Alvaro Reizabal
Abokatua
JO PUNTUA

Al humo de las velas

Y el Borbón, según dice Obiang, organizándole una conferencia en el instituto Cervantes de París, afirmación que Zarzuela ha desmentido de inmediato sin que nadie se lo pida, y ya se sabe lo de «excusatio non petita...»

La crónica de la muerte anunciada de Adolfo Suárez ha desatado un cúmulo de noticias dignas de comentario. No es de extrañar, habida cuenta de la antelación con que su hijo había avisado a quien correspondiera la inminencia del deceso, primera noticia y bastante insólita, por cierto, esta de salir a los medios a decir que se te va el padre. Pero los acontecimientos posteriores han puesto de manifiesto lo previsor del vástago que ahora se disputa el Ducado de Suárez con su sobrina, hija de la difunta primogénita de la familia. Así les dio tiempo de preparar toda la parafernalia posterior que incluye televisión en exclusiva durante varios días ensalzando la gran obra en pro de la democracia del falangista avulense, al que en su día pusieron la proa condenándole al más absoluto ostracismo político tras el demoledor fracaso de su marca CDS. Ahora todo son parabienes, y ojo con el que se salga de ese guión, porque además de no salir en la foto se arriesga a que le abran unas diligencias penales por no respetar el luto, tal como han hecho con el alcalde de Donostia Eizagirre y con el diputado general Garitano. En nombre de la democracia se establece por decreto cómo y cuándo deben llevarse a cabo las espontáneas muestras de condolencia por el fallecimiento.

Han sido muchos los momentos irrepetibles que ha deparado el evento pero, sin duda, el momento cumbre ha sido el funeral de Estado, celebrado en la Almudena, iglesia de profundo arraigo democrático, en el que no ha faltado de nada: himno nacional español en la consagración, que me ha transportado a mi infancia bajo la advocación del Sagrado Corazón (en vos confío). En el cole era igual, solo que en vez de un gran órgano sonaba un armonio indecente. En el sermón, la actuación estelar de Rouco, jaleando con las trompetas de guerra y justificando una nueva Cruzada. ¿No será esto apología del terrorismo?

Quizás podría objetarse el bajo perfil de los representantes designados por los diferentes países que enviaron representación, pero la sola presen- cia del dictador de Guinea Ecuatorial -que tiene petróleo- ha dado un brillo a la ceremonia que nadie de buena fe puede negar. Su presencia ha generado algunos problemas de protocolo, pues el Rey y Rajoy le recibieron en un apartado y sin luz ni taquígrafos, pero inmediatamente le han compensado: Rajoy quedando con él para cenar codo con codo, aunque luego le dio plantón. Y el Borbón, según dice Obiang, organizándole una conferencia en el Instituto Cervantes de París, afirmación que Zarzuela ha desmentido de inmediato sin que nadie se lo pida, y ya se sabe lo de excusatio non petita...

Así que se imagina uno que aunque no quieran aparecer en publico con él, en privado, como Aznar, le hablarán en catalán susurrándole al oído aquella canción que decía: «Adoro la calle en que nos vimos; adoro la forma en que sonríes, adoro la forma en que suspiras y hasta cuando caminas: ¡Yo Teodoro vida mía!»