La trama sigue a un grupo de personas atrapadas en una gasolinera en medio de la nada mientras esperan el camión de combustible que parece no llegar nunca. La película se caracteriza por sus giros inesperados y la manera en que desentraña poco a poco la tensión entre los personajes, añadiendo ciertas capas de complejidad.

Con cierto aroma a serie B, combina elementos de neo-noir y western, sumergiendo a los espectadores en una narrativa lenta llena de giros, humor negro y estallidos de violencia; hará las delicias de los seguidores de las películas de los Coen y en cierta medida de las de Tarantino. El debutante Francis Galluppi demuestra un gran dominio en la dirección, creando una narrativa pausada pero intrigante.

La estética retro, con una banda sonora que evoca los años 70, y la excelente dirección artística del filme contribuyen a que el espectador se sumerja en la atmósfera polvorienta y sofocante del desierto. La puesta en escena y la edición son también muy destacables.

El director no busca revolucionar ni inventar nada. Todo lo que presenta ya ha sido visto antes muchas veces, pero el cine no va de innovar a toda costa, sino de ejecutar a la perfección los recursos e ideas que uno tiene, y eso, Galluppi, lo logra con creces. No busca transformar el género, pero lo que hace, lo hace con maestría: su manejo del suspense es impecable y la manera en que utiliza el entorno limitado recuerda a los grandes thrillers de ‘‘un solo escenario’’.

Ha creado un juego de referencias cinematográficas, pero su objetivo principal es narrar una historia a través del desarrollo de sus personajes. Sin grandes pretensiones, logra destacar por su ejecución precisa, su atmósfera envolvente y sus personajes bien desarrollados.

Un debut muy prometedor.