Patxi IRURZUN
Iruñea

Ensayo general de Barricada en Anaitasuna para los dos conciertos que aún faltan

Barricada ofreció ayer en Anaitasuna de Iruñea el primero de los tres conciertos con los que deja los escenarios tras más de treinta años de rockanrol. Se echaron de menos unos bises y unas cuantas canciones.

A las diez y diez, la hora en la que las agujas de los relojes se detienen como flechas cardinales en los escaparates, comenzó la cuenta atrás. Sobre el escenario, tras unas grandes letras con el nombre del grupo, en una pantalla gigante se proyectaban imágenes en blanco y negro, en las que se pudo ver y echar de menos a los otros Barricada.

De repente sonaron los primeros acordes de «Esta es una noche de rock & roll», y el Anaitasuna, nuestro pequeño templo del rock, por el que hemos visto desfilar a Bob Dylan, Black Crowes, Hertzainak, Deep Purple, Kortatu, pero a ninguno tantas veces ni con tanta emoción como a Barricada, comenzó a temblar, cubrió todo el parquet con una piel de gallina. Cada canción de Barricada es un montón de recuerdos. Pon esa música de nuevo. Cada una de ellas un momento de nuestras vidas. Un antiguo amor. Un amigo que ya no está. Una canción en el viejo coche...

Arrancaron nerviosos y algo atenazados, los Barri, con el corazón encogido, probablemente, y los ojos velados. En las gradas se veían huecos. Era el concierto de los rezagados, de los que no llegaron a tiempo de atrapar las entradas que volaron para los conciertos del fin de semana que viene. Quizás todos, el grupo también, estaba pensando en ellos y esta noche de rocanrol fue una noche de emociones contenidas. Un ensayo general. Es difícil resistirse, sin embargo a cualquiera de los grandes temas del grupo, que siguieron al primero: «Pasión por el ruido», `«Lentejuelas», «Balas blancas»... Es difícil no corear sus estribillos, renunciar a dar tregua a la voz desgarrada del Boni, que carga con casi todo el repertorio,. Alfredo cantó «Písale», «Como el invierno», «Mañana será igual», «Animal caliente»... No, esa no, esa la cantó el público, como siempre)... La intensidad de cada canción no se mide ya con los saltos sobre la pista, sino por el número de móviles brillando. Excepto con temas con los que hay que levantar los puños, como «Okupazión».

El tramo final del concierto es insuperable: «Rojo», la descarga de adrenalina de «En blanco y negro», «No hay tregua» ¯un solo pulmón, un solo latido del corazón¯, «Pídemelo otra vez» (que llegó como la madrugada, con las doce en punto)...

Y sin embargo... Sin embargo, había algo que no había acabado de romper, cuando las luces se encendieron. Y nadie se movió de su sitio. Un hombre de sesenta años lloraba como un niño en las gradas. Un niño de 8 años subía desde la pista de la mano de su padre. Todo eso es Barricada. Pero, esta noche no volvió a aparecer, o no supo gestionar los bises. En el tintero, canciones como «Barrio conflictivo» o «No sé qué hacer contigo». Habrá otros dos besos, otros dos suspiros, pero la mayoría de los que estaban ayer en el Anaita no los verán. La última y triste imagen que les quedará de Barricada es la de la cuadrilla de operarios retirando una a una las grandes letras con el nombre del grupo. Por suerte, quedan todas sus canciones.