la escalada de la ultraderecha tras su triunfo arrollador en los comicios europeos del 9 de junio. Sin embargo, cuando el 45% del electorado confiesa su temor a que gobierne RN, el centro-derecha, también en Ipar Euskal Herria, ha decidido cambiar el foco y poner en la misma diana al Nuevo Frente Popular.

(Guillaume FAUVEAU)

El Consejo de Estado ha definido a La France Insoumise (LFI) -actor clave en el Nuevo Frente Popular (NFP)- como una formación de izquierda. Esa misma alta instancia ha ratificado a Rassemblement National (RN) como lo que es, una formación de extrema-derecha.

A partir de esa decisión inapelable, ¿qué justifica que el Nuevo Frente Popular, que suma a socialistas, ecologistas, insumisos, comunistas, anticapitalistas y hasta a los abertzales de izquierda de Euskal Herria Bai sea calificado en tribunas políticas y mediáticas como extrema izquierda?

La versión oficial jura y perjura que Emmanuel Macron adelantó las elecciones legislativas para frenar en seco el ascenso imparable de la ultraderecha confirmado por los comicios europeos del 9 de junio. Por su parte, los sondeos ratifican que un 45% del electorado expresa temor por la eventual llegada a Matignon de la ultraderecha.

La hora es grave. Sin embargo, la conformación de una alianza de izquierda, que excede con creces a la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes) sellada en 2022, ha hecho que en cuestión de días el discurso haya basculado peligrosamente, hasta el punto de naturalizar la presencia de RN como «un actor republicano» mientras se arroja al NFP al «otro extremo». Ha bastado una semana de campaña.

El centro-derecha, también en Ipar Euskal Herria, ha decidido poner en la misma diana a Rassemblement National y al Nuevo Frente Popular. Sigue así los mantras de las tribunas políticas y mediáticas parisinas. Por más que resulte extraño, dado que sus líderes han remado por el euskara, la institución o el proceso de paz, todos a una, dejando fuera de la ecuación, sistemáticamente, a la ultraderecha.

Sin tomar nota de la excepcionalidad del momento no se puede entender, cierto, que la templada alcaldesa de París, Anne Hidalgo, comparta marca electoral con la fracción «anticapitalista» del NPA de Philippe Poutou.

La alianza es inédita, por amplitud, matices y, desde luego, discordancias. Y habrá que prepararse a sumar más dosis de desconcierto.

De hecho, quebrando su tradición, el sindicato CGT ha llamado esta vez a votar al NFP. Y en esa dinámica de apertura, la alianza ha recibido incluso avales de honorabilidad más insospechados, como el del exjefe de la diplomacia gala con Jacques Chirac.

El exministro de Asuntos Exteriores Dominique de Villepin se ha posicionado abiertamente a favor de respaldar a los candidatos del NFP en caso de que se batan frente a oponentes de RN, ya mirando a la segunda vuelta del 7 de julio. Una mirada larga, pero justificada por el hecho de que RN y NFP aparecen en todos los sondeos como las dos primeras fuerzas, lo que apunta a una sucesión de duelos entre ambos campos políticos en la ronda definitiva.

Esa toma de posición es coherente con la política de cordón sanitario y saca a la luz las incoherencias de dirigentes de centro y derecha que ya especulan con esconderse tras una papeleta en blanco, lo que equivale a despejar el camino a los de Jordan Bardella.

En su presentación de candidatos en las tres circunscripciones vascas, Les Républicains (LR) se abonó, a principios de semana, a la tesis de «los dos extremos», aunque con un aporte añadido. Explicitó así el senador Max Brisson que la aspiración de los suyos es «ofrecer una alternativa a los electores frente a Macron y los extremos». Un desmarque complicado cuando la derecha ha votado el 80% de las iniciativas gubernamentales que causan mayor «bronca social». Al igual que RN.

OLIVE, JUNTO AL MODEM

LR presenta a Emmanuelle Brison, experta en comunicación política, en la sexta circunscripción. Por su parte, el alcalde de Iholdi, Beñat Cachenaut, defenderá a la sigla conservadora en la circunscripción más rural, la cuarta. Finalmente será Valérie Castrec, enfermera de profesión, la aspirante a una circunscripción compleja para los de Brisson.

Efectivamente, la también concejal de la mayoría conservadora de Angelu deberá reivindicarse ante esa alianza ultraderechista Ciotti-RN que se maquilla como «unión de derechas», y que tratará de sacarle del terreno de juego con Victor Lastécouères al frente.

Castrec no podrá contar ni siquiera con el apoyo de su alcalde, ya que el primer edil de Angelu, Claude Olive, exresponsable departamental de LR, prefiere compartir bandera con los centristas del MoDem.

Claude Olive protagonizaba un desmarque en toda regla de su familia política al comparecer, el jueves, junto al presidente de la Mancomunidad Vasca, Jean-René Etchegaray, y al presidente del Departamento de Pirineos Atlánticos, Jean-Jacques Lasserre, para dar apoyo a los dos candidatos del MoDem, formación adscrita a la mayoría de Macron. Se trata de Florence Lasserre, diputada saliente por la quinta circunscripción, y del alcalde de Kanbo, Christian Davèze, que se estrena en la sexta.

En esa presentación se proyectaba en todo su esplendor la teoría de «la alianza moderada frente a los extremos», a la que mira como la tabla de salvación ya no solo Macron sino también los actores tradicionales de la política vasca.

Los sondeos de opinión, que ya apuntan a una alta participación el 30 de junio (por encima del 62%, según el instituto Ifop), han dado alas al campo presidencial, que reclama «una concentración de voto» en ese eje centro-derecha, para tratar de romper el maleficio de los duelos RN-NFP en segunda vuelta.

Su sueño es colocar un máximo de candidatos -propios o asimilables- en la liza final para disputar el escaño al aspirante de RN, con la idea de que el electorado vuelva a confiarse a Macron como «salvador frente a la extrema derecha».

Para que el milagro ocurra se precisa de la ayuda de ese votante de izquierda al que su vocación antifascista le llevará, indefectiblemente, calcula el atormentado inquilino del Elíseo, a apoyar a esa misma alianza liberal que hoy le tilda de «peligroso extremista».

Otra opción de consolación es forzar triangulares, pero ahí los riesgos de encajar pérdidas se multiplican.

Ese es el plan para evitar el naufragio, una maniobra que Florence Lasserre resumió al invitar al electorado a orientarse hacia «una corriente moderada que deje al otro lado de la puerta, en el País Vasco, a los extremos».

Llegaba a prevenir la angeluarra de que un triunfo de RN llevaría a «los vecinos de Dantxarinea o Biriatu a tener que mostrar otra vez la documentación en la muga», acogiéndose así a un vaticinio poco probable, como es que el partido francés más votado en las europeas vaya a «sacar a Francia fuera de la UE».

ANDANADA A EH BAI Y PS.

«Como el PNB, EH Bai podría haber ido con su propia marca», exponía, en su primera alocución como candidato, Christian Devèze, para añadir a continuación que ver «a jacobinos con una extrema izquierda radical, autonomistas, e incluso independentistas, es más que antinatural». Devèze aspira a tomar el puesto que deja vacante en la sexta el diputado saliente, Vincent Bru, que ha declinado dar batalla en el terreno minado del adelanto electoral. En la misma presentación de esa entente moderada, Claude Olive, desde el extremo de la mesa, acusaba directamente al Partido Socialista, que compartirá cartel con los abertzales en la quinta circunscripción, con el binomio Colette Capdevielle-Alain Iriart, de «venderse por un plato de lentejas».

Un discurso a la ofensiva que permite evitar hablar de lo propio. Por ejemplo de que el MoDem avalara la reforma del sistema de pensiones, pese a lamentar que, a la postre, la exprimera ministra Élisabeh Borne aprobara esa y otras muchas medidas con el artículo 49.3. Los centristas apoyaron también la ley anti-inmigración de Gérald Darmanin. El diputado saliente Bru votó a favor de ese texto que rechazan organizaciones como la Liga de Derechos Humanos (LDH) o La Cimade, que llaman, sin perderse en disquisiciones, a hacer barrera a RN.

Florence Lasserre se abstuvo en el voto de esa norma. El resumen de su actividad parlamentaria acredita que ha evitado votar muchas normas. Eso sí, aprobó el presupuesto, clave de bóveda de todas las políticas del Gobierno, en la comisión paritaria del 23 de noviembre de 2023.