Los «obreros» del Baskonia le dan la victoria a Pablo Laso
Después de ir más de 30 minutos a remolque, Forrest, Sedekerskis, Moneke, Donta Hall y Luwawu-Cabarrot remontaron en el último cuarto.

Todavía hay mucho más continente que contenido, pero Saski Baskonia ya tiene una victoria en esta Euroliga 2024/25. Pese a que Markus Howard, con 17 puntos, fuera el máximo anotador del cuadro gasteiztarra, lo cierto es que fue un triunfo de la clase obrera, con Trent Forrest dando pasos adelante, incluyendo un triple a tablero clave, Donta Hall sabiendo sufrir, Moneke y Sedekerskis encontrándose mutuamente y un Timothé Luwawu-Cabarrot erigido en la estrella de la remontada que dio el primer triunfo de Pablo Laso en las filas del Baskonia.
Cualquiera diría que se brindó homenaje a uno de los maestros que tuvo Pablo Laso en su etapa de jugador, como es Manel Comas -que ya las tuvo tiesas con Zeljko Obradovic mediados los años 90 del siglo pasado-, porque el triunfo de anoche de Saski Baskonia hizo honor a la famosa «táctica del conejo», según la cual, el equipo en teoría inferior ha de seguir la estela del superior, pero siempre por detrás, para asestarle el adelantamiento en los minutos finales. Si atendemos a los “Power Ranking” de los webs especializados, Saski Baskonia debe terminar por detrás de Partizan, por lo que la premisa del equipo inferior que supera a otro «mejor» se dio al cien por cien, y más cuando no fue, ni de lejos, el día en el que Markus Howard brillase con sus genialidades.
Los gasteiztarras supieron sufrir, sobre todo los interiores, porque entre Tyreque Jones y Brandon Davies, los dos pívots de Partizan, sumaron 42 puntos, pero ese saber sufrir dio frutos, logrando un parcial de 56-44 después del descanso. Obviamente, se mostraron muchas carencias y Pablo Laso redujo su rotación todo lo posible -ni Ndiaye ni Raieste jugaron, y Rogkavopoulos y Jaramaz apenas pisaron el parqué-, pero el esfuerzo tuvo recompensa, sobre todo porque la victoria se fundamentó en el sudor y el aguante.
LA ZONA CREPUSCULAR
Los jugadores del Partizan entrando con la capucha puesta, varios aficionados de los «sepultureros» -en riguroso negro casi uniformado, con la camiseta blanquinegra por debajo- fumando en las gradas con la naturalidad de quien está en casa -aunque nada que ver con la animadversión que en alguna visita han creado los hinchas de la Virtus de Bolonia, por ejemplo-, conciertos en el descanso y al final del partido, homenajes a Marinkovic y premio a Markus Howard -premio Alphonso Ford al máximo anotador de la pasada Euroliga-, dos entrenadores con los carrillos rojos como tomates, un Buesa Arena hasta reventar...
¡Oigan, no me dirán que esto no es un espectáculo de primer orden! Y sí, aún hay mucho por mejorar en los dos equipos, pero esto de la Euroliga, en en el vigésimo quinto aniversario del Baskonia en la máxima competición continental por clubes, es un caramelo a poco que uno despierte los sentidos.
La presentación entre llamaradas y con una insinuación a aquel viejo The Twilight Zone televisivo abría la puerta a lo que la megafonía definía como «Baskonialand», una presentación entre lo telúrico y lo espectacular.
Pero el juego no estuvo a la misma altura, pese a comenzar ganando 9-3. Partizan remontó con un parcial de 0-10, dando paso a 30 minutos de ventaja que llegó a su máximo en el 32-41, luego de la primera jugada del tercer cuarto. Saski Baskonia no se encontraba cómodo, pero supo remar contracorriente y encontró en su clase obrera la forma de volver al partido. A la chita callando, Sedekerskis enseñó el camino, y Luwawu-Cabarrot le puso la guinda, con Forrest o Hall sumando para ganar.

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