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Las naciones sin estado: competencia olvidada

La República de Crimea es un estado propuesto, conformado y proclamado en marzo de 2014 y que no ha sido reconocido por casi ningún país excepto Rusia. Pero como la práctica política es muy tozuda pronto todos los estados la tratarán como un nuevo estado nacional. Comprende el nuevo estado una península del sudeste de Europa rodeada por el Mar Negro y unida por el istmo de Perekop a Ucrania y al continente. Su límite oriental está a su vez separado del krai ruso de Krasnodar por el estrecho de Kerch. Si la geopolítica europea hubiera sido lo suficientemente ágil y actual tendría que haberse resuelto este sordo litigio bélico con el reconocimiento de Crimea como una nación sin estado dentro de Ucrania y de Europa.

Desde 1974 la isla de Chipre se dividió de facto después de un golpe de estado apoyado por la junta militar en Grecia contra el presidente chipriota Makarios y la consiguiente intervención del ejército turco. A pesar de los numerosos esfuerzos por reunificarlo, el país sigue dividido hasta el día de hoy. La solución geopolítica europea tendría una solución en el reconocimiento de las naciones sin estado turca y griega.

Kosovo es un territorio ubicado en la península de los Balcanes y está habitado por cerca de 1.8 millones de personas. Su capital es Pristina. Limita con Montenegro, Albania, Macedonia y la región de Serbia Central. El estatus de Kosovo es motivo de controversia. Serbia considera que Kosovo es una provincia autónoma dentro de su propio territorio, en conformidad con su propia constitución y con la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sin embargo, el gobierno serbio no interviene directamente en la administración de este territorio desde 1999, pues al finalizar la guerra de Kosovo su administración quedó, por mandato del Consejo de Seguridad, en manos de la Misión de Administración Provisional de las Naciones Unidas en Kosovo y de la OTAN. El territorio de Kosovo de etnia mayoritariamente albanesa declaró unilateralmente su independencia de Serbia el 17 de febrero de 2008 con el apoyo de Estados Unidos y la mayoría de los países que integran la Unión Europea, instaurando la República de Kosovo. Actualmente es reconocido como Estado por 108 de los 193 miembros de Naciones Unidas. Hubiera sido abrumadoramente aceptado, aun por España, si en vez de estado-nación, Europa la hubiera considerado nación sin estado. ¿Qué hará España cuando Kosovo quede integrado en la Comunidad Europea?.

Gibraltar es un territorio británico de ultramar, bajo administración del Reino Unido pero reclamado por el Reino de España. Gibraltar se encuentra dentro de la lista de territorios no autónomos de las Naciones Unidas bajo supervisión de su Comité de Descolonización. Gibraltar está situado en una península estratégica entre dos mares, limita con España y alberga una población de 29.752 habitantes que ejercen como centro financiero, turístico y puerto franco. Aprovechando su privilegiada posición estratégica, cuenta con una base aeronaval de las Fuerzas Armadas Británicas. Desde el Tratado de Utrecht de 1713 el devenir político de Gibraltar ha sido objeto de controversia en las relaciones hispano-británicas. Europa tendría en sus manos limar tales diferencias si consideraba a Gibraltar una nación sin estado federado con el Reino Unido.

Dentro de Ucrania ahora respaldada por Europa se encuentran las regiones de Donetsk y de Jarkov de etnia ucrania pero que tienen como lengua más usada el ruso, aunque sólo en Donetsk el ruso sea la lengua materna. Las disputas entre Occidente y Rusia por el control de estas regiones quedarían abortadas si se les reconociera a estas regiones la categoría de naciones sin estado dentro de la federación de Ucrania.

Y es que además de los estados mono o plurinacionales existen otras organizaciones humanas. Todos los seres humanos tienen los mismos y desiguales miembros sexuados e igualmente poseen funciones físicas e intelectuales intercambiables pero, sin embargo, nadie puede negar la existencia de tribus de cuya tipicidad se encarga la Genética. Del mismo modo todos los seres humanos se organizan socialmente en forma de pueblos de los que sus componentes específicos y diferenciadores son sus respectivas lenguas y derechos. ¿Por qué no hay una ciencia que los reconozca?.

La Unión Europea es una agrupación de estados, de naciones y de pueblos. Pero el sujeto político dominante en exclusividad en la misma son los estados. Los máximos representantes de estos estados se comprometen con la firma de los Tratados a dejar en manos de esa organización que los asocia, las decisiones últimas sobre un número extenso y relevante de materias de competencia estatal.

El proceso de integración europeo, tal y como lo conocemos desde hace medio siglo, tiene como base a los estados y no a los pueblos o a las naciones. Son los estados quienes a través de sucesivas delegaciones de poder han ido configurando una organización súper estatal a la que han dotado de un poder de decisión que hoy día alcanza ya a una mayoría de las materias reguladas constitucionalmente. Puede decirse que a efectos políticos y jurídicos las naciones y los pueblos resultan ser una categoría irrelevante y políticamente inoperante. Más fáciles de manejar por los estados y por lo tanto más operativas resultan las regiones y nacionalidades autónomas.

Y la razón de este abandono geopolítico de Europa estriba en que los estados que la componen no aceptan ni resuelven los problemas que les crean las naciones incrustadas en los mismos. Este es el caso de Alemania, donde salvo Baviera ningún «Land» se asemeja a una nación sin estado y aun llevará tiempo poder comprobar si los «Länder» incorporados tras la caída del muro de Berlín manifiestan una cultura política propia no asimilable por el conjunto del estado. En el caso de Bélgica, la situación es muy distinta. Allí el estado se mantienen como consecuencia de los compromisos entre dos comunidades culturales: neerlandófona y francófona, que respectivamente cuentan con el apoyo externo de dos estados: Países Bajos y Francia. La situación particular de Bruselas, referente tanto para Flandes, Bélgica y la Unión Europea, añade mayor complejidad al futuro de Bélgica como estado.

Y los estados de Europa se comportan de este modo porque los partidos políticos presentes en el Parlamento quieren conformar unos «Estados Unidos de Europa» y se muestran alérgicos a las regiones nacionales que exigen ser naciones sin estado. De lo anterior no resulta difícil concluir que ni las naciones ni los pueblos distintos de los estados no cuenten con representación en el Parlamento europeo.

Las naciones sin estado son comunidades humanas que, aun teniendo las características culturales o identitarias asociadas habitualmente con una nación, no disponen de un estado propio, y, en muchos casos, no están reconocidas oficialmente como comunidades diferenciadas. Las naciones sin estado, por lo tanto, están incluidas en estados donde la nación predominante es otra, o están repartidas entre diversos estados.

Pero las aspiraciones de las naciones en Europa van en aumento principalmente en Alemania, Bélgica, Escocia, Cataluña y Galicia. De entre las naciones sin estado de Europa, la cultura y nación vasca son las más desprotegidas. Con un peso demográfico y económico muy pequeño, aproximadamente un 5% en España y aun menor en Francia, no cuentan con otros recursos que los suyos para sobrevivir rodeadas por culturas que agrupan a centenares de millones. Sin embargo en Euskal Herria el derecho vasco (privado, civil, económico) junto con el euskara son los frutos más complejos y excelsos en la historia occidental y en consecuencia los ingredientes especificativos del ser pueblo vasco.

En las próximas elecciones europeas si no son repudiadas por el desprecio y el voto en blanco de los electores defraudados, debe quedar bien claro de qué ingredientes se deberá amasar el futuro de Europa.