«Es un grito a favor de la humanidad, de la adicción se puede salir»
«Yo, adicto» es una adaptación del exitoso libro del mismo nombre, escrito por Javier Giner (Barakaldo, 1977) que se ha estrenado en la Sección Oficial fuera de competición. Narra la historia real de superación del autor; el protagonista lleva varios años sumergido en una espiral autodestructiva de adicción al alcohol, a las drogas y al sexo.

La serie está basada en el libro «Yo, adicto». ¿Cómo ha sido la adaptación?
Ha sido un proceso de transformación. La serie está atravesada por el lenguaje del drama, pero a la vez el ejercicio de honestidad sigue siendo exactamente el mismo, el gran reto era conseguir traducir la crudeza, la veracidad y la honestidad con la que yo escribo el libro a la pantalla.
En la serie vemos un proceso individual, pero tiene mucha importancia lo colectivo.
Hay una reivindicación que es política; en un proceso de desintoxicación es importantísimo la red de apoyo, el poder del grupo, la famosa imagen de ese círculo, personas compartiendo. En un mundo cada vez más deshumanizado y más individualista, hay una reivindicación del poder transformador de lo colectivo. Individualmente, cada uno de nosotros tenemos un poder transformador, pero cuando sumas muchos poderes transformadores, los cambios que puedes hacer son tremendos.
Uno de los primeros aprendizajes importantes que hace un adicto para poder salir es reconocer que no puede solo, que necesita ayuda, y que necesitar ayuda es necesitar a un otro; en esa especie de unión ocurre la magia. La espina dorsal del relato es Javier, pero el paisaje que le rodea le afecta y es casi tan importante como el viaje a su interior. Yo aprendí a vincularme y a compartir en la clínica de desintoxicación.
LA EDUCADORA SOCIAL, ANAIS (INTERPRETADO POR NORA NAVAS), ES MUY IMPORTANTE.
Anais López es la mujer que me ha salvado la vida, tan brutal y tan claro como eso. Es un personaje importantísimo en la serie, y en mi vida es una persona capital. Hay una gran reivindicación hacia todas esas personas anónimas que salvan vidas a diario y de las cuales no sabemos nada. Es cierto que pones las noticias y el mundo es un absoluto infierno: estamos viviendo en directo un genocidio, estamos viviendo violencia, caos, muerte, crispación... Yo muchas veces hago el ejercicio de recordarme a mí mismo que todo eso existe, pero que también el mundo está lleno de gente buena. Hay una defensa del poder de la bondad y de los seres anónimos; de gente que dedica su vida a salvar la de otros.
¿Vivimos en una sociedad adicta?
Sí, vivimos en una sociedad profundamente adictiva; puede ser el alcohol, las drogas, el sexo, el juego, las redes sociales, internet, las compras… Es cierto que vivimos en una sociedad donde no hay mucho espacio para la gestión emocional o para hablar de lo que realmente es importante. Tengo la sensación de que en esta sociedad no tenemos espacio para hablar honestamente de lo que nos ocurre y que tendemos a crear personajes para poder sobrevivir; que cada vez todo va más rápido y que cada vez nos obliga y nos explota de una manera que muchos de nosotros nos escapamos de nosotros mismos. Yo era adicto porque me noqueaba, yo me escapaba de mí mismo y de todo lo que me rodeaba.
Al final de cada capítulo leemos: «No estás solo, no estás sola. Si tú o alguien que conoces está en crisis o necesita apoyo, hay recursos que pueden ayudar».
Es una cosa muy íntima mía; he intentado cuidar como un diamante en bruto para quién escribía. Realmente está dirigida a personas que han atravesado o están atravesando, o lamentablemente atravesarán, algo como lo que yo atravesé. Es la manera que yo tengo de devolverle al mundo todo lo que el mundo me ha dado. Casi diría que lo he hecho para ese Javier que hace tantísimos años estuvo roto. Es como dar un puñetazo encima de la mesa para decir: ‘No pasa nada por estar roto, no estás solo, somos muchos como tú, no eres un fracaso, pide ayuda, de esto se puede salir, las heridas pueden sanarse’. Creo que en el fondo de la serie hay un subtexto muy esperanzador y muy humanista.
¿Cómo ha sido trabajar con Oriol Pla, con el Javier de hace unos años?
No sé cómo lo hemos hecho, nos hemos vinculado desde una intimidad absoluta para conocernos profundamente. Yo me he abierto en canal ante él y él ha hecho generosamente lo mismo conmigo y surgió una simbiosis mágica donde el resultado que se ve en pantalla es como el hijo que Oriol y yo hubiésemos tenido juntos. Oriol es una persona muy generosa, comprometida y dispuesta a lanzarse al vacío junto a mí. Esta serie es extremadamente arriesgada, todos los personajes son personajes extremos, muy fáciles de que resulten estereotipados o de que se queden en el cliché… y creo que todos los actores han tenido un compromiso de dotar de dignidad a cada uno de ellos.
Le han dado mucha importancia a guardar la intimidad de los personajes, algunos de ellos basados en sus compañeros de la clínica.
Los dos únicos nombres reales son el de Anais y el mío; eso es una decisión consciente. Contar mi historia es una decisión que hago yo; yo no puedo tomar como rehenes a las personas con las que yo compartí tratamiento o a gente que sigue hoy en día en mi vida. El personaje que interpreta Marina Salas es una de mis mejores amigas a día de hoy; no voy a vampirizar su dolor. Yo pretendía que el espectador atravesara la clínica como la atraviesa Javier; tú no sabes todo sobre los demás, y eso es lo que ocurre en la clínica.
En un capítulo, Javier dice sobre la clínica: «Esto no se trata de drogas, se trata de aprender a vivir». ¿Qué temas trata la serie?
Literalmente eso, se trata de que del infierno de la adicción se puede salir, con muchísimo trabajo, con muchísimo dolor y de que las heridas pueden curarse. Creo que en el fondo, de una manera muy nuclear, es un grito a favor de la humanidad, de dignificar al enfermo, de desestigmatizarla y de hablar de las cosas que nos pasan y a veces no mostramos por vergüenza.

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