No hay Marine Le Pen a la derecha del PP
La ultraderecha española mira de lejos a Marine Le Pen, líder del Front National francés y que aspira a convertirse en la lista más votada con su discurso racista y antieuropeo. Ante la hegemonía del PP en todo el espectro ideológico, pequeños partidos fragmentados tratan de ganar espacio, en muchas ocasiones mediante ataques.

La ultraderecha española busca a su Marine Le Pen. Al contrario de lo que ocurre en otros estados de Europa, donde el discurso racista y de rechazo a la Unión ha catapultado a formaciones que hasta hace poco se consideraban peligrosas anécdotas, no existe un símil del Front National francés en las listas que concurren al otro lado de los Pirineos. Claro, que desde el fin del franquismo, el PP se ha mantenido como referencia para casi todo el espectro ideológico de la derecha, dejando un pequeño espacio para grupúsculos ultras. Por el momento, nada hace pensar que esta tendencia se quiebre, pese a que al partido fundado por Manuel Fraga le haya surgido su primera escisión con Vox. Tenía que ocurrir. Durante años, Génova alimentó un amplio abanico de canales, telepredicadores y lobbys extremistas que, a fuerza de pedir la hoguera para los «maricomplejines», terminaron desgajándose de su alma mater. Una división que nace la propia costilla, de respuesta frente a lo que comúnmente a venido a llamarse en Madrid el «desafío independentista», pero no a una posición sobre la Unión, donde comparten europeísmo.
No ocurre lo mismo con otras facciones como Democracia Nacional, La España en Marcha o Movimiento Social Republicano, todos euroescépticos y suscritos, en diversa graduación, a la fórmula «no a esta Europa». Miran hacia Europa como uno de los responsables de la crisis estructural del Estado. Ya se sabe que los monstruos emergen en momentos de incertidumbre. Por eso, pretenden sacar tajada del caos con propuestas que mezclan la nostalgia hacia el «Cara al Sol» con el sueño compartido de encabezar la renovación cohesionada de un universo fragmentado en pequeñas batallitas.
El auge del soberanismo constituye una de las grandes obsesiones para esta ultraderecha que apenas se pone de acuerdo pese a compartir principios básicos como el de la «indivisible unidad de España». Aunque sí que han logrado juntarse para perpetrar ataques fascistas contra el «separatismo». Dos de las candidaturas incluyen a algunos de los energúmenos que asaltaron la librería Blanquerna de Madrid durante la Diada. En concreto, Democracia Nacional, que lleva a dos de los agresores, y la coalición La España en Marcha (que une a La Falange, Alianza Nacional y el Movimiento Católico Español), con cinco. No son los únicos integrantes de la avanzadilla fascista. En la candidatura La España en Marcha se encuentran Pedro Pablo Peña y Javier Ochoa. Ambos fueron arrestados en 2000 por manipular artefactos incendiarios después de que, horas antes, hubiesen apedreado los autobuses en los que se desplazaban hasta la Audiencia Nacional los familiares de los detenidos en la operación contra 20 ciudadanos vascos a quien el juez Baltasar Garzón acusaba de formar parte de Ekin.
Contra SOS - Racismo por «antiespañol»
Tras el soberanismo, la inmigración es su otra obsesión. Por ejemplo, Democracia Nacional está detrás del ataque contra la sede de SOS-Racismo en el barrio de Lavapiés de Madrid ocurrida a finales de febrero. Trataron de quemarla introduciendo bengalas a través del buzón. Como no lo lograron, dejaron en la fachada dos muñecos ahorcados y una pancarta en la que acusaban a la ONG de «antiespañola» por denunciar la muerte de 15 inmigrantes ocurrida dos semanas antes en la playa de Ceuta. Lo reivindicaron en su página web, donde también puede verse un cartel electoral plagado de referencias abiertamente racistas y antisemitas.
Desde 2013, 77 miembros de grupos ultraderechistas han sido arrestados en el Estado en 37 operaciones, según datos del Gobierno. Y eso, a pesar de la sensación de un doble rasero policial y judicial del que se benefician. Quizás su gran victoria sea que el racismo que propugnan se institucionalice con medidas como la retirada de derechos como la tarjeta sanitaria a los inmigrantes irregulares. También es cierto que el lavado de cara de la ultraderecha, en Europa y al sur del Ebro, llega en un contexto distinto. No se puede olvidar que allí hubo Nüremberg mientras que, en el Estado español, la ley de «punto final» se saldó con la Transición.

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