Raimundo Fitero
Raimundo Fitero

Constatación

Se han cumplido los peores presagios. Las campanadas, sus horas previas y posteriores es la gran apoteosis del teléfono inteligente. Quizás se puede considerar que sea la gran explosión del WhatsApp como medio de intercomunicación planetaria, ese momento en el que los seres humanos pierden el uso de sus manos para que estas se peguen a un aparato rectangular por el que parece llegar toda la energía, la vida, el dolor, el humor, los abrazos y los llantos. Todas las cabezas miran al aparato que abrazan sus manos, todos los sentidos están puestos para atender a ese artilugio imprescindible, unipersonal, colectivo, socializante o disgregador de colectividades convertidas en sumas de ceros y unos que siempre dan cero.

Se ha digitalizado el estar y pronto el ser se entenderá como una aplicación del teléfono. En una mano el teléfono y en la otra las uvas y al frente otro aparato que reproduce el pasado con intención de eternidad. Aseguran que para las uvas, lo mejor la primera estatal. Y allí está Anne Igartiburu con un vestido rojo convertida en una reina consorte de dos cocineros recién llegados a la fama. Las imágenes de esa plaza que se llama «Vodafone Sol», y no es broma, son una muestra de la demencia social y del deterioro político. El árbol es un anuncio. Todo es un anuncio publicitario. Según ley no debe aparecer publicidad en TVE, pero aparece un publireportajes de una isla canaria una vez terminado el campaneo. Tongo. Tangas. Constatación final: los especiales musicales posteriores son cada vez peores en todos los canales.

En Levante una pelea comercial se materializa: en Castellón recomiendan doce gajos de mandarinas para las campanadas. Es una lucha contra una zona alicantina que produce la inmensa mayoría de las uvas del ritual. Y sin semillas. En otros canales televisivos se sustituye el cava por la cerveza. Cuestión de patrocinio. También de guerra económica y castigo indirecto. Los presidentes de las autonomías en sus discursos dedican minutos a Catalunya. Son los complejos de los que tienen obsesiones inconfesables. Y Urkullu encantado de haberse conocido. Su próximo mensaje de año nuevo será por WhatsApp.