«El cielo es real» se hizo con un ajustado presupuesto de 12 millones de dólares, y ya va camino de llegar a la barrera de los cien millones de recaudación en los EEUU. Esto ha supuesto el repunte de la carrera profesional de Randall Wallace, antiguo colaborador de Mel Gibson, que inicia una nueva y reforzada en solitario.

Wallace ha adaptado el libro que el pastor protestante Todd Burpo publicó junto al periodista Lynn Vincent, un best-seller en el que contaban al mundo la experiencia celestial del hijo pequeño del predicador. Este con cuatro años sufrió un ataque de peritonitis aguda, debatiéndose en el hospital entre la vida y la muerte.

Yo estuve allí

Una vez recuperado, el niño contó a su manera que había cruzado la línea con el más allá, y que había estado por unos momentos en el cielo. Lo que convenció a sus padres de la veracidad del relato fue que identificó a familiares fallecidos para él desconocidos, así como el descubrimiento de una hermanita fallecida antes de nacer.

La película trata de contar con la máxima naturalidad posible tan increíbles cuestiones, desarrollando un retrato costumbrista de la vida en el medio oeste, concretamente en una pequeña localidad de Nebraska llamada Imperial. Aunque hay muchos planos de las praderas de tan conservadora región, por limitaciones de presupuesto la película fue rodada en Canadá, en Winnipeg.

En vista de que el pequeño actor infantil Connor Corum no puede asumir la responsabilidad de dotar de la necesaria credibilidad al relato, es Greg Kinnear quien toma las riendas y convierte su personaje en un ser cercano, conmovida por las circunstancias especiales que su familia está atravesando.

La sensación de naturalidad se completa con las entonadas intervenciones secundarias de Thomas Haden Church y Margo Martindale. Todos ellos aportan su granito de arena a la cotidianidad ambiental, haciendo de personas corrientes situadas ante un hecho extraordinario.

Wallace y su equipo no han querido hacer una película exclusiva para la población creyente, sino que se han concentrado en llegar a todos los públicos. Es por eso que se remarca en todo momento el lado humano de la anécdota, a través de un desarrollo melodramático que busca emocionar antes que hacer conversiones. La película permite ser contemplada desde un punto de vista escéptico.