Mikel CHAMIZO MADRID

El nuevo disco de Josu Okiñena reivindica la obra pianística de Aita Donostia

Sony Classical acaba de lanzar al mercado un CD que recoge gran parte de la obra para piano de Aita Donostia. Protagonizado por el pianista Josu Okiñena, gran especialista en la obra de Donostia, fue presentado en Madrid la pasada semana, en una conferencia concierto que será repetida el próximo miércoles, 29 de enero, en el Victoria Eugenia.

No es exagerado afirmar que José Antonio Zulaika Arregi, conocido por todos como Aita Donostia, fue la figura más importante del nacionalismo musical vasco junto a Jesús Guridi y José María Usandizaga. Aunque el reparto de méritos de este triunvirato no sea siempre equilibrado: Guridi y Usandizaga han quedado para la posteridad como grandísimos compositores, cuyas obras vuelven regularmente a los escenarios de los teatros y a los atriles de las orquestas.

En el caso de Aita Donostia, sin embargo, con el paso del tiempo su talento como compositor se ha visto ensombrecido por su faceta de musicólogo. Efectivamente, la deuda que tiene la cultura vasca con el titánico trabajo de recolección, transcripción y catalogación de la música folclórica llevado a cabo por Aita Donostia es impagable. Ese corpus popular es además elemento central de la mayoría de sus composiciones, por lo que se ha ido forjando una imagen de su catálogo en el que quizá pese más el matiz vasco y folclórico que la calidad intrínseca de la música. Es para reivindicar esa otra perspectiva, y poner de relieve la internacionalidad y talento de Aita Donostia como compositor, que aparece ahora este CD firmado por Josu Okiñena, que recoge 25 de las 27 piezas para piano que escribió el capuchino donostiarra.

La relación de Okiñena con la música de Aita Donostia viene de lejos: fue el tema de su tesis doctoral y, con anterioridad a este disco, ha grabado su integral de canciones para voz y piano junto a varios cantantes. El descubrimiento de su música va ligado a la figura del iruindarra Félix Lavilla, uno de los grandes pianistas del Estado, fallecido hace un año y a cuya memoria está dedicado el CD. «Félix Lavilla se formó directamente con Aita Donostia», recuerda Okiñena.

«Cuando Lavilla hacía el servicio militar, al salir del cuartel se acercaba a menudo a casa de Donostia, que acababa de volver del exilio, y tocaban juntos el piano a cuatro manos. Así se formó en su música, y ese conocimiento, acompañado de miles de anécdotas, me lo traspasó a mí. Por eso la presencia de Félix es onmipresente en este disco». Junto a ese testimonio de primera mano que le comunicó Lavilla, Okiñena ha realizado también una importante labor de investigación, trabajando sobre las partituras manuscritas de Aita Donostia que tiene guardadas la orden capuchina, y que le ha permitido resolver dudas y aclarar matices sobre la forma idónea de interpretar su música.

El CD, que ha recibido ayudas del Ayuntamiento de Donostia, la Diputación de Gipuzkoa y el Gobierno de Gasteiz, y que será distribuído a nivel internacional por un sello tan potente como es Sony Classical, se abre con el ambicioso ciclo de «Preludios vascos», la colección pianística más extensa de Aita Donostia. En ella recoge 18 melodías folclóricas procedentes de diversos puntos de Euskal Herria y las reviste de un tratamiento pianístico que debe mucho a las «Klavierstücke» de Schumann y a las «Piezas líricas» de Grieg.

Desde Lekarotz

«Aunque Aita Donostia recogió 3.500 melodías en su cancionero vasco, la mayoría de las que escogió para sus obras para piano proceden de la zona francesa», explica Okiñena. «Los preludios los comenzó a escribir en 1912, antes de ir a estudiar a Madrid o a París, y en ellos se percibe a un compositor en gran medida autodidacta pero con enorme talento».

Entre estos preludios, con nombres tan sugerentes como «Oyanian», «Artzai gaztearen oiuak» o «Errotazuriko urretxindorra», destaca la célebre «Oñazez», una melodía que Aita Donostia recogió de un albañil en un pequeño pueblo del valle de Baztan y que, en su arreglo pianístico repleto de melancolía, se erigió en todo un himno de la música vasca.

«La melancolía es intrínseca al folclore vasco», cree Josu Okiñena. «En la conferencia que leyó en Gasteiz en 1921, `Cómo canta el vasco', Aita Donostia ya hablaba de cómo afectaba el paisaje, la meteorología y la vida social de los vascos a su música popular, que en muchos casos (no siempre) es introspectiva. Desde el convento de Lekarotz, donde escribió la mayoría de los preludios, Aita Donostia intentó reflejar con fidelidad ese espíritu».

Además de los «Preludios vascos» y las «Danzas vascas», el disco recoge también dos primeras grabaciones mundiales y un curioso «Homenaje a Juan Crisóstomo Arriaga». Como figura destacada del movimiento de recuperación del pasado histórico que tuvo lugar en las primeras décadas del siglo XX, Donostia estuvo muy ligado al Instituto de Barcelona, donde se empezaron a recuperar canciones folclóricas de todas las regiones del Estado. Pero Donostia sistematizó y catalogó también la obra, muy importante, de los clavecinistas vascos. «De esta fascinación por el pasado viene el homenaje a Arriaga», explica Okiñena.

En cuanto a las dos piezas inéditas, tituladas «A caballo» y «Humoresque», el pianista las encontró espontáneamente mientras rebuscaba en un cancionero popular en Santander. Su audición, en contraste con los «Preludios vascos», es sumamente interesante, ya que permiten establecer la evolución del lenguaje musical de Donostia, que conoció a Ravel y a otras importantes figuras de la música europea. «La de Aita Donostia es una obra que trasciende», cree Okiñena, «porque una realidad muy local, como es el folclore vasco, logró elaborarlo con lenguajes impresionistas y vanguardistas en los años 20, haciendo de ello algo nuevo e internacional».