Natxo MATXIN

LOS «INDIOS» TAMBIÉN MASACRARON AL BARCELONA HACE CUATRO DÉCADAS

Por poco habitual, puede parecer que lo ocurrido el sábado en El Sadar, en el que Osasuna venció 4-2 al Barcelona, es algo único, especialmente para esas jóvenes generaciones de seguidores rojillos que nunca habían vivido «in situ» un marcador de semejante calibre ante uno de los principales equipos continentales.

Crónica de EGIN de aquel 15 de enero de 1984 en el que Osasuna vapuleó al Barcelona con otro 4-2, como el que se repitió este pasado sábado en El Sadar. Abajo, Javier Bayona, ayer en las inmediaciones del estadio de El Sadar.
Crónica de EGIN de aquel 15 de enero de 1984 en el que Osasuna vapuleó al Barcelona con otro 4-2, como el que se repitió este pasado sábado en El Sadar. Abajo, Javier Bayona, ayer en las inmediaciones del estadio de El Sadar.

Nada más lejos de la realidad. La escuadra navarra ha tenido unas cuantas tardes gloriosas ante todopoderosos rivales. Lo que ocurre es que la distancia en el tiempo -cada vez es mayor la brecha entre clubes grandes y humildes impidiendo que se repitan con más asiduidad estas hazañas- puede disipar un tanto dichos episodios.

En concreto, dos más han sido las ocasiones en las que el conjunto rojillo le ha endosado cuatro dianas al equipo azulgrana en Iruñea. La primera de ellas fue en un envite copero de 1936 y la segunda el 15 de enero de 1984, esa vez en Liga. De la primera lógicamente ya no quedan testimonios de los protagonistas, pero de la más reciente sí que los hay, son además de algunos futbolistas considerados mitos en la historia osasunista.

GARA ha tenido la grata oportunidad de charlar con Javier Bayona, uno de los integrantes del once de aquel partido, para recordarnos cómo aconteció dicha victoria y también cómo era el fútbol de los años ochenta del siglo pasado. «Teníamos una plantilla que estaba muy mentalizada de que la permanencia nos la jugábamos en casa. No sabíamos si íbamos a ganar, pero de lo que estábamos totalmente convencidos era de que no perdíamos», relata el exfutbolista de Erriberri.

Eran tiempos en los que la televisión no tenía la influencia actual -el primer duelo que se retransmitió en directo de Osasuna también fue contra el Barcelona el 3 de abril de 1982 y que acabó 3-2-, el público accedía al estadio con dos horas de antelación, como mínimo, y el aroma a puro invadía todas las gradas. «Osasuna era un equipo batallador, aguerrido, que era lo que la gente valoraba. En aquel partido jugamos contra rivales que, prácticamente unos años antes, yo los tenía en cromos», reconoce Bayona. «Eso sí, una vez que salimos al campo, ya ni cromos, ni nada. Te olvidabas de todo y también es verdad que en aquella época se permitía más contacto sobre el césped, que era la forma de poder competir con aquellos equipos», describe.

Bayona era un multiusos y eso le permitió encadenar 12 temporadas en la élite, repartidos entre Osasuna, Figueras y Girona. Lo mismo se manejaba de lateral que de interior o pivote, siempre poniendo un toque de calidad, e incluso llegó a hacerlo de líbero, una posición ahora inexistente, pero esencial en las zagas de la época. Reivindica que aquel Osasuna de los 80 no solo ponía sobre la cancha entrega y lucha, «también técnicamente éramos un equipo muy bueno para poder codearte con los que te codeabas».

PARTIDA DE MUS

Y las cosas se tomaban con más naturalidad. «Recuerdo que en la temporada en que regresamos a Primera (1980-81), antes de un encuentro nocturno contra algún otro equipo grande, Gabari (futbolista de la primera plantilla también de Erriberri) y yo estuvimos jugando al mus desde las tres hasta las seis de la tarde. Luego merendamos y nos fuimos a Pamplona a disputar el partido», rememora.

El Sadar tenía fama ganada a pulso de ser un desplazamiento harto complicado. Paquito García, que a mediados de los novena sería técnico rojillo y fallecido el pasado agosto, bautizó a los rojillos como los «indios» porque «aparecían por todas partes». «Cuando Real Madrid o Barcelona vienen a Pamplona, todavía escucho a algunos veteranos comentaristas radiofónicos que recuerdan que las visitas realmente difíciles a El Sadar eran en los años ochenta», argumenta Bayona.

Esa rasmia se manifestó en aquel encuentro de 1984. Con apenas 20 minutos cumplidos, Osasuna ya ganaba 3-0. «Era nuestra seña de identidad, físicamente aguantábamos muy bien, agobiábamos al rival desde el principio, para el primer cuarto de hora ya habíamos sacado cuatro o cinco corners», relata.

Enfrente estaba nada menos que Diego Armando Maradona, considerado el mejor jugador del mundo, que ya había mordido el polvo la temporada anterior (1-0) y que iba a engrosar su palmarés particular con el «honor» de no puntuar en el estadio iruindarra.

En ambos duelos, Javier Castañeda se encargó de secar al Pelusa, que tuvo la gallardía de reconocer que el rojillo había sido uno de los defensas más limpios que le habían marcado hasta ese momento. «Castañeda era más rápido que la luz, tenía una habilidad innata para quitar el balón y anticiparse al contrario, pero sin ser para nada violento», describe Bayona al que fue su compañero.

El de Erriberri echa en falta en el actual fútbol moderno «más ambición a la hora de meter gol, se controlan tanto todos los aspectos que lo que menos se planifica es el ataque, me gusta que en el campo haya rematadores y gente en el área». Puesto a compararse con alguien de la actual primera plantilla, admite que le encanta Jesús Areso, «pero, ojo, que yo tenía la mitad de su ritmo», se ríe. «Me gustaba incorporarme al ataque», describe.