Dimisión en modo canción
Una de las más patéticas técnicas de agitación regurgitada de la banda que hace ver que dirige Feijóo es declinar el verbo «dimitir» de manera unidireccional, unipersonal, universal y unificada. De tal manera que es como un eco constante, un estribillo encallado de una canción dodecafónica. Cuando a uno de sus ministros más bronceado le acaban de caer varios años de trullo en sentencia en firme, en vez de reconocer de manera retórica que Zaplana es el pasado, que ya no está en la organización, no se les ocurre nada mejor que gritar mucho y taparse los ojos para que no los vean que son una cuadrilla marcada por la corrupción.
Los tiempos de la dimisión, la dimisión podría ser una solución si no se hubiera aplicado de manera tan superficial durante tanto tiempo y ante todo aquello que se mueve en el momento que la mierda de sus corrupciones les llega hasta las barbas. La dimisión, la dimisión tiene un solución directa que se llama moción, la moción, esa moción que dice se está cocinando y que todavía no se abe si será de pescado o cerdo. Mientras tanto se trata de hacer todavía más ruido, porque van a ir llegando sentencias en cadena. Ojo que Feijóo ha emprendido un plan belleza en cuatro telediarios por si tiene que dar la cara en medios de comunicación y pasquines electorales.
Lo de Pedro Sánchez, por cierto, empieza a ser un bolero político muy desafinado. Los muelles desprendidos que van dejando tantas huellas de sospechas de corrupciones varias empiezan a ser preocupantes. Ábalos y Koldo como versión triste de la dimisión, la dimisión, que así se llama la canción.

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