Dabid LAZKANOITURBURU
UN MES DE LA CAÍDA DE AL-ASSAD

Abecedario de la futura Siria, más allá de ingenuidades y de prejuicios «a priori»

Quien tiene interés en el convulso y dramático Oriente Medio ha asistido alucinado al rápido desplome del régimen sirio. Una lección que desmiente a los que creyeron en su solidez, arroja preguntas sobre los actores internacionales e invita a no caer en la ingenuidad de apostar por el nuevo poder ni en la inocencia de pensar que Siria va a ser laica. Dónde y en esa región y tras semejante drama.

(Bakr ALKASEM | AFP)

Cuando se cumple un mes del final del largo medio siglo de régimen de la dinastía Al-Assad es momento de intentar ofrecer un análisis sosegado, aunque evidentemente apresurado, de lo acaecido -30 días es un suspiro en la historia poscolonial de Siria y un hálito en un país milenario-, sin caer en los tópicos paternalistas, pero sin ceder a ese optimismo antropológico que considera que todo cambio es siempre a mejor.

Para ello presentaremos, sin orden alfabético, una serie de términos-conceptos marcados desde hace años por una polémica que se ha exacerbado, y en algún caso, aclarado, con los últimos sucesos.

UN RÉGIMEN

Poco más de diez días tardó un régimen que llevaba en el poder desde 1971 en hundirse como lo que era, un cascarón vacío. Apenas 300 milicianos salieron el 27 de noviembre del bastión rebelde de Idleb, en el norte de Siria, y conquistaron sin casi resistencia alguna Alepo, capital económica del país. El Ejército regular sirio, desmotivado, mal pagado y peor pertrechado, huía en desbandada y tres días más tarde la columna rebelde tomaba el control de Homs, segunda ciudad del país y «capital de la Revolución» de 2011. Le siguió Hama, escenario a principios de los ochenta de una rebelión política y armada de los Hermanos Musulmanes, ahogada en sangre.

En la madrugada del 8 de diciembre, los rebeldes, con cada vez más refuerzos en hombres y en arsenales abandonados, entraban triunfantes en Damasco, en cuyo centro convergían con las brigadas llegadas desde Deraa, ciudad del sur del país donde estalló en marzo de aquel lejano año, la revuelta.

DE BARRO Y PODRIDO

El rápido desenlace de trece años de guerra en Siria prueba que los que protagonizaron y defendían la revuelta tenían razón. Y de que si el régimen, un cascarón vacío y podrido en la corrupción, hubiera hecho caso a las demandas de cambio, el país se habría ahorrado cientos de miles de muertos, más de 100.000 desaparecidos, 13 millones de refugiados y desplazados y un país en ruinas. Y habría tenido un futuro menos hipotecado y menos incierto que el que hoy afronta.

Con tal de mantener sus prebendas, el régimen no dudó en quedar bajo la dependencia absoluta de Rusia y de Irán y de convertirse en un narco-Estado del captagón, conocida como la «cocaína de los pobres». Un lucrativo negocio para el hermano de Bashar al-Assad y comandante de la temida y especial IV División Acorazada, Maher al-Assad.

Este está en paradero desconocido, aunque informaciones lo sitúan en el maquis de las montañas de la provincia de Lataquia, feudo del clan. Su hermano, un médico que fue a Londres a estudiar oftalmología y que se convirtió en forzado heredero del clan tras la muerte en accidente de coche de su hermano mayor, Bassel, huyó a Moscú tras llevarse los millones que quedaban en el Banco Central Sirio

A día de hoy, nadie, ni la minoría alauita a la que pertenecía ese clan mafioso, le reivindica. Ocurre habitualmente. Tras la muerte de Franco, todo el mundo era antifascista. Tras la liberación del Estado francés del yugo nazi era imposible encontrar un colaboracionista. Pero, más allá de comparaciones con otros regímenes, el de Al-Assad y el Partido Baaz se ha disuelto como un azucarillo.

LOS ACTORES EXTERNOS

Mucho se ha elucubrado sobre el papel de los actores externos en un desenlace tan vertiginoso como inesperado, sobre todo el de la Turquía neotomana de Recep Tayyip Erdogan.

Es impensable que EEUU, del que Turquía es aliado en la OTAN, y que mantiene presencia militar en Siria, no estuviera al tanto, como mínimo a nivel de Inteligencia.

Lo que nos lleva a Israel, que no tardó un segundo en liquidar los arsenales y el armamento de los restos del Ejército sirio y en plantarse en lo alto del monte Hermon, desde donde se otea Damasco.

El portavoz de la guerrilla kurda PKK en Qandil, Zagros Iwa, incluía en GARA a Gran Bretaña, otrora potencia colonial en Siria, en la planificación del vuelco en el país.

Retransitamos la delgada línea que separa, a un lado, la certeza de que los sucesos y secuencias no acaecen por arte de magia, y a otro, la conspirativa paternalista que niega iniciativa a los actores locales

Más desapercibido ha pasado el papel de los que sostenían artificialmente al régimen y que en un momento determinado lo dejaron caer.

Es evidente que Rusia, que pese a su iniciativa en el Donbass es incapaz, de momento, de expulsar con la ayuda de soldados norcoreanos a los ucranianos de su territorio (Kursk), necesita concentrar sus esfuerzos militares en su frente de guerra-invasión.

MANTENER A SIRIA

era una distracción inasumible. Como lo era, en plena ofensiva israelí, para la organización chií libanesa Hizbulah, que había apuntalado con miles de milicianos, y de mártires, al régimen sirio, aún a costa de parte de su prestigio, innegable, entre los musulmanes suníes.

Tampoco Irán está para muchos saltos en medio de una crisis de legitimidad sin parangón y cuando ha mostrado su incapacidad no ya de proteger a Hamas en Gaza sino a su joya de la Corona...

Pero el abandono a su suerte de los padrinos del régimen sirio no se explica solo por sus cuitas internas.

Es igualmente impensable que Turquía, rival histórico de Rusia, pero que mantiene a la vez una relación ambivalente de competencia-reparto de intereses entre Erdogan y el «nuevo zar ruso», Vladimir Putin, no pusiera al tanto al Kremlin de las intenciones de los rebeldes apadrinados por Ankara en Siria.

Eso explica que Rusia llevara semanas trasladando tropas y material de Siria a Libia y que los rebeldes no tocaran ni un pelo a los intereses y legaciones rusas en su avance.

El futuro de las bases militares rusas de Tartus (marítima) y de Hmeimim (aérea) en Lataquia arrojará pronto luz sobre el alcance de esos acuerdos-desacuerdos «sotto voce».

Por lo que respecta a Hizbulah, circulan rumores de crecientes sospechas de que el golpe a sus comunicaciones (móviles y walkie-talkies convertidos en explosivos) y el descabezamiento de su cúpula podrían haber tenido origen en su participación, codo con codo, con el corrupto y, por tanto, corruptible régimen sirio.

ISLAMISMO, SALAFISMO, YIHADISMO...

En un contexto en el que la caída del régimen sirio ha supuesto un vuelco del mapa de Oriente Medio -el nombramiento del jefe del Ejército libanés, Joseph Aoun, como presidente del País de los Cedros apunta a un cambio de paradigma-, todas las miradas se dirigen al Gobierno interino establecido por la coalición islamo-salafo-yihadista de HTS (Organización para la Liberación del Levante), liderada por el otrora líder de la sección siria de Al Qaeda (Frente al-Nosra), Abu Mohamed al-Golani, quien se ha cortado su larga barba y luce traje y corbata mientras ha abandonado su nombre de guerra recuperando el de Ahmed al-Sharaa para recibir a las delegaciones internacionales.

Al-Golani ha llamado al jefe del Gobierno de Salvación Nacional en Idleb, Mohamed al-Bashir, para dirigir el Ejecutivo interino en Damasco.

Presentando la gestión de la provincia rebelde del norte de Siria como una «tecnocracia islamista», el HTS ha mantenido las estructuras funcionariales del viejo régimen e insiste en que su objetivo es garantizar una Siria multiétnica y multirreligiosa.

Paralelamente, ha presentado una hoja de ruta que prevé un diálogo nacional inclusivo, la disolución de los grupos armados (incluida la propia HTS) y su inserción en un Ejército Nacional, y elecciones a cuatro años vista.

Propuestas razonables que chocan, más que con la realidad sobre el terreno, con el pasado-deriva de los rebeldes.

Pese a que el Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha certificado al menos 131 ejecuciones extrajudiciales en un mes y a que hubo un conato de asalto a la mezquita mausoleo de Sayyidah Zaynab, hija de Ali y nieta de Mahoma venerada por el chiísmo duodecimano, conviene reseñar que no se ha registrado, de momento, la caza al «takfiri» (apóstata) que tantos presagiaran de la mano de lo que estos no han dudado en presentar como un Gobierno yihadista.

Convendría que no corrieran y no se dejaran llevar por apriorismos y prejuicios.

Pero tampoco conviene pecar de ingenuidad. El pasado es el pasado y el vídeo que muestra al nuevo «ministro de Justicia» supervisando la ejecución de una prostituta en Idleb no augura nada bueno.

PERO SERÍA IGUALMENTE INGENUO NO PREVER

que la Siria pos Al-Assad, con la hasta ahora discriminada mayoría suní en el poder y con los islamistas, salafistas y yihadistas en el poder, será un Estado en el que regirá, de alguna manera, la pulsión islámica.

Ocurrió en Egipto y Túnez tras sus primaveras y antes del invierno golpista. Y antes en el Irán de los ayatolás (¿y qué son pues Hizbulah y Hamas?).

Estas páginas no son ni el lugar ni albergan el espacio para delimitar las diferencias, a veces sutiles, pero evidentes, entre el islam político, el salafismo y el yihadismo.

Quedémonos, de momento, con que el encaje, o no, de la minoría kurda, de su reivindicación de autonomía y de su evidente capacidad militar, será, otra vez, el termómetro que marcará si hablamos de una Siria que avanza o de un país condenado a no tener futuro. Y sobre sus actuales gestores, el HTS y las milicias a las órdenes de Ankara (ENS) recaerá la responsabilidad.

Pero sin hacernos trampas en el solitario olvidando que si Siria está como está es responsabilidad primera de un régimen que optó por «yo o el caos». Como hizo la Libia de Gadafi. No compremos relatos fantasma echando la culpa a los que llegan, tarde y mal, a llenar vacíos como los dejados por el «panarabismo socialista» de los Al-Assad o de la Yamahiriyah («Estado de las masas») del coronel libio.