Iker Bizkarguenaga
Kazetaria
TXOKOTIK

Oposición-alternativa

Es lo que ocurre cuando escribes cada dos semanas. En la noche electoral tenía claro cómo iba a ser esta columna, pero desde entonces no han dejado de pasar cosas y lo que había pensado parece ahora antediluviano. Tenemos por ejemplo la renuncia del rey español y de otro que iba para rey del mambo y no ha pasado de macero, el siempre ponderado Rubalcaba. Es imposible desligar ambas «abdicaciones»; dos de las patas que sostienen el régimen posfranquista se han gripado y piden cambio. Otra cosa es que estemos a las puertas de la proclamación de la república, la tercera o la primera, cada uno la suya. Queda partido.

Ligar estas renuncias solo a los resultados del 25M es algo forzado, pues la marejada viene de lejos, pero qué duda cabe que han dado un empujón. Sobre todo la aparición Podemos, un motivo de alegría en tanto representa una alteración real en el sistema y lo hace desde posiciones que más que de izquierdas son democráticas. Alegría también por sus números en Euskal Herria.

Siguiendo con las elecciones, es cierto que el PNV aparece más bizkaitarrista que nunca, pero cuidado, las europeas son lo que son y las municipales se parecerán más a las autonómicas, cuyos resultados no hemos olvidado.

Por contra, la izquierda independentista se consolida como única fuerza con una implantación uniforme en este pueblo, siendo capaz de ganar en el Pirineo navarro y en la costa vizcaina; en Tafalla y en importantes municipios de Lapurdi. Pero tiene una asignatura pendiente en esa gran aglomeración urbana que es Bilbo y sus alrededores, donde viven cerca de un millón de personas. ¿Puede alguien aspirar a ser fuerza hegemónica -parkatu, Mikel- en este país con unos discretos porcentajes de voto en la única gran urbe vasca?

EH Bildu ha cerrado muy satisfactoriamente un ciclo electoral, pero para lograr sus objetivos debe seguir creciendo. Tiene margen por la izquierda, para lo que quizá tenga que adaptar parte de su lenguaje sin cambiar el discurso de fondo, y también lo tiene en el campo abertzale, aunque para ello igual no es lo más adecuado insistir tanto tanto en lo malo que es el PNV, pues quien ha votado alguna vez (o muchas) a los jeltzales quizá se sienta interpelado y molesto y no le apetezca votarte. Es más efectivo el mensaje positivo, predicar con el ejemplo y exponer los logros propios. Requiere más tiempo de cocción, pero la gente sabe comparar modelos. La clave es creerse definitivamente que uno no es la oposición, sino la alternativa.