Maider IANTZI
UN DÍA EN IRRISARRI LAND

Vivir y sentir la naturaleza desde las entrañas

El parque de aventuras de Igantzi, que abrirá sus puertas este jueves, debe su nombre al barrio donde se ubica, Irisarri, un paisaje excepcional que nos lleva a sentirnos en calma y en desconexión.

Vecinas y vecinos de Igantzi fueron los primeros en probar las instalaciones el sábado y, según comentan, fue muy gratificante para ellos comprobar que van a tener un lugar del que sentirse orgullosos. El domingo, hicieron un ensayo con los familiares de los trabajadores, y fue una jornada muy dura, ya que, aparte de disfrutar, estuvieron al tanto de las carencias.

Ayer fue el turno de la prensa, que, después de pasar una intensa jornada en IrriSarri Land, abandonó las instalaciones con unos labios cuya forma se asemejaba mucho al logotipo: una sonrisa, porque como bien indica IrriSarri, lo que busca es arrancar sonrisas, todas las que pueda. Pero no adelantemos acontecimientos.

Por la mañana nos hemos reunido una decena de periodistas. Procedemos de la prensa escrita, de la tele, de una revista de montaña... Los hermanos Carlos y Javi, de 13 y 10 años, acompañan a su padre al trabajo. El primer paso es conocer las características generales de este centro de vacaciones, que, tal y como indica el director Javier Hernández, está enfocado al sector de la familia, «quizá el menos cuidado dentro del turismo», opina.

Es un proyecto que ofrece la posibilidad de alojarse, comer y divertirse. Para pasar noches hay tres opciones: las bordas Basajaun Basoa, acogedores apartamentos de alta decoración en pleno bosque; el apartotel del Palacio Irisarri, que lleva el escudo de los Irisarri -el proyecto inicial era construir un hotel con encanto-, y el albergue. En total, 200 camas.

A esto se le añade una restauración sencilla, adaptada a las necesidades para disfrutar del ocio, y un restaurante un poco más sofisticado, en un entorno decorado exquisitamente y con unas vistas fantásticas.

Un sinfín de actividades

Sobre las actividades de ocio, Hernández explica que han intentado dar un paso más en el concepto de turismo y naturaleza, y hacer que esta la podamos sentir en las entrañas, no solo de una manera visual. En esta naturaleza agreste, de baja montaña, han recreado, con diferentes instalaciones, la posibilidad de sentir el vértigo, la caída, también el paseo... Todo esto sin recurrir a mecanismos que alteren el medioambiente.

Han convertido una nave ganadera de 1.600 metros cuadrados en Jolastoki, un espacio indoor en el que reproducen algunos elementos de aventura del exterior y crean otros juegos para niños mayores de 2 años. Conscientes de que viven en un entorno muy lluvioso, desean tener la posibilidad de seguir ofreciendo aventura sin que les afecte la meteorología.

Con capacidad para atender a 400 visitantes al día, este parque quiere contribuir al desarrollo de Bortziriak. Cuenta ya con 24 trabajadores, principalmente jóvenes de la zona, altamente cualificadas. En temporada alta, el personal podría ascender a 45 o 50 personas. Abrirán todos los días y la entrada costará 10 euros. Dará derecho a disfrutar de las actividades que no precisen monitor. Toda la información está disponible en www.irrisarriland.es.

Tras visitar los alojamientos, donde los trabajadores están ultimando los detalles, hacemos una parte de la ruta de aventuras que pasa por un paisaje de regatas, bosques y laderas. Atravesamos el puente tibetano de 135 metros, acordándonos de Indiana Jones, entre bromas, pero con la seguridad que da saber que la estructura aguanta el peso de dos tráilers cargados.

Tres cámaras suben al helicóptero junto con el piloto Aitzol Apalantza. La hélice empieza a girar, cada vez con más fuerza, levanta el aire ante nosotros y da comienzo al vuelo hasta Bera y Lesaka. El parque cuenta también con la posibilidad de contratar vuelos en helicóptero por la zona.

El beratarra Egoi Ado, director de actividades y campeón que vuela con la bici, empieza a hacer una exhibición de saltos para las fotos, arrancando los aplausos de sus compañeros. Parece que no quiere acabar. El Bike Park espera ser un referente. Uno de sus puntos fuertes es el DH/Freeride, senderos construidos por las laderas de la montaña que se utilizarán para la práctica de descenso de mountain bike.

Nosotros también queremos volar. Llevamos toda la visita dándole vueltas a la oportunidad de lanzarnos en la tirolina -la séptima, de 370 metros de longitud a 50 metros de altura, que forma parte del circuito Canopy-. Con más de 2,5 kilómetros de recorrido, este circuito es el mayor de Europa.

Siguiendo las instrucciones de los monitores Iker y Aitor, y con una compañera detrás, que me da seguridad entrelazando sus piernas por encima de las mías, siento que tiemblo pero nos lanzamos. Yo también vuelo, por encima de los árboles... yo, que no cojo ni el ascensor.