Gaizka IZAGIRRE
HERNANI
BALLERINA

Golpes, glamour y cero complejos

El guion de “Ballerina” es, seamos honestos, de una sencillez casi desvergonzada. En términos de rigor narrativo y profundidad dramática, bordea el disparate: motivaciones mínimas, desarrollo emocional exprés y una protagonista que pasa del dolor existencial a repartir golpes con una precisión quirúrgica sin pestañear. Y, sin embargo, ahí está la gracia.

Durante sus dos horas no da tregua. Lo que le falta en sofisticación narrativa, lo compensa con creces en estilo y actitud: la película es una montaña rusa de acción coreografiada.

Aunque suene a mezcla loca de “Cisne Negro” con “John Wick”, la bailarina que encarna Ana de Armas -que parece hecha de acero inoxidable y con un doctorado en aguantar golpes y dramas emocionales- encaja a la perfección en este universo.

“Ballerina” no se preocupa por explorar los dilemas morales ni por profundizar en la vida emocional de sus personajes. En lugar de eso, se entrega sin pudor al exceso: acción estilizada, violencia y una estética desbordante. Y justamente ahí radica su encanto. Lejos de pretender ser algo que no es, la película se divierte con su propia fórmula y arrastra al espectador a una fiesta de adrenalina. No intenta reinventar nada, pero se lo pasa bien y nos arrastra con ella.

Desde que “John Wick” debutó en 2014, la saga ha dejado una marca profunda en el cine de acción contemporáneo. Su universo sigue expandiéndose, y “Ballerina” es una nueva y digna ramificación de esa mitología sangrienta y estilizada.

No cambia las reglas del juego, pero sí sabe jugar con descaro y eficacia dentro de ellas.