¿Está el mundo preparado para la colorista y esotérica Hilma af Klint?
Hilma af Klint (Estocolmo, 1862-1944) dejó dicho que su obra que, en vida, solo enseñó a personas de su confianza, no se mostrara hasta veinte años después de su muerte. Sabía que para entonces, por fin, se le comprendería. Ahora ocupa varias salas del Museo Guggenheim, en una exposición que permanecerá abierta hasta febrero.

Hubo que esperar bastantes más años que los veinte que calculó Hilma af Klint para que su vida y obra suscitaran atención. Casi un siglo después, su gran mundo esotérico -impactante su obra de gran tamaño-, colorista, abstracto y moderno a rabiar se despliega por las salas del Museo Guggenheim de Bilbo, en la que probablemente será una de las exposiciones con más tirón del año. La pregunta que surge es: ¿Está el mundo preparado para la obra de Hilma af Klint?
El Museo Guggenheim de Bilbo presentó ayer la exposición que abre su programación de otoño y que lleva el nombre de esta enigmática y atrayente artista sueca: “Hilma af Klint”, se titula sucintamente. Estará abierta desde hoy hasta el 2 de febrero del año que viene.
Comisariada por dos mujeres, las historiadoras del arte Tracey R. Bashkoff -quien también fue la comisaria de la exposición con la que el Guggenheim neoyorkino descubrió a esta mujer en 2018- y Lucía Agirre, la muestra encaja con el propósito de la pinacoteca de «recuperar a mujeres artistas que no han sido suficientemente reconocidas», como apuntó Jose Ignacio Vidarte, director del museo.
Vidarte también incidió en que haya tenido que transcurrir un siglo para que Hilma af Klint reciba «el reconocimiento que merece». Porque, a diferencia de la obra de muchas de sus compañeras y compañeros de la época, la suya fue incomprendida y olvidada hasta mucho después de su muerte.
¿Pero quién era Hilma af Klint? Protagonista de un documental, varias biografías y del largometraje “Hilma” (2023), el biopic que le dedicó el cineasta sueco Lasse Hallström, aunque hoy en día es considerada una de las pintoras más importantes de la historia de Suecia y ha sido reconocida como una de las pioneras del arte abstracto, sigue siendo una desconocida. Como explicó Lucía Agirre, todo lo que se diga ahora de ella, dentro de unos años quedará obsoleto, tal es el grado de desconocimiento que existe sobre ella. Es decir, las teorías sobre su vida privada, sus tendencias sexuales o su filosofía de vida, son tan misteriosas como ella misma. «Cuando nos enfrentamos a su trabajo hay que encararlo entendiendo su tiempo. Además, fue una mujer muy relacionada con su entorno que firmó, por ejemplo, para que las mujeres en Suecia pudieran votar y participó también en el grupo “Las cinco” (De Fem), constituido por cinco mujeres artistas que se reunían con asiduidad para realizar sesiones de espiritismo, contactar con el Más Allá y canalizar sus experiencias a través de la escritura y de los dibujos automáticos», destacó Agirre.
En la fotografía, vemos a una mujer joven, de aire austero -falda larga, camisa abotonada hasta arriba y cabello recogido- que posa pensativa, sentada en una silla. Tras ella se aprecian lienzos de grandes dimensiones y cuadros vueltos contra la pared que esconden su contenido. Es una artista, evidentemente. Y es también una artista del XIX, en el que las mujeres no tenían derecho al voto, no podían ser miembros de la Academia de las Artes y estaban abocadas a ser el sexo débil. Era una mujer que vivió también un mundo agitado, dos guerras mundiales y grandes descubrimientos científicos.
DEL CAOS A LA LUZ DEL FUTURO
Nacida en una familia noble por méritos castrenses, tuvo la posibilidad de acceder a una educación vetada a gran parte de sus coetáneas. Estudió en la Real Academia de Bellas Artes de la ciudad, donde se graduó con honores en 1887 y se estableció como artista respetada en Estocolmo, donde vivía de sus pinturas figurativas, que era las que enseñaba en público. Trabajó durante un tiempo como secretaria de la Asociación de Mujeres Artistas Suecas y a una edad temprana se involucró en el espiritismo.
Más tarde siguió las ideas del rosacrucismo -cuántas cruces y rosas hay en sus lienzos, símbolos utilizado por esta orden secreta vinculada a los alquimistas y fundada en el XVII-, la teosofía -predicaban una religión universal- y la antroposofía, que era un sistema de pensamiento fundado por Rudolf Steiner, quien postulaba la existencia de un mundo espiritual objetivo, intelectualmente comprensible, accesible a la experiencia humana.
«Estas formas de compromiso espiritual formaban parte del espíritu de la época y eran populares en toda Europa, especialmente en los círculos artísticos y literarios, ya que la gente buscaba reconciliar las creencias religiosas con los avances científicos y una nueva conciencia de la pluralidad de religiones», se puede leer en la página de la Fundación Hilma af Klint que, detentada por su familia, busca dar a conocer la obra de esta mujer.
La muestra que se puede ver en Bilbo abarca un recorrido completo por su obra e incluye desde sus primeros trabajos de temática tradicional hasta sus series más destacadas, como “Pinturas para el templo”, “Perceval” o la dedicada al átomo, así como sus acuarelas tardías.
La artista sueca, que en vida solo expuso parte de su obra, no concedió permiso para mostrar la totalidad de la misma hasta veinte años después de su muerte, al considerar que el «mundo no estaba listo para entenderla». Y bien que produjo, porque de su serie principal, por ejemplo, pintó nada menos que 200 lienzos. Pasaron las dos decadas que calculó para que el mundo cambiara y, en los 60, en plena explosión del pop art, la visión colorista del mundo de esta mujer tampoco interesó. Hasta pasados los años 80 no fue descubierta.
Y lo cierto es que resulta extraño al ver, por ejemplo, la serie “Pinturas para el templo”: concebidas entre 1906 y 1920 para ser mostradas en un templo helicoidal que nunca llegó a construirse en Nueva York. Estas pinturas son espectaculares. En ellas prescindió de lo aprendido para centrarse en un nuevo arte, no objetivo, que partía de su relación con el espiritismo y otros sistemas de pensamiento. Lo que relata es el nacimiento del mundo desde el caos: lo amarillo es masculino; lo femenino, de color azul.
Del caos surge la simbiosis de ambos sexos: es el color verde. Al final de su carrera, Hilma af Klint se dedicó a editar y preparar toda su obra para el futuro con cientos de cuadernos y diccionarios que nos dejan las claves de su visión. Las letras tenían significados concretos -incluso dos o tres significados-, las series estaban perfectamente numeradas... era una mujer curiosa Hilma af Kling.
Y volvemos a la pregunta inicial: ¿Está el mundo preparado para la obra de Hilma af Klint?, se les preguntó ayer a las comisarias. La respuesta fue común: «Yo creo que sí».

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