HUIR DE UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN NAZI PARA RESOLVER LA FUGA MÁS LARGA
En el Tour de la edición de 1947, el corredor francés Albert Bourlon se hizo con la victoria en la 12ª etapa de la ronda gala, tras protagonizar la fuga más larga de la historia de la carrera más importante del calendario. Pero esta no fue su mejor escapada: cuatro años antes logró huir de un campo de concentración nazi.

La 15ª etapa del Tour arranca hoy domingo en Muret y termina en Carcassonne, con 169 kilómetros de media montaña. La localidad occitana huele a montaña, entre el Macizo Central y los Pirineos, huele a Tour y huele a fugas. «¿Fuga? ¿He escuchado fuga? Allá que voy». Podría ser la frase que soltó Albert Bourlon aquel 11 de julio de 1947. Saltó de salida, en Carcassonne, y llevó su gesta hasta la meta. 253 kilómetros de escapada entre pecho y espalda. Un récord que lleva vigente casi ocho décadas y que, vistos los kilometrajes que ofrece hoy en día la Grande Boucle, será imposible que nadie lo supere. De hecho, el reglamento de la UCI prohíbe etapas de más de 250 kilómetros en las grandes vueltas.
«No pensaba en ganar la etapa, me contentaba con embolsarme las primas, que eran el doble de mi salario mensual», reconoció a la prensa el corredor nacido en 1916 en la pequeña localidad de Sancergues, en el departamento de Cher. Superó los puertos del Aspet y Port para plantarse en la meta de Bagnères de Luchon con más de 16 minutos de ventaja.
Y es que a Bourlon le gustaba escaparse. O, mejor dicho, se había visto obligado a ello. Cuatro años antes de su triunfo en el Tour, en 1943, fue apresado por las tropas nazis y encarcelado en Stammlager (Polonia). Allí intentó escaparse, sin éxito, en dos ocasiones. A la tercera va la vencida, dicen. Y en 1943, ya en la cárcel alemana de Fürstenberg, logró su fuga más importante con una identidad falsa.
Tuvo que atravesar Ucrania, Eslovaquia, Hungría y cruzó a nado el río Tisza, el mayor de los afluentes del Danubio, para alcanzar Rumanía, donde recuperó su afición a dar pedales, imponiéndose en pruebas como la Bucarest-Ploesti-Bucarest para volver en 1945 al Estado francés, y regresar en 1946 al pelotón francés que había abandonado en 1939.
Hijo de una familia humilde, le tocó trabajar desde muy temprano, primero como pastor. Con apenas 15 años se fue a París en busca de futuro, logrando empleo en la fábrica de Renault. Lo ganado allí lo invirtió en su primera bicicleta y con 22 años disputó su primer Tour, terminando en el puesto 35, a más de dos horas de un mito como Gino Bartali.
Bourlon era una de las promesas del ciclismo francés, pero a finales de 1939 fue reclutado por el ejército. Apenas unos meses después, el 23 de mayo de 1940, fue capturado y enviado a un campo de concentración en Polonia.
OTRA VEZ A LA TERCERA
La de aquel 11 de julio era la tercera escapada buena que cogía en aquel Tour, pero tanto en la sexta, como en la 12ª etapa, en las que terminó tercero y octavo, respectivamente, se encontró con rivales más rápidos que él. Por ello, partió en solitario de Carcassonne. Y nadie pudo alcanzarle. Según las crónicas de la época, la localidad occitana amaneció bajo un sol abrasador y los ciclistas se tomaron la salida con calma. A excepción de Bourlon, que alzó los brazos tras más de ocho horas sobre la bicicleta.
Al igual que en sus intentos para huir de los campos de concentración, tras dos intentos fallidos, a la tercera no falló.
Aquella historia, además, pudo no haberse escrito nunca. Y es que dos días antes los jueces se olvidaron de incluirlo en la clasificación, estando a punto de ser excluido de la prueba. Sin embargo, aceptaron su reclamación, fue readmitido y triunfó. No sin olvidarse de los jueces. «¿Hoy sí me habéis visto?», les preguntó en la meta.
A pesar de su triunfo, Bourlon no volvió a tomar la salida en el Tour. El ciclista siempre lo achacó a un veto del patrón de su equipo. Y es que, a pesar de que el nazismo había caído, ser miembro del Partido Comunista y haber sido muy activo en luchas sociales continuó siendo castigado.

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